Capítulo 29

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—Será divertido —me anima Paula por octava vez.

Insiste en que las acompañe a la fiesta que  han hecho los jugadores de futbol para celebrar su tercera victoria consecutiva. Ruedo los ojos y sigo atenta al techo de la habitación.

—No lo sé... no tengo muchas ganas de fiesta —comento con desgana.

—Si vienes seguro que te lo pasas bien... —señala. 

La observo mientras se termina de maquillar frente al tocador. Se ha recogido su media melena en un recogido y lleva un vestido burdeos que le sienta de maravilla. Lleva las lentillas puestas, y me cuesta asimilarla sin las gafas de pasta. De todas maneras, está preciosa. Esa belleza natural e inocente que tanto la caracteriza. Nadie podría esperar algo malo de ella, es puro corazón.

— ¿Si decido ir dejarás de controlarme como a tu hija? —le pregunto. Lleva dos semanas detrás de mí, vigilándome y controlando que no rompa a llorar. Cosa innecesaria, teniendo en cuenta que hace muchos días que no lloro más. No puedo evitar pensar en ello, pero no me he vuelto a permitir derramar ni una lágrima más.

—Te lo prometo —me tiende el meñique y lo uno al suyo.

—Está bien —canto rendida. Se ríe tontamente y me contagia. Me incorporo y me dirijo al armario. Remuevo las perchas, sin ganas, en busca de un modelito para esta noche.

No tengo ganas de vestirme, y mucho menos de estar rodeada de personas alegres y ver a Bruno con su chica. Recuerdo sus palabras. Muevo de nuevo las perchas, y tiendo sobre la cama mis mejores vestidos. Prometí salir de esto, y no puedo hacerlo encerrada desde mi habitación. Es hora de que vuelva a pasármelo bien.

— ¿Qué opinas? —reclamo la opinión de Paula. Se planta delante de ambos vestidos y se queda unos segundos pensativa. Uno de ellos es negro, con el escote unido al cuello en una tela semitransparente, ceñido a la cadera y con la falda en cascada, por encima de las rodillas. El otro, del mismo color, tiene la falda en péplum, ceñido a todo el cuerpo, y con la espalda al descubierto. Cualquiera de los dos es atrevido y sexy, y es exactamente lo que quiero. Dicen que cuando estás deprimida, lo mejor es ponerte tu mejor modelito y pintarte los labios de rojo.

—Me gusta más el de la espalda al descubierto —finaliza señalando el más corto de los dos. Como me conoce.

Me arreglo el pelo con un rizador y me hago unas ondas pronunciadas por todo el cabello. Después me lo alboroto creando mayor volumen y me maquilo con un pintalabios rojo Channel. Me calzo los tacones rojos a juego con los labios y me agarro del brazo de Paula para salir hacia la sala principal. Ella se ha puesto un vestido blanco, con escote en V y falda al límite de la rodilla.

Una vez dentro, nos unimos a nuestro pequeño grupo del último curso. Los de primer y segundo año, pueden asistir, pero únicamente un rato, y por eso la mayoría apenas asiste. Dani se une a nosotras, desde que comparte habitación con nosotras no podemos deshacernos de ella y sus incansables «o sea»

— ¿Habéis visto a Sam? —comenta con su voz de pito. Señala con la mirada a la esquina de los aperitivos para que podamos localizarla. Está sentada, con una coleta alta y un maquillaje bastante pronunciado. No es común que se maquille tanto—, O sea, no entiendo cómo puede quedarse ahí sentada tan sola. Es taaan patético...

—Es lo que se merece —puntualizo apartando la mirada. No puedo evitar sentirme mal en cuanto las palabras salen de mi boca.

Felicito al equipo. Chris me abraza hasta dejarme sin aire y Dek me sostiene en el aire. Desde que soltó aquel comentario, he sentido que intenta compensarlo.  Incluso después, de las miles de veces que le he dicho que no tiene mayor importancia. Sigo pasando felicitando a los chicos, cuando me quedo de pie delante del capitán. Sus ojos me miran sorprendido. Voy a seguir mi camino cuando me agarra de la mano y me obliga a plantarle cara.

OLVÍDAME. Esto es la guerra - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora