Capítulo 45

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Después de que terminamos de comer, todos dijeron que ir al lago a refrescarse era una buena idea y después se llevaría a cabo el entrenamiento. Pero Mason, Karla y yo dijimos que vigilaríamos el perímetro, Mason había insistido en que era peligroso llevar a Karla, pero finalmente lo convenció diciéndole algo al oído que fingiré que no había escuchado.

Me era fácil vigilar el perímetro pues esto de escuchar sus pensamientos me daba una eficacia para saber si estaban cerca. Realmente no tenía ni idea de cómo diablos funcionaba y la duda sólo hacía que mi cabeza explotara.

Caminamos por el bosque evitando ramas y todo tipo de arboles que se cruzaban por mi camino. La brisa soplaba tranquila y la vista del bosque era espectacular.

— ¿Emma? ¿Puedo preguntarte algo? — dijo Karla caminando a mi lado.

— Claro. — dije apartando las ramas.

— ¿Qué fue eso de "Jared" y correr al lago como si tu vida dependiera de ello? — sonrió burlonamente y mi sonrisa se borró deteniendo mi paso.

Parpadeé un par de veces y miré a Karla que me miró de forma confundida.

— Eh... No, nada. — dije siguiendo el paso con el ceño fruncido. — Solo, presentimientos.

— ¿Tú también los viste? — dijo Karla sorprendida.

— ¿Qué? — me detuve.

— Karla. — dijo Mason en tono de advertencia. — No.

— ¿Qué? ¿No? ¿Por qué no? ¿Qué es lo que debería haber visto? — dije acercándome a ellos.

Mason miró a Karla, y ella le devolvió la mirada con perturbación. Y aunque Mason negó con la cabeza Karla dirigió su cabeza a mí y miró mis ojos.

— Los demonios. — dijo haciendo que mi sangre se helara. — Era una mujer y un hombre. Ellos estaban observando el lago cuando tú fuiste con Jared.

— ¿Ellos estaban ahí? — pregunté.

— Sí, pero ¿cómo supiste que ellos estaban ahí? — dijo Karla intrigada.

Miré un momento a Mason y a Karla con un poco de duda... ¿Y si no era la única que los escuchaba? ¿Y si Karla y Mason también podían escucharlos?

— Yo... Bueno, sé que sonará raro, pero, los oí. — los miré a los ojos y ellos se miraron entre sí.

— Pero... Sus bocas no se movían, Emma. — dijo Karla negando con la cabeza para remarcar el punto.

— No. Los oí en mis pensamientos. — dije esperando su respuesta.

— Eso es imposible, sólo los ángeles pueden hacer eso... Y los ángeles a los humanos. — dijo Mason cruzando sus brazos en su pecho. — Nunca oí de un ángel escuchando a demonios.

Me encogí de hombros restándole importancia y seguí mi camino. Tal vez Mason tenía razón, pero eso no explicaba la razón por la que los escuchaba. Y lo que no sabía era si ellos también podían escucharme.

Cuando volvimos de asegurar el área, todos estaban entrenando. Unos cuerpo a cuerpo, unos enseñaban a luchar sin armas a otros, y otros enseñaban a manejar armas. Todos hacían algo, pero no veía a Jared.

El hecho de que Jared no estuviera ni con Zayd ni con algunos otros hizo que mi sangre bajara a mis pies. Me acerqué casi corriendo a Zayd y a Milton, quienes luchaban cuerpo a cuerpo.

— ¿Y Jared? — les pregunté con la mirada más filosa.

— No lo sé, dijo que te iría a buscar... — dijo Milton encogiéndose de hombros y secándose el sudor.

— ¿A mí? — dije incrédula.

— Dijo que se estaban tardando mucho y que iría a ver si no tenían problemas. — dijo Zayd con el ceño fruncido.

— ¿Y no se te ocurrió ir con él? — le grité no tan alto.

— Oye tranquila... — se rió Milton. — Leik y Pamela fueron con él.

Tomé de nuevo mi arma y me dirigí a la entrada del bosque.

— Espera, Emma. — gritó Crescente tomando su arco. — Voy contigo.

Asentí y cuando estuvo a mi paso nos adentramos al bosque. Tenía miedo de todas las posibilidades que podrían haberle pasado a Jared. Sobre todo, porque siendo ángeles reclutados, podían desarrollar más poderes de lo acostumbrado, pero con tan poco entrenamiento, era imposible que fueran capaces de defenderse.

Me detuve en medio del bosque por andar sin rumbo y sin señal alguna. Y de repente una brisa suave sopló haciendo mi cabello volar.

Buen trabajo, Aroc. Ya tenemos al rehén por el que cambiarán lo que queremos.

Mi sangre se heló y la preocupación invadió toda mi cara haciendo que Cres se percatara de ello.

— ¿Qué pasa, Emma? — dijo Cres y un silencio invadió lo que nos rodeaba.

Y fue cuando lo escuché, su grito desgarrador, su agonizante voz y como si lo viera frente a mis ojos, cómo trataba de luchar por zafarse de los demonios que lo tenían cautivo.

— Emma — gritó Jared llamándome, pero después de su grito reinó el silencio completo y tuve una pequeña idea de donde estaba atrapado o por lo menos de qué punto cardinal provenía.

— Necesito refuerzos, Cres. — le dije viendo como el viento soplaba por los árboles. — Ve, yo no me acercaré mucho. — me puse frente a frente con él. Le di un pequeño polvo que colgaba del mango de mi espada. — Dejaré rastro.

Crescente se fue rápidamente mientras yo, con toda la valentía que reuní de un momento a otro corrí por donde creía que provenía y me escabullía por los árboles sin dejar rastro alguno de mí excepto el polvo para que solo los ángeles me encontraran.

Llegué a una zona donde los árboles estaban quemados o tenían rasguños y fue cuando reduje mi paso siendo más silenciosa aún.

La observé. Ella estaba mirando el árbol donde yo me escondía y tenía una gran sonrisa en su cara arrogante. Estaba sentada en su trono de ramas que ahora tenían filos de garras. A su lado, Jared colgaba de una cruz, al igual que Leik y Pamela.

— No te escondas. — dijo en un murmullo que llegó a mi oreja claramente.

Te estaba esperando.

Emma, la caída de un ángel (Saga Genus #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora