Capítulo 32

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Me separé confundida de Cres y lo miré mal.

— ¿Qué mierda hiciste? — le dije enojada.

— Perdona, no supe qué hacer. — dijo haciéndose el inocente.

— ¿Un beso era tu solución? — le dije encarándolo.

— Emma, no te pongas así, fue un beso. — dijo restándole importancia.

Sin más que decir lo empujé y salí de la cortina que nos daba privacidad.

Todos los ángeles ya no se encontraban en donde antes. Pero los gritos se escuchaban aún, supuse que fuera del lugar.

Decidida a afrontar la situación salí abriendo las puertas con fuerza, así fue como llamé la atención de todos y cada uno de los presentes.

— No sé porque aclaman mi nombre. — empecé. — Porque cuando yo caí, ustedes no trataron de impedirlo. No volví, porque nunca pertenecí aquí. No soy su "reina" ni nada que se le parezca. Y no vine aquí para asumir la responsabilidad de mi puesto, y tampoco soy su salvación...

Me detuve al ver a un pequeño, mejor dicho pequeña ángel. Su mejilla estaba morada y tenía rasguños e incluso quemaduras. Y fue ahí cuando me di cuenta que todos los ángeles presentes tenían heridas.

Mis ojos se abrieron con sorpresa al ver que la niña pequeña soltó la mano de su madre y corrió hacia mí, pero en su intento, los vengadores la tomaron y la aventaron contra el suelo sólido.

Ahogué un grito y corrí a la niña que estaba tirada en el suelo sollozando. En mi camino empujé al vengador que hizo tal cosa y me arrodillé a ver la cara de la pequeña niña.

— Sálvame. — rogó la niña entre sollozos. — O salva a mi familia. — dijo mirando mis ojos, penetrando cada barrera que me impedía quedarme.

Mis ojos se nublaron un poco. Esa niña me recordaba tanto a mí, pero de pequeña. Perdida, sola, y desesperada porque su familia estuviera bien.

Tantos recuerdos míos se reflejaron a través de sus ojos cafés, y conforme pasaban mi corazón se rompía cada vez más.

¿Sería capaz de dejar mi vida como mortal por salvar a todos estos seres que dependían de mí?

— Todo va a estar bien. — acaricié su cabello con cariño y me alejé de ella observando a todos y cada unos de los presentes, quienes me miraban con mucha atención previniendo mi siguiente paso.

Caminé hasta el fondo de las personas y vi a un pequeño niño que trataba de ver por encima de la multitud, y al verme sus ojos se abrieron con impresión y brillaron. El niño tenía a su hermanita a su lado, y me recordó tanto a Mason que me sacó una sonrisa.

— ¡Tú eres Emma! — dijo emocionado al ver que estaba en frente de él. — Ella es Emma, Eli. — le susurró a su hermana. — Nuestros papás nos contaron de ti. — dijo orgulloso de lo que decía. — Yo también haría lo que tú hiciste por tu hermano, por amor.

Y sus palabras rompieron mi corazón.

— Eres nuestro ejemplo. — sonrió de lleno. — Mi hermana quiere ser como tú. Dile, Eli.

— ¿Cómo yo? — le dije confundida.

— Fuerte. — dijo la niña con una voz poco audible y ronca.

— Sin miedo. — dijo un ángel a nuestro lado y lo vi a la cara sin siquiera reconocerlo.

— Valiente. — dijo uno más del público.

— Astuta. — una voz más.

— Con poder. — dijo otro más.

— Con convicción. — dijeron por el fondo.

— Y capaz de arriesgar su vida, por su familia. — sonrió Aine haciendo su aparición.

— ¡Aine! — grité sin contenerme y no pudiendo creer que estuviera aquí, después de tanto tiempo sin verla.

Corrí y la abracé sin pensar. Pero al sentir su abrazo tan frío, dudé por un momento que se tratara de ella.

— Hola, Emma. — acarició mi cabello.

— ¿Tú aquí? — pregunté sin ocultar mi impresión.

— Todos estuvieron de acuerdo. — dijo Cres detrás de nosotros.

Sonreí y la abracé por última vez, pero mi instinto me decía que algo no estaba bien con ella.

— Te extrañé, mamá. — le susurré al oído sin recibir ninguna reacción de su parte.

— Y yo a ti, hija mía. — dijo ella. — Elián también te extrañaba. — me separó con una sonrisa. — Pero tenía un asunto que arreglar con Daide. — sonrió con la boca cerrada.

Asentí con la cabeza y quedé un poco confundida aún por su repentina aparición en el cielo. No es que no quisiera que se quedara, si no que los ángeles eran muy delicados con sus secretos ante los mortales, y era de extrañarse que compartieran a una mortal un pedazo del cielo.

— ¿Te quedarás, Emma? — me preguntó Cres rogando con la mirada.

Lo pensé un momento. ¿Por qué no?

Emma, no confíes en ellos...

Me sobresalté en mi lugar y me puse rígida. Sacudí mi cabeza confundida y frunciendo el ceño.

Emma, a tu derecha.

Recorrí el lugar con la mirada hasta dar con un ángel de hermosas alas grises recargado en un árbol con postura despreocupada y su semblante serio. Lo miré confundida porque no lograba ver su rostro con claridad.

Ella no es quien tú crees.

— ¿Aine? — susurré bajo para mí misma, pero al parecer ella me escuchó.

— ¿Emma? — dijo confundida, después siguió mi mirada hasta el ángel.

Aine lo vio con los ojos entrecerrados y parpadeó varias veces.

— ¿Lo conoces? — me preguntó con un tono frío.

— ¿Tú? — le dije después de negar con la cabeza.

— Ni idea, ¿quieres invitarlo a celebrar el comienzo de tu reinado? — dijo con una sonrisa forzada, pero realmente mi vista no se despegaba de aquel ángel, porque simplemente me picaba la curiosidad de la razón de sus palabras. Ni siquiera me importó darle lugar a reprochar que no fuera mi reinado.

Lo miré con detenida exanimación. Su postura, sus finos rasgos, su boca en una línea que era lo único que percibía de él en la sombra.

Aunque él sabía que lo observaba, nunca dejó su postura.

Quiero que me escuches con atención, Emma... Necesito que escuches...

— ¡Vamos adentro y que comience la celebración junto a nuestra nueva reina! — gritó Aine conmocionando a toda la multitud.

Mi mente me gritaba que algo no iba bien, me gritaba que siguiera, o por lo menos que escuchara a aquel ángel.

Te escucho...

Le hablé en su mente y no moví ni uno sólo de mis músculos.

Las personas en las que confiaste cuando caíste, no son quien tú crees...

¿De qué hablas?

Fruncí el ceño para que viera lo confundida que estaba.

¿Por qué una pareja de mortales adoptaría a un ser que no conocen, incluso si el hombre es uno de ellos? ¿Por piedad? ¿Por empatía? Nah, sólo una cosa.

Mi mirada se clavó en sus labios.

— Poder. — articuló bajo, y después una sonrisa grande se asomó.

Emma, la caída de un ángel (Saga Genus #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora