Capítulo 39

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Jared sostenía mi mano asombrado por lo que lo rodeaba, sin duda lo celestial que tenía el lugar en donde nos encontrábamos, en donde ahora gobernaríamos ambos.

Mis hermanos iban detrás mío y Karla, junto a Elián, quienes serían los primeros caídos en recuperar sus hermosas alas. Después le seguía Leik y Crescente quienes nos habían esperado en la entrada.

Todo iba de acuerdo al plan, sin duda.

Cuando entramos al cielo, no había un alma, pero después de habernos adentrado a las instalaciones, todos los ángeles observaban al individuo que tomaba mi mano. Pero él no se inmutaba, estaba demasiado ocupado observando todo cuanto lo rodeaba y su emoción era lo que iluminaba mi cara.

Todos los ángeles se dirigían al estrado, esperando las decisiones que vendrían después de mí.

Llegamos todos a la cima de la instalación y los ángeles guardaron completo silencio.

— Las decisiones tomadas se llevaran a cabo hoy, aquí presentes. Comenzamos. — dictó quien había tomado por escrito mis palabras.

Lo primero en cumplirse. A Mason, Cres, Zayd y a Leik les entregaron sus papeles y sus alas crecieron junto a su poder. Después los ángeles vengadores se acercaron a Karla y Elián para entregar sus papeles.

La expresión de Karla se volvió la emoción en carne viva cuando sus alas salieron de nuevo de su espalda. A la siguiente condición le siguió el papel de Vengador a Milton.

Todo estaba en su lugar, no todos parecían estar de acuerdo con la idea de que Jared fuera un líder para ellos, pero estaba segura que él podría hacer muchas cosas por nosotros.

Lo nuevo no era malo.

Me levanté de mi asiento y me hice escuchar entre la multitud.

— La última decisión no fue fácil de tomar, pero prometo que todo saldrá bien. Ahora. — dije con un nuevo entusiasmo. — Les presento a Jared. — lo señale. — Nuestro mortal.

La sala estalló en gritos y aplausos. Ahora la multitud parecía aceptarlo.

Mi sonrisa creció y Jared me vio un poco nervioso pero sonriendo de igual manera.

Las cosas no podrían ir tan mal después de todo.

O eso creía yo...

(...)

Una semana después...

Jared y yo estábamos en un centro educativo, donde enseñaban a los ángeles primerizos a usar sus poderes y controlarlos.

Todo iba bien desde que los ángeles se acoplaban a la idea de Jared con nosotros. Incluso algunos se hicieron sus amigos y nos aceptaron como líderes. Asistimos a la boda de su padre y por fin le explicó que tendríamos que viajar por algún tiempo. Incluso me dio la oportunidad de sanar a su tía enferma y conocerla.

Salimos del centro y nos reunimos con una sonrisa fuera del establecimiento.

— Te quiero tanto, Emma. — acarició mi mejilla.

Le iba a contestar pero unos estruendos a lo lejos llamaron mi atención.

Me giré hacia donde estaban las puertas del cielo. Mi ceño fruncido y mi cuerpo rígido.

Una horda de ángeles gritaba enloquecida y corría por todas direcciones por tal ruido. La explosión provenía de la salida para el mundo mortal. Y por lo que veía, un pilar del recibimiento se había derrumbado.

Rápidamente saqué mis alas y me dirigí con velocidad al origen del escándalo.

Mason y Zayd ya se encontraban a mi lado. Pero no era un pilar que se había derrumbado, el sonido no provenía del cielo. No, el sonido provenía de la Tierra, y el estallido tuvo que ser lo suficientemente fuerte para que se escuchara hasta nuestros oídos, y ni las armas más poderosas de los mortales podían causar eso.

Alarmada asomé mi cabeza por la fosa donde podíamos observar los mortales. Pero necesitábamos una vista clara.

— Zayd, Mason. — los llamé.

Ellos escucharon con atención y entendiendo llamaron a Leik, Elián, Crescente y Milton. Y por supuesto, Karla venía conmigo.

Una vez reunidos fui la primera en lanzarme por la fosa sin guardar mis alas para poder suspenderme en el aire.

Hasta estar en una distancia razonable me quedé aleteando en el mismo lugar para observar lo que sucedía. Los demás estaban detrás de mí con el mismo semblante serio.

Mis ojos cubiertos por mi ceño más que fruncido buscaba la causa con desesperación del origen de tal estruendo.

Localicé el lugar, echaba humo y había fuego sin cesar. Toda una multitud salía corriendo del establecimiento y el alarido de personas en pánico llenaba la ciudad.

— Tal vez solo fueron los mortales, o una falla técnica. — sugirió Elián.

— No. — dije. — Ninguna arma mortal o falla puede ocasionar un sonido de ese tipo. Es algo más poderoso, mucho más poderoso.

Mis ojos buscaban frenéticamente entre la multitud que salía, buscando por algo no mortal, que esperaba no fuera lo que pensaba.

Un ruido de succión resonó dejando una sordez a su paso para después dar comienzo a un estallido peor que el anterior. El sonido trajo consigo una nube enorme de humo, junto a una areola verde que la rodeaba explotando y haciendo que un fuerte viento la acompañara con su expansión. Y aunque se expandía en cámara lenta, la fuerte brisa nos alcanzó haciendo que nuestras alas lucharan de más para permanecer en nuestro lugar.

Tapé mis ojos con mi mano y cubrí mi cara con mi brazo.

Ya no cabía duda de que esto no era de origen mortal.

La areola se expandía cada vez más derribando personas a su paso, arrasando con todo lo que tocaba.

Cuando ésta estaba más lejos de nosotros un humo infernal se esparcía por la tierra sin dañar a nadie.

Mis ojos buscaron con aún más desesperación a una pista que me revelara una cosa simple.

Mis ojos captaron a los únicos seres que no estaban yaciendo en el suelo, y sin embargo caminaban con paso decidido.

— Emma, ahí. — señaló Karla a donde mis ojos estaban posados.

Cuando la nube se dispersó los individuos dejaron de caminar y observaron todo el lugar.

Una mujer encabezaba la fila, tenía cabellera del color de la sangre y sus ropas eran de seda, su piel era blanca, casi transparente y sus ojos oscuros observaban todo el lugar, sus orejas puntiagudas salían de su pelo y sus finísimos rasgos resaltaban todo su ser.

Y solo un ser podía tener tal rasgo, y no era mortal en absoluto.

— ¿Qué...? — dijo Leik detrás. — ¿Son...? ¿Son?

— Demonios. — terminé la frase con mis ojos observando a la mujer que encabezaba la fila.

Una reina sin duda. Una reina súcubo.

Emma, la caída de un ángel (Saga Genus #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora