Capítulo XXVII

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Samantha Collen:

Después de las entregas de medallas debimos asistir al cierre de los juegos. Por alguna razón, no podía parar de sonreír. Las personas que se tomaron el tiempo para felicitarme las salude gustosa. La medalla en mi cuello me encantaba, no podía pedir más.

Cuando debimos regresar, quería hacerlo con mi familia y con Matías, pero no pude. Debía volver con el grupo de deportistas. Eso opaco un poco mi buen humor. No podía sacar a Matías de mi cabeza, y es que... verlo allí, preocupado, pero apoyándome fue... inspirador. Sé que él no ama lo que hago, debido a las consecuencias que esto puede traerme, pero también se que jamás me pediría que lo dejara.

No quería a nadie más. Definitivamente estaba perdidamente enamorada de ese chico. Mis manos pican, una incomodidad se ha instalado en mi cuerpo y se, que es porque no lo tengo a mi lado. Compartí muy poco con el este tiempo que estuvimos acá. Y al final, con todos esos periodistas queriendo una entrevista, algunas ruedas de prensa, Dios, casi colapso.


Al bajar del avión varias personas junto al gobernador de la ciudad nos esperaban. No fui la única que ganó una medalla, varios atletas ganaron de bronce y plata, así como oro. Nos entregaron un ramo de flores a las chicas, el gobernador dio algunas palabras y nos dio sus felicitaciones. Después de eso todos querían fotos, hay demasiadas personas, muchísimas.

Carlos me saca de allí y nos encaminamos hacia una camioneta que nos espera. Recosté mi cabeza al espaldar del asiento y exhale cerrando mis ojos. He logrado lo que quería, solo me faltan un par de años para graduarme y, ¿después que? ¿Seguiré con mi carrera de boxeadora o lo cambiare todo por una vida con Matías?

Carlos me dejó en el departamento, solo me lance a la cama a dormir, no quería siquiera asomar mi cabeza al exterior, todo es una locura, mis redes sociales son una locura. Caí rendida en medio de pensamientos.

—Ey... Ceñito... —Abrí mis ojos, pestañando para adaptarme a la luz que entra. Era el, Matías. Lo abrace atrayéndolo a mí, pasaba que no habíamos tenido tiempo para ambos en Brasil, pasaba que lo había visto muy poco. Estuve bastante ocupada y Carlos apenas y me soltaba. —. Hoy eres mía, ¿cierto? —Acaricio algunos moretones que aún quedan en mi rostro.

—Hoy y siempre... —susurre. Y metí ambas manos por debajo de su camiseta. No sé qué horas eran, ni mucho menos a qué hora aterrizo su avión.

—No, para siempre aun no. —Aseguro, besándome. No aparte un poco y lo mire curiosa.

— ¿Por qué dices eso? —Se acomodo encima de mí apoyando sus codos a ambos lados de mi cuerpo. Me observo fijo, pude ver en sus ojos como se filtro el miedo, la tristeza, acuno una de mis mejillas mirándome con tanta intensidad, que me asusto, me dejo estática por unos segundos.

—Porque aun no eres totalmente mía, Sam... te puedo perder en cualquier momento, y más aun ahora que... eres más conocida en el país. —Lo observe confundida —. Vi como te observaban varios hombres mientras estábamos allá. Tengo tanto miedo de perderte. No sé qué haría, lo juro, porque esto que siento por ti es... Dios, me consume, Sam. Es muchísimo más fuerte que yo.

—Sabes que no tengo ojos para nadie más. No me sentiría bien con otra persona que no seas tú, ¿Por qué te preocupas tanto? Ya vamos a tener tres años juntos, Mat. ¿No confías en mí? —Se remueve incomodo y niega.

—Son mis inseguridades, Ceñito. Confió ciegamente en ti.

— ¿Qué propones para sacar esas inseguridades de ti? —Pregunto, besando su cuello. El ríe, esa sonrisa tan suya.

-SAM-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora