Capítulo 29

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— ¿Emma? — él tomó mis hombros y me sacudió.

— ¿Heredera yo? — dije sin salir de mi estupor.

— ¿Qué hay de malo con eso? — preguntó con una sonrisa en su cara.

— ¡No lo entiendes, Cres! — lo agité bruscamente. — La responsabilidad cae en mí. — abrí los ojos aún más. — ¡Oh no! Mierda, ¿qué voy a hacer ahora? — tomé mi cabeza en mis manos.

— Oye, tranquila, Emma. — Crescente me levantó la mirada e hizo que me hipnotizara en sus ojos verdes. — Juro que te ayudaré con todo. — me sonrió. — Por eso vine a buscarte, ponle fin a todo esto, anda.

Lo miré a los ojos.

Crescente. Ese era su nombre y yo le decía Cres de cariño.

Cres era mi mejor amigo en el cielo y me apoyaba en todo, pero se alejó cuando se volvió un vengador y me confesó que le gustaba.

Pero sin embargo, verlo aquí me daba un sentimiento de paz. Nadie mejor que él comprendería mi estado, pues me conocía bien.

— ¿Emma? Por favor, sólo tú puedes ayudar a los mortales y a que todo se estabilice allá arriba, no durará mucho el silencio y pronto los rumores correrán al supremo de alguno de los cielos y sabes que no es bueno, por favor... — me suplicó.

No podía creer que yo fuera la esperanza de que todo se estabilizara entre el mundo humano y el cielo, sin querer mencionar el Infierno.

Si las criaturas del Inframundo se llegaran a enterar de que todo en el cielo se iba al carajo, los mortales no tendrían un final bonito, sin mencionarnos.

— ¿Emma? — me llamó una voz que podría reconocer en todas partes del mundo.

Jared.

No le contesté porque aún estaba ocupada pensando en el poder que recaía en mis manos y mi estómago se revolvió al reflexionar sobre cuántas vidas estaban en peligro por esto.

— Hay 150 personas muertas, Emma. — dijo Crescente mirando mis ojos y yo desvíe los míos a las personas que caminaban tranquilas por la acera. — Los guardianes se niegan a vivir sin un comandante... Y las personas pagan el precio.

Esto era demasiado...

— ¿Emma, qué pasa? — preguntó Jared al fin acercándose a nosotros y mirando mi pálida cara.

— ¿Y tú quién eres? — dijo Cres mirando mal a Jared.

— Lo mismo te pregunto. — dijo Jared sin intimidarse con Cres.

Los dos eran casi igual de altos, excepto que Jared era por centímetros más alto.

No contesté, estaba muy ocupada teniendo una lucha interna y sentía mis piernas temblar.

Milton me había dejado como heredera de su puesto. Eso era lo único que me costaba asumir en mi mente tan desordenada.

Y lo peor de todo, un ángel supremo del este había venido a poner orden y Milton estaría en serios problemas si no volvía a estabilizar su rango. Pero como había anunciado lo de ser su heredera, tenía que presentarme antes de que algo malo pasara.

Y, ¿cómo iba a volver?

Yo no era claramente bienvenida desde mi expulsión.

¿Eso no iba en contra de alguna ley?

— ¿Perdona? ¿Quién te crees para hablarme así? — dijo Crescente con el ceño fruncido. — Soy su mejor amigo, mortal. — lo señaló con su dedo.

— ¿A qué te refieres con mortal? — lo retó Jared.

— Eh, nada. — Crescente se dió cuenta de su error.

No fue hasta ese momento que me di cuenta que Jared tenía un gran rasguño en su mejilla.

— Oh dios mío, Jared. — le dije sin mucha sorpresa pero igualmente preocupada. — ¿Qué te paso?

Toqué su herida.

— No lo sé, solo recuerdo estar dentro del bosque y caí. — frunció el ceño cuando sintió mi tacto.

Mi ceño se frunció. Había algo raro en esta herida.

No era de ningún animal, de eso estaba segura.

— ¿Hay algo malo? — preguntó Jared al ver que no dejaba de examinar su herida.

— No. — dije sin querer alarmarlo. — Vamos. — lo tomé del brazo y lo tiré en dirección al bosque más cerca.

— ¿Y yo? — preguntó Cres siguiéndonos.

Lo miré y vi a mi alrededor. Mi semblante duro no se apartaba de mi rostro.

— Trae tu espada. — le ordené.

Tiré más fuerte de Jared y lo dirigí al bosque.

— ¿Es necesaria la espada? — dijo preocupado.

— No te preocupes, no voy a usarla contigo— dije sin dejar de ver por dónde caminaba por el bosque.

— ¡Oh! Antes de que lo olvide, aún no me dices porque me evitas tanto. — dijo sarcástico pero su voz sonaba dolida.

Suspiré y me detuve en seco. Mire abajo y me dolió el pecho.

— Perdona... No trataba de evitarte. — negué con la cabeza. — Pero es que no tenía una explicación concreta qué darte. De hecho aún no la tengo.

Lo miré pidiendo perdón con la mirada.

— Han pasado muchas cosas que ni siquiera yo puedo explicar. — dije cansada. — Yo de verdad que lo siento...

Y Jared cortó mis palabras con un lindo y suave beso que me dejó con los ojos abiertos como platos y los brazos a mi costado apretados con fuerza.

Jared me rodeó con sus brazos y puso su barbilla en mi cabeza.

Yo aún estática y sin saber qué hacer, parpadeé varias veces y sonreí al darme cuenta de lo que sucedía.

Lo abracé también y cerré mis ojos disfrutando el momento más hermoso que había tenido desde mi llegada al mundo humano.

Y por supuesto, era con Jared.

¿Después de esto tendría el valor de dejar el mundo humano y volver al cielo para tomar el control, dejando a Jared de nuevo?

Y eso... Era lo único que me dolió en ese momento.

Yo quería pasar tiempo con Jared. Pero no podría hacerlo si él no sobrevivía.

¿Podía alejarme de Jared con el solo propósito de que tuviera un lugar seguro para vivir?

Claro que lo haría... Lo haría por él.

Lo abracé aun más fuerte y mi cara se puso triste cuando pensé que tal vez sería la última vez que lo vería. Aspiré su aroma y aprecié el momento una vez más. Me separé un poco de él y Jared bajó su cabeza para ver qué pasaba. Me puse de puntillas y lo besé tiernamente y con lentitud dejando que el tiempo pasará despacio.

Claro que lo haría... Lo haría por él.

Por mi Jared.

Te amo, Jared.

No sé si lo escuchó o solo lo dije en mis pensamientos pero no quería romper ese momento.

Que tal vez, sería el último...

Emma, la caída de un ángel (Saga Genus #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora