Prólogo

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— Buenos días, John. — saludé al guardia de las puertas del cielo.

— Buenos días, Emma. — respondió.

Entré a las oficinas celestiales y saludé con una gran sonrisa a todo mundo.

Las oficinas celestiales eran enormes, nunca faltaba ver a un ángel volando presuroso para entregar informes.

Mi novio Steve trabajaba en una, y ahora que tenía un pequeño hueco entre mis actividades me dirigía a darle una muy buena noticia junto con unos papeles que me pidió.

Llegué hasta la oficina de Steve y le entregué los informes sobre cuántos mortales necesitaban un custodio.

— Buenos días, Sr. Steve. — lo saludé divertida.

— Buenos días, Sra. novia, — me contestó y se inclinó en su escritorio para darme un beso en los labios. — Veo que hoy estás muy entusiasmada.

— Oh, bueno... — resoplé e hice un gesto restándole importancia. — tal vez sea porque...

— Porque... — me imitó Steve sonriendo.

— ¡Me van a ascender! — revelé emocionada.

— ¿Qué? — dijo Steve asombrado. — Nah, no te creo.

— Sí. — confirmé y le dediqué una sonrisa.

— Eso es genial. — dijo Steve levantándome como si de una pluma se tratase y yo reí como una niña emocionada por un juguete. — ¿Qué puesto? — preguntó una vez que dejó de darme vueltas en el aire.

— Ángel sanador. — sonreí y besé rápidamente los labios de Steve.

— ¡Oye! — dijo asombrado. — Lo que siempre quisiste. — asentí con la cabeza y mordí mi labio ocultando una gran sonrisa que amenazaba con salir. — Felicidades.

Nos dimos un abrazo y me despedí con un beso dirigiéndome a las oficinas generales de nuevo.

Entré y saludé con una gran sonrisa a la preciosa ángel que tenía la desdicha de atender los asuntos personales de Milton, angel que, tenía como cargo supervisar que todos los ángeles cumplieran con sus responsabilidades.

— Milton te quiere en su oficina. — dijo Martha.

Asentí con la cabeza y me dirigí a ella con un semblante serio, aunque estaba teniendo un presentimiento de qué era lo que quería decirme. Ya que había entrado en la oficina de Milton, él me saludó con un asentimiento de cabeza.

— Buenos días, Milton. — saludé.

— Igualmente, Emma. — dijo. — Ya que has hecho un buen trabajo en apoyar estas oficinas, la corte y yo decidimos que merecías un puesto mayor que el de ahora, y como fue tu madre un día... Pensamos que quizás seguir sus pasos era lo correcto para ti. Ya estás dentro. — vi un destello en sus ojos. Milton siempre fue amable conmigo, pero mi hermano decía que tenía mucho rencor a nuestra familia por la expulsión de nuestra madre. — Entonces te otorgamos tu título de ángel sanador, veo que ya te habían informado. — asentí con la cabeza y tomé el papel de oro que estaba encima del escritorio. — Felicidades.

— Gracias. — sonreí y Milton me dio unas explicaciones de lo que tenía que hacer por la iniciación.

— Lo primero, tienes un lugar apartado en la enfermería. En caso de que se presente un juicio pronto, ya tienes lugar dentro de los votantes y no sólo con los ángeles de audiencia, ¿quedó claro? — preguntó aguardando alguna expresión de mi parte y me limité a asentir con la cabeza dejando que prosiguiera con las explicaciones.

Emma, la caída de un ángel (Saga Genus #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora