Capítulo III

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Iba asesinarla, ¿Cómo podía hacerme esto? Llevo horas esperándola y la puta lluvia no para de caer. Camino de un lado a otro frente al gimnasio de boxeo, mi bolso cuelga de mi hombro y el frio comienza a calarme los huesos.

Ludmila quedo comprometida conmigo para venirme a buscar, como todos los días. Pero son casi las doce de la media noche y ella aun no ha pasado por mí.

¿Y si le pasó algo?

No, no, no. Ya nada de eso puede pasar, eso quedo en el pasado.

Tomo mi teléfono con manos temblorosas por el frio y por el miedo que me invadió y marco su número:

Primer tono...

Segundo tono...

Tercer tono...

¡Hola! —Grita al otro lado del celular y siento que puedo respirar mejor.

— ¿Estas bien?

Por supuesto, ¿Y tu? —Pregunta.

—Bien —Tomo una respiración profunda —Olvidaste que tenias que venir por mi, ¿Cierto?

¡Oh, dios mío! —Grita, yo alzo la vista al ver un cuerpo acercarse a mi —Voy por ti ahora mismo, lo siento muchísimo.

Mientras ella hablo tengo mi vista fija en el chico que esta frente a mí. Luis Lerman acaba de llegar a donde estoy.

—No hace falta. Un amigo me va a llevar —Digo, el emboza una sonrisa.

— ¿Segura? Porque puedo ir a buscarte ahora mismo.

—Estoy segura. Quédate tranquila. —Cuelgo.

— ¿Qué haces tan tarde acá? —Pregunta Luis, su chaqueta esta un poco mojada por la lluvia.

—Mi compañera de piso quedo en venir a buscarme pero lo olvido. Ahora vas a llevarte tú. —Digo, y me encamino a su auto, lo oigo sonreír.

— ¿No tengo otra opción? —Pregunta. Abro la puerta del copiloto de su auto y niego con la cabeza antes de meterme en este.

Conversamos mientras vamos camino a casa. Luis siempre ha sido una persona con la que resulta fácil conversar. Nos detenemos un momento para comprar chocolate caliente cortesía de el. Llegamos a mi piso a las una y diez de la madrugada. Lo envite a pasar pero se niega por la hora y promete que mañana pasara por mi para ir por algo de comer.

Termino de despedirme del ladeando mi mano en su dirección. Cuando subo al ascensor que tiene vista al frente del edificio puedo notar que aun sigue estacionado allí, pero trato de no prestarle mucha atención.



Es fin de semana y a diferencia de casi el cien por cien porciento de los estudiantes, yo no me siento tan feliz. Estar encerrada y no tener con que entretener mi cabeza solo me hace regresar al pasado y a lo que sucedió. Ludmila y Daniel salen al medio día y les prometo que estaré bien quedándome sola. Gracias a Dios lo creyeron y salieron de inmediato.

** ¿Quieres salir?**

Es un mensaje de Luis. Esta vez, no dude ni un segundo y respondí de inmediato:

**Pasa por mi un veinte minutos**

Como le dije, veinte minutos después esta frente a mi edificio, recostado a su auto. Cuando me ve salir endereza su cuerpo y sonríe hacia mí.

-SAM-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora