Capítulo XXII

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— ¡No, no y no! —Ruedo los ojos y me cruzo de brazos —. No queremos eso para ti. ¡Hasta pucheros estás haciendo! —Me acusa enojado. Mis labios vuelven a ser una línea recta y bajo la mirada.

—Yo no hago esa mierda. ¡No sé por qué no lo quieres, siempre hablamos de eso! —Le saco en cara.

—Pero no es lo que te conviene ahora, en la UFC hay muy buenos boxeadores, sin mencionar que debes aprender nuevas defensas, ¡No tenemos tiempo para eso! No vas a resaltar. —Frunzo el ceño por su poca fe en mí.

—Carlos tiene razón, Samantha. —habla Daniel levantándose del escritorio donde estaba sentado, le doy mi peor mirada de odio —. Vamos a concentrarnos en las olimpiadas. —Afianzo más mi cruzada de brazos y mi enojo.

—No tiene remedio, es como una niña pequeña y malcriada. —Dice Carlos y quiero golpearlo.

Hemos estado discutiendo esto por casi dos horas, yo yéndome a la UFC no les parece la mejor idea. Ellos quieren que sea una boxeadora profesional y no una integrante más de la UFC, además eso de aprender nuevas técnicas de combate no te interesa mucho; lo mío es el boxeo y por eso, aunque no lo quiera así, les hare caso a ambos.

—Deja de hablar tonterías, hare lo que me dicen. —Susurro asesinando a Carlos con la mirada.

—Gracias a Dios. —Su tono sarcástico me hace querer golpearlo una vez más.

—Solo diles que no te sientes preparada para estar allí, y manda al director a la mierda como empiece con sus estupideces. —Propone Daniel y yo asiento. Me levanto y casi doblada por el dolor en mi abdomen camino hasta mi mochila y la cuelgo de mi hombro.

Hoy ha sido un día bastante duro en cuando a las prácticas. Primero Daniel con sus prácticas diarias y luego llega Carlos desde Tofino-Vancouver a querer acabar conmigo matándome con entrenamiento duro.

Cuando todos salimos del gimnasio se acerca a mí y pasa su brazo por mis hombros, lo que hace que lo mire con el ceño fruncido, Carlos nunca ha sido cariñoso con ninguno de sus alumnos.

—Has mejorado bastante, estoy muy orgulloso de ti. —Una sonrisa estuvo a punto de colarse por mis labios. Se siente bien que él lo diga, él, el ser más rudo que he conocido en mi vida.

—Lo sé, y créeme que no es por ti. —Digo con sarcasmo y riendo, lo que lo hace soltarme y empujar mi cuerpo lejos de él y choco contra la pared del pasillo. Gimo por el dolor que se produce en mi abdomen y lo miro con odio, agradecí al cielo llevar las vendas en mis manos, de lo contrario estas se hubiesen raspado ya que la pared es rustica.

Al salir del bloque los tres estamos en una conversación sobre algunos detalles que debo mejorar. Es lo que Carlos cree. Al alzar la vista me encuentro a Matías recostado a su auto revisando algo en su celular, una sonrisa se forma en mis labios por inercia.

—De seguro está escribiendo con otra y ella sonríe cuando lo ve. —Dice Carlos y mi sonrisa se borra de golpe para darle una mirada furibunda —. Solo bromeo, ya ni eso se puede hacer contigo.

—Ahora entiendo porque tus hijos no se parecen a ti —Su rostro muestra confusión pura —. De seguro no son tuyos. —Frunzo los labios con diversión y él me mira entre asombrado y confundido.

—Claro que son míos. Son idénticos a mí. —Dice cuando me estoy alejando de ellos con una sonrisa de satisfacción en mis labios.

—Solo bromea—Apunta Daniel.

—Hola —Susurro cuando llego hasta el. Quita la mochila de mi hombro y paso mis manos por su cuello dejando un beso en sus labios. Gimo de dolor cuando coloca una mano en mi cintura y me pega a él —. Carlos casi acaba conmigo hoy. —Explico, el asiente un poco serio.

-SAM-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora