Capítulo 34

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Las gotas caían por mi barbilla, mi cabello húmedo junto a mis alas. La noche oscura y el bosque en completo silencio.

Una fina capa de lluvia caía alrededor, y mis pensamientos se dirigían a una sola cosa.

Jared.

¿Qué era verdad y qué era mentira?

No importaba, tenía que aclarar las cosas con él, pero... ¿Qué le diría?

Ni siquiera tenía una mínima idea.

— Oye, Emma. — Leik venía detrás de mí. — Lo que te dije, todo lo que dije, era mentira y tú lo sabes. Ya te expliqué que era porque el ángel estaba escuchando. — se paró frente a mí obstaculizando mi paso con su inminente y fuerte cuerpo y su gran altura. — Nada fue cierto, sólo era para hacerte dudar.

Mi ceño fruncido se negaba a irse de mi expresión, y miraba con ojos inquisidores a Leik, que de alguna manera me había hecho dudar de todo lo que me rodeaba, incluyendo las personas que podía llegar a amar.

— No vayas a estropear toda tu relación aquí por las palabras que dije. — replicó.

— Algunas cosas de lo que dijiste parecen tener sentido, y aún así, siendo mentira o no. Tienes razón. — dije enfocada en él.

— Claro que no. — se rió tomando mis hombros. — Fue una distracción, en realidad, Mason y yo nos pusimos de acuerdo para hacerte dudar de aquello y hacer que salieras de ahí, nada fue verdad. Y él sabía que pegarte en donde más dolía, te haría reflexionar tanto, que te abrumaría tanta multitud a tu alrededor.

Vaya hermano que tenía...

— ¿Mason? — dije aún confundida.

— Tu hermano. Sí, lo conozco. De hace mucho de hecho, y él me contacto porque sabía que Cres y unos más habían salido a buscarte. Por eso entraba yo, haciéndote dudar como ya dije. — me soltó y puso sus manos en sus bolsillos.

Parpadeé sorprendida.

Entonces... Nada fue cierto.

¿Y Aine? ¿Dónde estaba?

Guardé mis alas y caminé por el bosque debajo de la lluvia, con Leik detrás de mí.

Mi objetivo, era encontrar mi casa... La casa donde antes vivía, donde Aine y Elián vivían. Y como el trayecto me lo sabía de memoria por tantos viajes que había hecho en el bosque, fue fácil llegar hasta ahí.

Me paré en el porche y después subí las escaleras que daban a la puerta.

Las voces de adentro se escuchaban inquietas.

Toqué a la puerta, y las voces cesaron. Oí pasos vagamente familiares acercarse a la puerta. Y abrió.

Sus lindos ojos me examinaban aún con dudas, su semblante era de preocupación y sus labios estaban en una fina línea marcados, su cabello estaba despeinado, pero eso no le quitaba lo atractivo en absoluto.

— ¿Emma? — cuando me reconoció, sus cejas fruncidas se formaron en una línea de expresión y sus ojos se abrieron con impresión.

— ¿Jared? — dije aún sorprendida por su presencia aquí. — ¿Qué haces aquí?

— Pasó mucho tiempo desde que nos separamos, y... pues, vine a buscarte con la esperanza de que estuvieras aquí, pero Aine me dijo que no estabas, y que no sabía nada de ti desde entonces. No sabía donde más buscar, pero ya que estás aquí no importa. — me abrazó, no correspondí el abrazo tierno que me dio.

Y su cuerpo se tensó, supuse, por el ángel que estaba detrás de mí con su aire despreocupado y como casi siempre, callado.

— Uh, Perdón. — dijo con su tono aún despreocupado. — Soy Leik, amigo del hermano de Emma. — me separé de Jared para ver su expresión.

Leik le tendió una mano en forma de saludo, y Jared de mala gana la aceptó.

— Soy Jared. — se presentó secamente.

Aine se asomó por la puerta sin saber qué pasaba y cuando sus ojos se posaron en mí, se agrandaron cual platos.

— ¡Emma! — gritó sin contener su entusiasmo. — ¡Te extrañé tanto! No te vuelvas a ir, por favor. Haré lo que sea, incluso te apoyaremos en lo que necesites, pero una madre no puede estar sin su hija, Emma, por favor. — me abrazó mientras decía todas esas palabras que me confirmaban que ella era la verdadera Aine, y no una copia con el cuerpo de un ángel como decía Leik.

— Yo también te extrañé, mamá. — le susurré y la estreché en mis brazos cerrando mis ojos.

Ella, era mi verdadera madre. Ella me aceptó tal cual era, y no me juzgó por lo que me convertí. Definitivamente, ninguno de los dos me quería por el poder que obtendría.

Me separé de ella y le sonreí.

— Tus hermanos te están buscando. — dijo Jared aún serio.

Lo miré a los ojos. Estaba confundida por su expresión.

— Los buscaré en un momento. — le dije manteniendo mi rostro como el suyo.

— No hace falta. — dijo Leik mirando al cielo. — Ya vienen, y no vienen solos.

Las alas de mis hermanos aparecieron en mi vista y no dudé en apoyar mis pies contra el concreto y extender mis alas para salir volando a ellos.

Nos encontramos en la tierra y fue cuando vi con impresión sus acompañantes.

Mason traía a Karla rodeada por la cintura y Zayd llevaba a Helen, quien tenía una expresión extasiada por ver todo desde la altura.

— ¡Emma! — gritó Helen, quien fue la primera en acercarse a mí. — ¿Dónde te habías metido? — me dijo dejándome de abrazar.

— Es una larga historia, Helen. — le sonreí.

— Pues me la contarás te guste o no. — se rió Karla dándome un abrazo.

Mis hermanos me hicieron un sándwich mientras me abrazaban, y yo me quedaba sin aire.

— Basta. — les golpeé el pecho y pararon su abrazo.

Mason se dirigió a Leik y lo saludó compartiendo sonrisas y cómo se veía Zayd también lo conocía, y eso me daba confianza.

Jared se acercó a mí y me tomó las mejillas. Lo miré sonriendo, porque su semblante se había ablandado y me besó tiernamente, pero con necesidad. Y como si hubiera pasado mucho tiempo, me sujetó contra su cuerpo disfrutando el momento.

No sabía qué pasaría a partir de ahora, pero si estaba segura de algo, era que no me alejaría de Jared mientras estuviera con vida, o mientras él estuviera con vida.

Jared era a lo único a lo que me podía aferrar en estos momentos...

Emma, la caída de un ángel (Saga Genus #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora