Capítulo 41.

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Daniel.

Entro a la habitación de hospital de Karina con una pequeña magdalena y con una vela sobre esta.

-Feliz cumpleaños cariño.-susurro con voz tierna acercandome a su cama, y me siento a su lado.

-Gracias.-sonríe y hacerco el pequeño dulce a ella para que sople la vela.

-Pide un deseo, ¿eh?-sonrío y ríe.

Está cuerda, no del todo, pero lo está.

-Elena tú también.-dice por lo bajo y chasqueo la lengua.

¿Por qué? ¿Por qué es todo tan complicado?

Sopla y la llama se desvanece ante nosotros.

-Bien.-ovaciono y dejo la magdalena en la mesa, me tumbo a su lado y acaricio su tripa.

-Ya no me puedes llamar pequeña.-me regaña a lo que suelto una carcajada.

-Sigues siendo igual de pequeña, imbécil.-río y ella gruñe.

Se hace un pequeño silencio en la habitación en el que solo se escuchan nuestras risas.

Respira hondo y dejo de reir poco a poco para mirarla.

-Quiero volver a casa.-murmura jugando con el tubo de las gafas de aire entre sus dedos.

A veces, cuando tiene pesadillas, presenta faltas de aire. Por eso tiene las gafas.

-Créeme, si pudiera te llevaría.-murmuro apenado y acaricio su pelo.

-Al fin y al cabo Elena no es mala.-me mira y suspiro.

Acerco mis labios a su frente y beso esta.

-Nunca me vais a dejar ir de aquí, ¿verdad?-mira sus pies y yo trago saliva.

-Hemos hablado miles de veces sobre esto.-susurro.- Nunca sigue siendo mucho tiempo.

Y por desgracia si que era mucho tiempo.

-Déjalo ya, ¿no?-dice con una voz temblorosa, como si estuviera a punto de llorar.-Ya se que nunca es mucho tiempo, me tratáis todos como si fuera una maldita retrasada, joder.-estalla a llorar y me mira con rabia.- Estoy harta de todo, ¡harta!-me grita y me bajo poco a poco de la cama cuando noto mi cuerpo flojear.

Llora y llora, y la miro, sin poder decir palabras, como si estuvieramos viendo una peli muda.

-Solo quiero-murmuro apenado y me interrumpe con otro grito.

-¡Daniel, para de finjir que te importo!-muerde su labio mientras las lágrimas siguen su curso.-¡Vete!-exclama.-Hay mundo más allá de mi mierda, joder.-cubre sus ojos con la sábana y solloza.

-No entiendes que no puedo, ni quiero, irme de aquí sabiendo que te meten dos putas horas al día dentro de una habitación con voces robotizadas, no entiendes que mi vida se basa en ti, que más allá de ti no me importa si hay un puto mundo entero, que me da igual, Karina, que me da igual. Que mi hermana me respalda en esto, y yo vengo aquí a cuidarte, a hacerte vivir fuera de este hospital, joder.-peino mi flequillo compulsivamente y veo que sus puños se aprietan a la sábana con más fuerza.

Cojo sus muñecas e intento apartar sus manos de ahi, antes de que se haga daño o se rompa alguno de los cables que le llevan el seguimiento.

Cuando lo consigo, hago que me mire y aprieto mis labios.

-Si no me importaras, créeme, ya me hubiera ido.-trago saliva y sus ojos dejan de llorar poco a poco, un alivio para mi.

Sin soltarle las manos la aprieto a mi cuerpo y suspiro.

Hay días de estos demasiado duros.


Siento la mala calidad.
Otra vez, días duros.

A Que No Me Dejas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora