La noche pasó deprisa, cuando miré mi reloj vi que eran más de las once de la noche. Mañana, por suerte, las clases empezaban más tarde por ser el primer día. Había un montón de gente y cada vez más animados. La bebida que había traído Bruno fue todo un éxito. Yo me había bebido como tres o cuatro vasos hasta arriba. Estoy junto a mis amigas sentada en los sillones junto al ventanal, por el que entra un aire agradable. Hay un par de vigilantes en la fiesta, pero parecen estar casi dormidos y aburridos por nuestras chorradas.
Matt y sus amigos estuvieron un rato, pero se fueron hace media hora. Tenían entrenamiento mañana muy temprano. Me alegra saber que mi novio y yo volvíamos a ser los de siempre. Me animo a salir por los ventanales al lateral del edificio, el alcohol me ha dado un calor increíble. Tropiezo sin querer con mis tacones y me sujeto a una columna. Me escucho reírme de mi misma en voz alta. ¿Qué lleva esa maldita bebida?
—Pero que ven mis ojos, si es Alessandra Marzolini borracha —bromeó Bruno e intenté fulminarlo con los ojos. En vez de eso, empecé a reírme como tonta al ver su cara. Se le formaban dos pequeños hoyuelos junto a su boca cada vez que sonreía.
—Cállate. —Me apoyé en la columna. Se sentía fría en contacto con la piel desnuda de mi espalda. Bruno dio dos pasos y se puso enfrente de mí. Observé sus ojos escondidos entre los mechones de su pelo rubio. Cuando era pequeño mi madre solía decir que su pelo estaba hecho del mismo color del sol—. Tienes el pelo mucho más oscuro —intenté hablar, pero me trabé con la lengua.
—Y tú las tetas más grandes —me dijo observando mis pechos fijamente. Me cubrí de inmediato.
—Bruto —le espeté avergonzada.
—Dolo dico la verità — "solo digo la verdad". Se encogió de hombros. Tenía los labios cerrados en una solo línea.
— ¿Por qué estás aquí? —le pregunté en italiano sin apartar la vista de las estrellas. Él me imitó y se apoyó en la columna de enfrente. Bajé la mirada y vi que se estaba pensando que decir.
—Me guardaré esa información para mí —me contestó en nuestra lengua materna. Seguimos así un par de minutos más, mirando el cielo sin decir nada—. ¿Nunca me has echado de menos?
Lo miré boquiabierta, pero él seguía mirando al cielo. ¿Me lo había imaginado o de verdad Bruno me acababa de preguntar si lo había echado de menos? Descarté el pensamiento. Intenté moverme, pero volví a tropezar sobre mis pies. Me mareé ligeramente y tuve que apoyarme sobre mis manos. Cuando quise ver tenía a Bruno sujetándome del brazo, con los ojos preocupados.
—Oh vamos Less, ¿es que nunca te has puesto borracha? —me dijo entre risas y puso sus brazos para que no volviese a caer. Pretendí mantener la calma y centré mis ojos en los suyos para no volver a marearme. Negué con la cabeza. Haía bebido muchas veces, pero no recordaba haber vivido esa sensación—. Estoy pervirtiendo a la pequeña Less —bromeó con la voz ronca, pero yo le aparté de mi lado y me abrí paso para entrar nuevamente.
Vi a mis amigas e hice un esfuerzo para llegar a su lado sin caerme. ¿Pequeña Less? Sentía un pinchazo enorme en el pecho y comencé a ventilar. ¿Cómo se atrevía a llamarme así? ¿Tanto había llegado a odiarme como para olvidar lo que éramos? Dentro había mucha menos gente que antes, con suerte quedábamos quince.
— ¿Y si jugamos al juego de la botella? —preguntó el cerdo de Dek con una botella en lo alto.
Su pelo rubio oscuro se le colaba por la frente y apenas se le veía los ojos. Todos los del equipo se habían marchado hacía rato menos él y Chris, que parecían demasiado concentrado en el vacío. ¿Qué diablos le pasaba a ese chico? Muchos se animaban y se sentaron en un pequeño círculo. Paula, a mi lado, se levantó y se unió a ellos. Cuando Bruno pasó por mi lado, me clavó la mirada.
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OLVÍDAME. Esto es la guerra - Completa
Teen FictionAlessandra Marzolini lo tiene todo: belleza, popularidad y al mejor novio del internado. Bruno Brachielli es todo lo que ella odia en un chico: arrogante, mujeriego y conflictivo. Regresa a su vida para poner todo patas arriba. Hace años que no s...