Capítulo I

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Salgo de la recepción del edificio y me encuentro de nuevo con este nuevo lugar, con gente caminando con rapidez, discutiendo con personas al otro lado del celular y tomando el autobús. El frio aquí parece ser mas intenso que en ese antiguo lugar donde vivía. Meto las manos en mi abrigo y bajo los dos escalones que me separan de la acera para emprender mi camino a la universidad.

— ¡Oye! Espérame. —No me detengo, pero si camino un poco más despacio para que pueda alcanzarme, al final de todo es la persona que mas paciencia me ha tenido desde que llegue.

— ¿Ibas a irte sin mi? No lo puedo creer, te dije que solo buscaba mis zapatillas y estaba lista, hoy tengo entrenamiento hasta tarde per...

La chica que habla es Ludmila Freyed, mi compañera de piso; una chica muy diferente a mi. Es bailarina de ballet, sus ojos grises brotan chispas de felicidad a donde llegan y su carisma ilumina cualquier lugar oscuro al que llega. Es como un loro viejo que no para de hablar de todo lo que se le venga a la cabeza, Raro que viva con ella, ¿Eh? También me dije lo mismo. Fue la única chica que pudo pagar el alquiler del apartamento donde vivimos.

Mis padres me permitieron venir con la única condición de permitirles pagarme un apartamento, no me quedo mas que aceptar, pero para hacérselas mas fácil, busque una compañera y así ella pagaría la mitad del alquiler. Los padres de Ludmila tienen dinero, por lo que no tienen ningún problema en pagarle el lugar.

—... Pero le dije que no quería, que me vendría en taxi y que no lo quería volver a ver, como me aconsejaste. ¿Me estas escuchando? —Pregunta colocándose frente a mi y caminando de espaldas. Paso las manos por mis ojos y asiento con la cabeza —No, no, así no, a mi me hablas.

—Estoy escuchándote. —Digo, ella se aparta y vuelve a caminar a mi lado.

—No entiendo cual es tu problema con hablar, todos me preguntan si eres muda; cuando les respondo que no me preguntan si tienes novio —Al escuchar eso no pude evitar que mi pecho se hundiera y una corriente me recorriera haciéndome cerrar los ojos con fuerza —También me preguntan por tu numero pero si que si se los doy vas asesinarme... ¡apenas y me lo diste a mi!

Las hormonas de los chicos en la universidad parecen estar más alborotadas que nunca. Ludmila llega con un cuento nuevo de chicos que quieren mi numero telefónico, un abdomen definido y una cara bonita como mascara aquí volvían loco a cualquier hombre, porque eso era mi rostro, una mascara, no se daban cuenta lo podrida que estoy por dentro.

—Hoy tengo practica, se que no conduces y aun no entiendo porque; deberías ir aprendiendo. Si quieres puedo traerte antes del entrar al gimnasio, ¿O tienes practicas? Si tienes prácticas entonces salimos a la misma hora. ¿Podrías mirarme y responderme? —La observo confundida.

—Si. —Digo.

— ¿Si que?

—Si tengo practicas, me vendré contigo. —Digo.

—Muy bien, mi auto lo deje ayer en el estacionamiento del gimnasio. Cristian ayer fue por mi —Suelta un suspiro —Para nada... hemos terminado.

—Hoy en la noche volverán nuevamente —Digo, sarcástica. Siempre es lo mismo entre ellos dos, son tan inmaduros he infantil. A veces he tenido que largarme del apartamento para no tener que escuchar por las estupideces que pelean.

— ¡Oye! Claro que no. No voy a volver con el. —Dice —Cambiemos de tema... ¿Por qué no conduces?

Porque soy una maldita asesina al volante que por su culpa murió una persona cuando manejaba.

-SAM-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora