Capítulo 29| Ryan.

1.4K 85 50
                                    

Finalmente, acepto la estúpida pastilla que me entrega la secretaria. Sin siquiera importarme, me la meto en la boca y la trago sin agua ni ningún acompañamiento. Un tiempo después comienza a tomar efecto y mi dolor de cabeza disminuye.

Llevo sentada aquí hace más de siete horas. No digo que el tiempo se me pasó volando ni que no sé ni la hora que es, porque sería mentira. Las horas de espera por noticias se me han pasado tan lentas e infernales que me estoy por volver loca. El tic tac del reloj suena sin parar ni un segundo. Mientras él sigue, yo me quedo estancada, sentada en una silla de la sala de espera del hospital.

Más de una vez me insistieron que vuelva a casa a dormir un poco, pero luego de tantas respuestas mudas, se deben de haber cansado, porque no me hablaron desde entonces; bueno, que yo sepa no lo hicieron. Tal vez estaba muy concentrada en mis pensamientos que ni siquiera mis oídos captaron el sonido ajeno. O tal vez no.

En lo único que pienso es en la salud de mi hermano. Al menos sé que no puede morir, sí está la posibilidad de que entre en coma. Si esto ocurre, él va a despertar algún día, ¿no?

¿Y si no despierta nunca? ¿Y si se cansan de esperar que sus ojos se abran y lo desconectan? ¿Y si dejan que muera...? Sí que hay una posibilidad de que él muera, y es esa.

No voy a dejar por ninguna manera que lo toquen, ni siquiera que se acerquen a él. Me quedaré cada minuto a su lado, aunque intenten sacarme a patadas del hospital. "¿Quién me asegura que en el momento en el que no esté presente lo desconectarán?", pienso; aunque aún no se ni siquiera si está en coma o no.

Entonces, de la nada, se me ocurre una idea.

Me levanto de la silla y mis piernas entumecidas me agradecen. Las estiro un poco y comienzo a caminar hacia la salida.

—Katy— me llaman por detrás de mi espalda.

No contesto pero freno mi caminata.

—¿A dónde vas?— pregunta ahora la voz de Todd.

—A descansar— respondo toscamente y una sonrisa torcida se eleva por las comisuras de mi boca sin pedir permiso—. No creo que hayan noticias de él por, al menos, dos horas.

Parece que se quedan satisfechos con mi respuesta, porque ninguno continúa hablando. Sigo caminando hacia la salida.

.•.•.•.•.•.

Una vez que consigo lo necesario, meto el contenido en mi cartera y voy en dirección al hospital. Algo me frena un par de manzanas antes de llegar a mi objetivo. Un cuerpo duro y firme se coloca frente mío, impidiéndome el paso.

—¿Qué mierda compraste en una tienda de artículos sexuales?— pregunta sin recibir respuesta.

Me han descubierto, pero no voy a dejar que arruinen mis planes.

—¿Vas a acostarte con el doctor para que te deje pasar a ver a tu hermano?— sé que lo dijo en broma, pero de todos modos no voy a responder nada—. Vamos, Katy, dime que vas a hacer con ese juguetito que hay en tu cartera. Si quieres puedo ayudarte a usarlo.

Hago una mueca de desagrado.

—Eres un cerdo— no puedo contener mi boca. Una pequeña sonrisa está a punto de escaparse de mí y se que él se dio cuenta de ello, porque sonríe ampliamente.

—Al menos este cerdo te hizo sonreír un poco— se acerca tanto a mi que hasta creo que me va a dar un beso, pero no es así. Él simplemente... ¿comienza a hacerme cosquillas? En el medio de la calle.

Persiguiendo la VerdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora