Me desperté con el sonido del despertador y el mal sabor en la boca provocó que me levantase de golpe de la cama. Sin hacer el menor ruido, busqué mi pasta de dientes y mi cepillo en mi tocador. Odiaba tener el baño tan lejos.Salí de la habitación dirección al servicio compartido y el silencio de las primeras horas de la mañana me relajó. No había nadie despierto a las 6:30. Cuando me desperté hoy, decidí borrar los acontecimientos del día de ayer y empezar de nuevo. Había caminado por estos pasillos toda mi vida, y no iba a permitir que un Brachielli me arruinase el año. Le demostraré que hacía falta mucho más para hundirme.
Decidida, me metí en el baño. Me lavé los dientes automáticamente, mientras asombrada observaba mis ojos azules, completamente enrojecidos por las lágrimas de anoche. Tendría que usar más corrector de lo normal. Terminé de lavarme la cara y cepillarme el pelo, que estaba totalmente enredado. Este era otro motivo por el que tenía que levantarme dos horas antes del resto de alumnado. Era imperdonable que me viesen así en público.
Una vez de vuelta a la habitación me sorprendí al encontrar a Pau y Sam aun durmiendo. Me acerqué a la cama de Pau, que estaba justo enfrente de la puerta. Dormía inclinada sobre su derecha, con la mitad de su melena negra sobre su cara, pegada debido al sudor. Estábamos a principios de septiembre y el calor aún pegaba fuerte. Comencé a mecerla para poder despertarla y cuando vi que no me hacía caso, empecé a llamarla. A las cansadas, conseguí despertarla.
Ésta se apartó el pelo de su cara e intentó lograr asimilar la imagen que tenía enfrente. Pestañeó varias veces hasta darse cuenta de que era yo, justo cuando volvía a inclinarse a tumbarse de nuevo se lo impedí, y la empujé para que se levantase. Teníamos que empezar el día lo antes posible.
— Vamos, Pauli, tienes que levantarte — le rogué, pero ella gruñó quejándose—, cariño, son casi las ocho. Tenemos que hacer un montón de cosas, y tú perdiendo el tiempo en la cama.
—Ya voy —gruñó nuevamente arrastrando las vocales. No me quedé conforme hasta que empezó a incorporarse de la cama.
— ¿Por qué me despiertas tan pronto?
— Venga, prepárate, y vamos a desayunar a la piscina — respondí mientras me sacaba el pijama, y lo sustituía por un bikini nuevo negro con flores rosadas.
Paula me miró incrédula pero no tardó en salir por la puerta. Sabía que a veces era muy mandona con mis amigas, pero si no fuese por mí, no seríamos nadie. Me acerqué a la cama de Sam, que ya estaba despierta y levantó las manos en son de paz.
—Dame unos minutos y voy a cambiarme —sonreí satisfecha y terminé de ponerme el bikini.
Para cuando tuve mi bolso, con mis protectores y la última revista de Vogue en el bolso, las lentas de mis amigas ya estaban arregladas. Caminamos juntas hasta la cafetería principal mientras cotilleábamos. Teníamos que encargar nuestro desayuno antes de ir a la piscina. Los primeros alumnos en levantarse hacían presencia en la cafetería, todos desesperados por un café. A mí no me gustaba nada.
—Buenos días, chicas —Jess nos saludó desde la fila, y nos colocamos junto a ella. Llevaba su pelo castaño recogido en un moño y sus ojos verdes destacaban aún más. Siempre le había dicho que el pelo así le sentaba mucho mejor.
Escuché como algunas alumnas del primer curso comenzaron a quejarse por habernos saltado la fila. Cuando me di la vuelta para mirar bien quienes eran, estas parecieron reconocernos y se quedaron calladas con las caras blancas. Les sonreí antes de darme la vuelta y ordenar mi pedido.
—Alessandra cariño, cada año estás más hermosa. —Marga, la encargada de la cafetería me dedicó una sincera sonrisa y le correspondí. Marga era una mujer de unos cuarenta años y llevaba atendiendo este lugar desde mi primer curso. A lo largo de los años le había ido cogiendo cariño.
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OLVÍDAME. Esto es la guerra - Completa
Teen FictionAlessandra Marzolini lo tiene todo: belleza, popularidad y al mejor novio del internado. Bruno Brachielli es todo lo que ella odia en un chico: arrogante, mujeriego y conflictivo. Regresa a su vida para poner todo patas arriba. Hace años que no s...