Capítulo IV

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Salimos de nuestro piso corriendo, tomamos el ultimo vuelo que gracias a las influencias de la familia de mi compañera pudimos encontrar pasajes. Ludmila va a mi lado, al verme tan destruida no hizo nada mas que darme un fuerte abrazo y colocar uno de sus audífonos en mi oreja.

La música es una melodía suave a ella, para viajar le gusta la música clásica. Quiero dejar el auricular de lado, pero creo que seria grosero de mi parte. No tengo ánimos para nada, mi abuela era una de las personas más especiales en mi vida. No entiendo que paso, mi madre no me ha explicado nada.

El avión hizo una hacer escala, por lo que nos tardamos un poco más. Cuando llegamos un auto que ha alquilado mi compañera nos espera, lanzamos al maletero todo lo que traemos y nos embarcamos a este.

Es casi una hora de viaje en auto, pero cuando entramos a mi pueblo los recuerdos me golpean de nuevo. Nunca había llorado así, no como ahora. No esta Anabel, no esta Cassie, no esta mi abuela. Las lágrimas salen de mis ojos a borbones. Ludmila debe detener el auto para tratar de calmarme.

Cuando esta se ha convencido que estoy bien emprende de nuevo el camino. No quiero preocuparla mas, por lo que decidí dejar las lagrimas de lado. Pero algo dentro de mi se quebrado, creo que esta fue la gota que derramo el vaso. Mi propia piel arde y no puedo evitar hacerme daño a mi misma.

¿Por qué creo que esto fue mi culpa?

No es un secreto para nadie que lastime a más de uno con mi partida. Y no pensaba volver, no iba a dejar que ellos me viesen; soy una maldita egoísta, solo soy yo, yo y yo.

Cuando estacionamos frente a mi casa veo que hay varios autos, pero no presto mucha atención, tomamos nuestros bolsos y caminamos a la puerta; solo me basto tocar una vez cuando tenía a Marcos frente a mí... y no pude más, mis bolsón cayeron al suelo y me derrumbe en sus brazos.

Mi dolor es tan fuerte, quema tanto, siento no tener fuerzas en ninguna parte de mi cuerpo. Escucho a mi madre decir mi nombre y tomarme en sus brazos, luego a otra persona, pero ahora mismo no capto quienes son, mis ojos están nublados por las lágrimas.

—Debemos colocarle un calmante —Escucho la voz de mi padre. No quería, no quiero, pero no tengo fuerzas siquiera para quejarme.

De pronto, siento un pequeño pinchazo en mi brazo y segundos después todo se nubla y se vuelve oscuro...



Despierto cuando una luz brillante traspasa mis parpados. Estoy confundida, me siento en mi cama, por un momento no recuerdo nada de lo que esta pasando; pero la realidad no tarda en golpearme.

Vuelvo a recostarme en mi vieja cama y las lágrimas no tardan en salir. Mamá entra unos minutos después:

—Tu amiga esta durmiendo en la habitación de huéspedes, no quise despertarla, se veían muy cansadas. —Aunque trata de ser optimista puedo notar una pisca de dolor en su voz. Yo no digo nada —Te he comprado esto —Dice, sacando un vestido negro de una bolsa de papel —Tu abuela siempre quiso verte en un vestido, pensé que hoy podrías ponértelo. —Termina, no quiero ser grosera así que tomo una respiración profunda y digo:

—Esta bien, Madre. Tomare una ducha y bajare. —Camino al baño y abro la ducha, cuando el agua fría cae sobre mi cuerpo este se estremece, pero se lleva consigo mis viejas lagrimas.

Tomo mi esponja y le aplico un poco de jabón liquido, lavo mi cuerpo sin animo alguno y al pasarla por mis brazos veo los rasguños que yo misma me he hecho.

-SAM-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora