Levanto mi mirada para fijarme en él y lo veo rascarse dudoso la nuca. Una pequeña sonrisa se le dibuja en el rostro y nuestras miradas se cruzan. Me cuesta creer que hace menos de cinco minutos estaba llorando en el sofá de aquí al lado.
— ¿Y bien? —rompo el silencio.
—No creo que sea buena idea que nos quedemos aquí, nos puedes pillar. Podemos ir a los jardines
— ¿Cómo pretendes cruzar todo el patio para llegar sin que nos pillen? —levanta ambas cejas y una sonrisa juguetona le acompaña.
—No es la primera vez que nos escapamos —me viene los recuerdos de los millones de veces que nos escapábamos de nuestros padres para jugar fuera o ir a nuestra cabaña, muchas veces solo lo hacíamos para divertirnos. Nunca nos habían pillado.
Me da la mano y la sujeto y juntos salimos de la sala de ocio. El pasillo está oscuro y no se oye ruido, lo que significa que no hay nadie cerca. Es el edificio más alejado y solo hay aulas y poco más. El internado estaba lleno de guardias que se dedicaban a hacer vigilancia pasadas las 11:30 para que nadie salga de su zona. A demás, al estar en un sitio tan alejado es normal que muchos graciosos intenten colarse en el internado para causar problemas. En mi segundo año un grupo de unos cinco chicos se metieron y rompieron todo el material de la sala de informática; ordenadores, proyectores, incluso algunas sillas.
Voy caminando sin hacer el menor ruido a espaldas de Bruno, que me conduce con su mano. Se me escapan varias risitas estúpidas al ver nuestras posturas intentando llegar a la puerta principal. Una vez que estamos frente a ella, se detiene y se da la vuelta para mirarme fijamente. Me hace callar con su dedo y yo asiento en silencio. Si nos pillan, probablemente terminásemos castigados, y los castigos del director no tienen fama de ser agradables. A Jessica el mes pasado la pillaron en la sala de ordenadores hablando con sus amigas por chat y el director le obligó a estar todas las tardes después de clase haciendo trabajos. No me quiero ni imaginar lo que puede pasar si nos ven a los dos juntos; el director puede pensar lo peor. Inevitablemente me sonrojo al pensar en ello y Bruno se da cuenta. Agacho la cabeza avergonzada.
—Voy a suponer que te has puesto así de roja porque te he pillado mirándome el trasero —susurra y yo abro los ojos como platos. Le doy un pequeño empujón y abre la puerta despacio. A decir verdad no me había fijado en su trasero pero ahora que lo ha dicho no puedo fijarme en otra cosa. Caminamos por el pasillo y se detiene, mirándome—, no te cortes —cambio mi mirada inmediatamente y él se ríe en un hilo de voz.
— ¿Te puedes centrar? —le digo en un murmullo acercándome más a él.
—Eres tú la que no para de acosarme —ruedo los ojos como única respuesta y señalo rápidamente al frente nerviosa. A las puertas del edificio central, donde están las habitaciones, hay un guardia con una linterna. Acaba de salir al patio y Bruno me sujeta de la cintura para acercarnos más y escondernos detrás de una columna. Con ésta oscuridad dudo mucho que nos vea así de lejos pero aun así el corazón se me ha puesto a mil—, para ti cualquier momento es bueno para pegarte a mí, ¿no?
—Cállate —le susurro.
—Reconócelo, si te encanta tenerme cerca —estamos tan cerca que noto su aliento haciéndome cosquillas en el cuello.
Estamos prácticamente abrazados. Vuelvo a mandarlo a callar, pero sigue hablando tonterías, nerviosa porque nos pillen cubro su boca con mis manos y lo observo enfurecida. Noto como le tiembla el cuerpo por la risa y hago más fuerza con mis manos. Miro a lo lejos para ver si localizo al guardia y respiro aliviada al ver que el patio está vacío. Suelto mi agarre del de Bruno y me aliso la falda.
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OLVÍDAME. Esto es la guerra - Completa
Teen FictionAlessandra Marzolini lo tiene todo: belleza, popularidad y al mejor novio del internado. Bruno Brachielli es todo lo que ella odia en un chico: arrogante, mujeriego y conflictivo. Regresa a su vida para poner todo patas arriba. Hace años que no s...