Capítulo 22 parte II

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Me muevo deprisa entre los jardines y salgo fuera del recinto. Miro a los lados y localizo a Bruno en su moto. Corro hacia él y me pongo el casco que me tiende con sus manos. Me subo detrás y me agarro con firmeza a su abdomen. Acelera la moto y salimos disparados a la carretera para alejarnos de mi casa. Me río eufórica. Es una sensación maravillosa.

Llegamos a su casa y aparca la moto en su entrada. Bajamos de la moto y al sacarme el casco me quedo boquiabierta observando la casa que fue mi segundo hogar durante toda mi infancia. Todo sigue exactamente igual; incluso las flores desprenden el mismo aroma.

—Todo sigue igual que siempre —expreso. Me mira y se encoge de brazos.

— ¿Qué esperabas? —me sujeta de la mano y me conduce hasta el interior.

Al abrir la puerta el olor de su familia me invade por completo. El vello se me pone de punta. Es como si abriese de par en par el baúl de los recuerdos; nos veo a los dos de pequeños correr escaleras arriba, o ser regañados por su madre por llegar cubiertos de barro del lago. Su mano sigue firme entre la mía mientras me observa mirar todo atentamente. Pestañeo y centro mi atención en el rubio, que me mira con una tierna sonrisa.

—Es como si nada hubiese cambiado —confieso en un hilo de voz. Se acerca y me da un beso.

—Buenos, han cambiado muchas cosas —dice mirándome de una forma envolvente. Sus ojos navegan recorriéndome el cuerpo. Me envuelvo el cuerpo con las manos algo nerviosa por la profundidad de su mirada.

—Quiero ver tu habitación —digo. Me quito el abrigo y dejo los tacones en el recibidor. Antes de que le dé tiempo a asimilar,  salgo corriendo escaleras arriba hacia la habitación de Bruno.

Lo escucho a lo lejos reírse de mi ataque y me quedo de pie frente su puerta. El letrero que pinto con su nombre sigue colgado en la puerta. Es algo muy tierno de su parte. Acaricio con delicadeza la puerta y la abro. Está todo completamente oscuro. Me sorprende por las espaldas y me sujeta de las caderas. Enciende la luz y me asombro. Es su habitación,  pero han cambiado muchas cosas. Su cama, ahora el doble de grande, ocupa la mayor parte del espacio. Cubierta de un forro gris y unos cojines, contrasta con su cama individual colorida de pequeño. Hay un escritorio de madera con un ordenador Apple, demasiado grande para mi gusto. Su ventana doble está ligeramente abierta y sobre ella cuelgan unas cortinas ceniza.

Me deslizo dentro de la habitación y empiezo a estudiar todo. Las fotos que cuelgan en su pared azul y los trofeos, medallas y adornos. Me quedo quieta del golpe al descubrir una foto de nosotros colgada en el techo,  junto a un montón de fotos de él viajando por diferentes zonas del mundo. Acaricio la foto. En ella salimos los dos con los jardines de fondo. Recuerdo el día; estábamos jugando fuera y su padre salió y nos hizo la foto. Ninguno de los dos quería hacérsela,  pero tras las insistencia de su padre, terminamos posando cómo dos completos idiotas. Miro mi sonrojada tez y mi pelo con dos coletas. Mis vaqueros tejanos estaban completamente rotos, y aun así los vestía orgullosa. Bruno tiene su pelo por toda la cara, entonces lo llevaba mucho más largo. Solía tener que apartárselo cada dos por tres para poder ver con claridad.

Sigo mirando las fotos con él a mis espaldas. El rostro de su padre aparece en unas cuantas. ¿Cómo he podido pensar tan mal de él tanto tiempo? Él había sido nuestro acompañante de aventuras. Era el único de nuestros padres que nos llevaba a los sitios y jugaba con nosotros entre el campo. Muchas veces se quedaba hasta tarde narrando sus anécdotas. Siento un pequeño pinchazo en el corazón y me llevo las manos al pecho sin pensarlo. No me puedo creer que haya sido tan cruel. Marco no se merece ninguna de mis estúpidas palabras, ni todo el odio que sentía por él al creerlo culpable de todo. Me doy la vuelta despacio y Bruno me observa curioso.

OLVÍDAME. Esto es la guerra - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora