Capítulo 9

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Las semanas pasaron rápido. Las chicas y yo ya habíamos decidido quienes iban a ser los nuevos miembros del comité y la delegada del primer curso. Cuando llegué a la habitación para hablar con Sam, le conté lo mismo que a Paula, pero a ella parecía no importarle la historia. Dijo que nunca me había mentido y estaba dolida. Después de eso, se marchó de la habitación.

Bruno y yo ahora éramos compañeros de laboratorio de biología, y aunque fuese raro, no era tan trágico como me imagine. Prácticamente no nos dirigíamos la palabra salvo para hablar sobre el trabajo. Los dos habíamos cumplido con la tregua y nos habíamos dedicado a ignorar el uno al otro. Me alegraba haberle hecho caso a Paula, porque todo había vuelto más o menos a la normalidad. O al menos, a la normalidad que se podía esperar con Bruno de nuevo en mi vida.

Se me hizo raro cuando lo observé. Nunca creí que iba a volver a convivir con él, y aunque casi no nos hablábamos, seguía estando en todas partes. A veces, cuando me fijaba sin que se diese cuenta, encontraba pedazos del Bruno que yo conocía; seguía teniendo los mismos gestos y manías. Aunque había muchas otras nuevas de él. Se le daba bien las matemáticas, y en economía ya había conquistado al profesor. Hacía mucho deporte (aunque esto no me sorprendía). Algunas noches lo veía corriendo por los jardines, e incluso haciendo largos en la piscina cuando más nadie se metía. Tenía mis sospechas sobre la tregua, pero se había limitado a cumplir todo lo que hablamos.

Teníamos nuevo profesor de educación física y parecía estar dispuesto a acabar con toda la energía que poseíamos. En la primera clase nos hizo una serie de pruebas para comprobar nuestra resistencia física. Decía pruebas por no decir torturas. Era un hombre bastante más joven al resto de profesores y atractivo; moreno y con muy buen cuerpo. Lamentablemente tiene tan mal genio que nadie se había parado a comentar esto último. Lo único que hacía era gritar y regañarnos por no hacer las cosas a su manera. Era todo un dictador. Eché de menos al señor Fermín, nuestro antiguo profesor. Un hombre mayor que no se tomaba las clases muy enserio y vivía haciendo chistes que nadie pillaba. Pobre hombre, una pena que se hubiera jubilado.

Por suerte, nuestra profesora de clases de baile de salón seguía siendo Fernanda. Era mi clase favorita junto a música. Adoraba tocar el piano y la guitarra. Estaba esperando encontrar lo mío. Bueno, algo a lo que dedicarme en especial. La mayoría de alumnas no se complicaban pensando en ello, total, su mayor objetivo era alcanzar un marido rico y que las mantuviese con su riqueza familiar.

Mi madre soñaba con que yo fuese igual al resto de chicas, y aunque fingía estar satisfecha con la vida que llevaba, en mi interior no dejaba de pensar si era todo lo que deseaba. Siempre me había gustado triunfar por mis propios medios. Fue así como me hice hueco en este internado. Había miles de chicas que provenían de familias mucho más famosas y ricas que la mía, pero eso no fue impedimento para pisar fuerte y reclamar mi trono. Tenían dinero, pero no mi personalidad.

Terminamos de cambiarnos y salimos del vestuario. Ahora teníamos dos horas de descanso antes de las clases de la tarde para poder comer. Me puse una falda vaquera con botones hasta encima de las rodillas con una blusa blanca. Justo enfrente del vestuario de mujeres estaba el vestuario masculino. La puerta de madera clara estaba cerrada, pero justo en ese momento se abrió y salieron disparados los chicos. Al vernos así de reventadas se empezaron a burlar de nosotras.

—Dejad de reíros de mi chica, imbéciles. —Observé a mi novio de ojos verdes hacerse paso hasta mí. El pelo aún mojado le caía por la frente y automáticamente se lo apartó. Matt puso sus manos sobre mi baja cintura y me acercó a su lado. Sentí su mano acariciarme las mejillas.

— ¿Ha sido muy duro? —cuestionó conmigo en sus brazos.

—Quiere acabar con nosotras.

—A nosotros también nos está haciendo hacer el doble de esfuerzo. Si sigue así conseguirá que lleguemos a los partidos sin fuerzas —habló mientras se pasaba las manos por el pelo. Era un tic nervioso que tenía desde siempre, pero fue la primera vez que me molestó. ¿No se daba cuenta que lo único que hacía era tocarse el pelo?

OLVÍDAME. Esto es la guerra - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora