Cassie

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¡No entiendo porque no he recibido su respuesta! ¿A creído que es un juego? No, no. Observo nuevamente la pantalla de la computadora con los dedos picándome, ¿Debería dejarle otro mensaje? ¿Y si se asusta? Niego con la cabeza y miro la puerta nuevamente. Borro rápidamente el historial y salgo.

Necesito que Samantha Collen responda los mensajes que le he dejado en esa red social. Fue la única forma de encontrarla y comunicarme con ella. Me ha respondido de la misma manera con la que yo le escribí, me alegro que lo haya hecho, pero ya tengo casi una semana esperando otra respuesta y no la he obtenido.

He podido recordar algunas cosas, reminiscencias de mi pasado han llegado a mí y descubrí algo muy importante: Estas personas no son mis padres. He tratado de seguirles el juego, de actuar como ellos lo desean, pero ya ha pasado tanto tiempo que empiezo a desesperarme.

¿Por qué no escapo? Porque la casa está rodeada por hombres que cuidan al sujeto que se hace llamar mi padre. Lo he intentando, pero termino siendo descubierta por alguno de ellos, o por alguna de las cámaras que están por casi todo el exterior de la casa, no me queda otra cosa más que decir que quería ir por un helado.

—Hija, ¿Qué haces en la oficina de tu padre? —Pregunta Vitalia, la mujer que se hace llamar mi madre, me congelo en mi lugar con los ojos en blanco — ¿Quieres que nos castigue? Sabes que no podemos entrar allí. —Dice, con miedo puro en su rostro.

—Solo lo buscaba a él, madre. No trataba de hacer algo más. —Digo, volviéndome hacia ella y colocando mi mejor cara de confundida. Esta mujer le cuenta todo a su marido, algunas veces la escucho sollozar, pero no quiero pensar que el la golpea.

—Está bien, está bien. No le diremos nada a tu padre, ¿Está bien? —Yo asiento — En un momento vendrá tu profesora de matemáticas, quiero que estés lista. —Termina. Vuelvo a asentir.

La mujer sufre de algún trastorno que aun no logro averiguar, solo se lo he escuchado decir a ese señor. No tengo permitido salir de casa y si lo hago es acompañada por dos de sus hombres. Recibo clases en casa y no puedo tener celular, ni computadora. Ese señor dice que son una mala influencia, pero ahora entiendo porque no desea que pueda comunicarme con el exterior. Solo puedo ver algunos canales de tv con la escusa de que los otros son dañinos, pensé que era así hasta que empecé a recordar todo.

Todos los días recibe denuncias y demandas por fraude, pero como abogado logra salir bien librado de todo. He podido descubrir muchas cosas desde hace seis meses hacia acá, cuando empecé a recordar.

Supe que tuvo una hija la cual murió hace más de un año, su primera esposa murió de cáncer y es un abogado muy respetado pero también corrupto para algunos.

—Buenas tardes, familia. —Escucho y me vuelvo mirando desde el segundo piso. Ha llegado nuevamente. Bajo como cada día y le abrazo, intentando que no sospechen nada.

—Nuestra hija te extraño demasiado. Se levanto buscándote en tu oficina. —Dice Vitalia, mierda, esta mujer no puede callarse nada. El frunce el ceño y me observa.

—Solo quería saber si estabas allí, cuando no te vi salí de inmediato. —Digo, frunciendo los labios en una sonrisa.

—Sabes que no pueden entrar allí. —Dice, no de forma dura, pero si con cierta advertencia en su voz.

—Lo siento. —Susurro. El asiente, Vitalia lo invita a la cocina por algo muy rico que le ha preparado según sus propias palabras. Yo me quedo plantada en la sala de la planta baja y algo llama mi atención, ha dejado su celular en la mesa junto a los muebles.

Mis manos empiezan a sudar y mi corazón palpita con fuerza, si me descubre podría hacerme daño, aun no lo ha hecho, pero nada le costaría hacerlo. Obtuve el número de Samantha mientras indagaba en la web, podría llamarla...

Sin pensarlo una vez más tomo el aparato y marco su número, encontrándome con la sorpresa de que el ya lo tiene grabado. ¿Y si es su amiga? ¿Y si ella es su cómplice? No, no puede ser.

— ¿Bueno? — Escuche luego de tres timbres, su voz suena adormilada o triste, no lo sé exactamente.

— ¿Samantha Collen? —Suelto en un susurro desesperado. Quito el celular de mi oreja para verificar que no se haya cortado la llamada porque no recibí respuesta alguna —. ¿Samantha? —Vuelvo hablar, esta vez con la mandíbula apretada por la desesperación.

— ¿Ca-Cassie?—Susurra al otro lado.

—No tengo tiempo, ayúdame a salir de aquí. Sé que te conozco, puedo recordarte eres mi única esperanza.

— ¿Q-Que? ¿Estás bien? ¿Te han hecho daño? —Pregunta con desesperación.

—Estoy bien, solo investiga a fondo, creo que tu lo conoces... —Escuche pasos venir de la cocina, por lo que corto la llamada, borro la misma y dejo el celular en la mesa, para lanzarme al mueble con un libro en la mano.

...

Un extra de Cassie.



-SAM-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora