Tras armar dos conjuntos sobre la cama empiezo a hacer una lista de pros y contra en mi mente. Con los vaqueros y el jersey iré más cómoda, pero con el vestido rojo estaré más guapa. ¡Agg! Pataleo, nerviosa y dejo de darle vueltas. Me ha dicho que iremos a cenar a algún restaurante, no puedo ir vestida como si fuese al campo. Además, seguro que el muy capullo viene irresistible. Me pongo las medias y el vestido. Doy una pequeña capa de maquilla a mi rostro y me seco el pelo con el secador, intentando moldearlo un poco.Miro el móvil y suspiro aliviada al ver que aún me quedan quince minutos. He sido rapidísima. Me calzo los tacones y salgo por la puerta. Antes doy ell último vistazo en el espejo. Intento evitar a mis padres y me encamino a la puerta de entrada. He pasado mil veces por la misma esquina y siempre me he quedado mirando embobada el lugar donde quedábamos de pequeños.
Llego a nuestro punto y me detengo a buscar. Paso mi mano por el metal y acaricio la forma de nuestros nombres aun escritos. Me cierro el abrigo y miro a mis alrededores ansiosa, esperando que aparezca.
Vuelvo a centrarme en la señal, y las luces de una moto me ciegan. Se detiene y cuando alcanzó a ver mejor, el rostro de Bruno aparece tras un casco. Miro la moto, y frunzo el ceño. Nunca me han gustado las motos, es ir sin ninguna seguridad. Pero, teniendo en cuenta que aún no tenemos la edad legal para conducir es lo que hay. Salta de la moto y me sostiene en el aire. Agarro el volantillo del vestido, impidiendo que se me vea todo, mientras él me gira.
—Ha sido un infierno —dice cuando me deja en el suelo. Mira tras de mí y localiza nuestros nombres con la mirada. Me muerdo los labios nerviosa, mientras él repite el mismo gesto que yo con los dedos sobre el metal—. Aún siguen ahí. Es increíble cómo ha pasado el tiempo, apenas puedo distinguir bien mi nombre. Escribía fatal.
Me rio de su comentario. Da un salto enfrente de mí y me tiende el casco de acompañante. Lo miro extrañada y él vuelve a dármelo.
—No me gustan las motos. Pensé que ibas a venir con tu chófer o con un taxi.
— ¿Y perderme la oportunidad de ver esa cara? —dice bromeando—, me encanta conducir. No te preocupes, iré lento —toma asiento delante y espera a que me siente detrás de él.
—No me fio de tu palabra —reconozco mientras me meto el casco sobre mi pelo rubio y me siento detrás de él en la dichosa moto.
—Haces bien —dice antes de cerrase el casco. Impidiendo así oír todo lo que empiezo a reclamarle. Le doy un golpe en la espalda y el acelera la moto. Lo que hace que me abrace con fuerza a su espalda.
Conduce lo suficientemente rápido como para que el corazón me vaya a mil. Adelanta a los coches y a los camiones a nuestro paso, y siento pequeños infartos cuando veo los coches venirnos de frente. Grito sin parar, rogándole que deje de hacer locuras y su pecho vibra por la risa. Llegamos al fin al centro de la ciudad y cuando aparca la moto, salgo hecha una furia. Me quito el casco y se lo lanzó furiosa.
— ¿No te ha gustado? —pregunta inocentemente aguantándose las carcajadas. Pongo los ojos en blanco y aliso mi vestido rojo. Ha sido un logro no quedarme desnuda por el viento.
— ¡Estas absolutamente loco! —le grito.
—Ya te lo he dicho —dice uniendo su mano con la mía. Me quedo mirando nuestro agarre. Me sonríe haciendo aparecer sus hoyuelos—. Estoy loco por ti.
Me quedo muda y camino a su lado, mientras me guía con su mano.
— ¿Dónde me llevas? —le pregunto tras unos minutos. No reconozco mucho la zona.
—A mi restaurante favorito. Probaras la mejor pizza del mundo —me hace saber. Me suelta la mano, y noto un enorme vacío dentro de mí—, ya estamos llegando. No he querido aparcar cerca porque siempre está hasta arriba de gente.
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OLVÍDAME. Esto es la guerra - Completa
Teen FictionAlessandra Marzolini lo tiene todo: belleza, popularidad y al mejor novio del internado. Bruno Brachielli es todo lo que ella odia en un chico: arrogante, mujeriego y conflictivo. Regresa a su vida para poner todo patas arriba. Hace años que no s...