The Walking Dead [Rick Grimes]

27//Monstruo.

Rick se alejó un poco de ella y llevó ambas manos a su rostro, acarició cada golpe y cicatriz con mucho cuidado, en parte sintiéndose culpable por no haberla ayudado. Aún tenía sangre en la ropa, Carl no había querido preguntarle si le apetecía darse un baño o limpiarse un poco más, no tenia ni idea de como se sentía y no quería hacerla sentir peor, por lo tanto prefirió disfrutar de su regreso y compañía. Lis un poco incómoda se alejó, en cierto modo no le agradaba que lo tacaran y su mente no dejaba de divagar sobre lo que pensaría Rick, las palabras para definirse a ella misma eran; vergüenza, sucia, objeto, utilizada... Se estaba torturando consigo misma.

—¿Podemos hablar?—preguntó la joven, un poco avergonzada. 

—Claro—contestó.

Con la mirada le indicó que fueran a la habitación de la primera planta, a Lis se le ocurrió poder pasar los días para descansar allí, no pensaba compartir la cama con Rick, necesitaba recuperarse de alguna manera. Rick cerró la puerta tras sus pasos y esperó que ella hablara primero.

—He pasado por algo duro—confesó con miedo—, sin duda a cambiado mi vida de alguna manera—debía calmarse, su voz no la hacia sentir segura, como si en algún momento se fuera derrumbar—. No estoy preparada para contártelo es algo complicado...

Rick no contestó, a la cabeza se le vino esas escenas que vio en el campamento cuando fue a ver si ellos estaban allí. No dudaba que haya sido su mujer para defenderse y en parte se sentía orgulloso, le parecía algo loco pero era un sentimiento extraño.

—No te presionare, solo quiero que estés bien...

Lo interrumpió de inmediato.

—No lo estoy, quiero que me des espacio Rick, solo necesito estar con mis hijos y superar todo. No puedo permitir que esto pase desapercibido, me va a consumir y acabara conmigo, tengo que superarlo e intentar ser la misma de antes...

Ya no tenia esa necesidad de llorar, tan solo estaba siendo un poco mas dura y no dejaba notar lo miserable que comenzaba a sentirse en ese momento. Él suspiró, asintió con la cabeza sin ser capaz de reclamarle algo. La única manera de saber que la había pasado era Glenn o Abraham, estuvieron con ella y algo sabrían, no podía perder a la mujer que ama. Se notaba a kilómetros lo perdida que estaba, y eso era preocupante para el sheriff y como mas razón presionaría a Glenn para que soltara algo y si hacia falta amenazarlo lo haría sin dudar.

—De acuerdo—aceptó, poco convencido—te dejare tu espacio, para que puedas aclararte con calma.

—Bien, los niños ya han cenado. Ahora solo quiero descansar un poco.

Rick la miró, nunca había visto esa mirada en ella, era una nueva cualidad que estaba conociendo y no sabia si era para bien o para mal. Tenia tantas ganar de besarla, hasta tal extremo de separarse para tomar aire y volver a fundirse entre sus labios. Descarto la idea, no quería presionarla, primero debía saber que pasó, no podría esperar con paciencia hasta que ella le dijese algo, no permitiría que se marchara esa Lisbeth de la cual se enamoró perdidamente en el bosque.

—Buenas noches, descansa.

—Buenas noches—repitió la morena.

Lo vio salir con la cabeza gacha, se sentía peor que antes. Se sentó en la cama y no lloró, ya no tenia esas increíbles ganas de chillar por cualquier cosa, era eso o se estaba quedando seca por dentro. A paso lento se dirigió al baño de la segunda planta, cogió de la habitación un pantalón de chándal, una camisa de tiras y ropa interior. Entró y lo primero que hizo fue mirarse al espejo. No le extrañaba verse así, como un completo monstruo. El brillo en esos grandes ojos marrones ya no estaban, tenían un intenso negro, perdidos en cualquier parte de su cuerpo. No se reconocía, su piel estaba marcada por cientos de moretones, le daba vergüenza que alguien la hubiese visto así. Las ganas de desaparecer la consumían, era como si le hubieran arrebatado una parte esencial de ella. Se metió a la ducha, el agua fría la mantenía absorta de todo a su alrededor. Quiso gritar, romper sus nudillos frente a la mampara o llenar la bañera y ahogarse allí, hasta que su último aliento suplicase por oxigeno.