La ruta en la lo vi por primera vez antes de la fiesta de Luna Llena, el laboratorio del instituto en donde peleamos y se hizo pasar por muerto, el cementerio en el que me convirtió en un arma humana...
Todos esos lugares en los que tuve encuentros con Mason ya los había recorrido e investigado.
Sólo me queda una opción y esta es la cabaña que está a muchos kilómetros de aquí; aquella en la que me contó la historia antigua de los hermanos, en la que me amarró a una silla y me quitó sangre. Es la última pista que me queda. Si no es allí, estoy perdida. No se me ocurren más lugares por buscar.
Tomo la mochila que llevé a todas mis anteriores búsquedas que contiene el cuchillo, el celular, un poco de dinero, una botella de agua y algo para comer. Cabe aclarar que no me veo capaz de utilizar el arma por ninguna situación que no sea sólo para amenazar. Pero si no lo llevo, ¿qué? ¿voy a llegar donde Mason para darle una reprimida y salir de allí intacta luego de eso? Claro que no, no soy estúpida. Por un lado quiero matarlo pero no me atrevo a hacerlo. Matar es malo y, a pesar de que él lo haya hecho con miles de vidas inocentes y tal vez lo merezca, yo no tengo el derecho de quitar una vida que no me pertenece. Además, si hago lo mismo que Mason -matar-, me estaría convirtiendo en alguien como él: una asesina. Y yo no quiero eso. Sólo deseo justicia y al mismo tiempo salir ganando siendo yo misma, no como una asesina.
Yo no soy así y no permitiré que la furia me convierta en un monstruo.
Pienso utilizar el arma como amenaza, mostrarme segura al tenerla en mi mano, como si fuera a matarlo. Lo único que tengo que hacer es que me crea. Esperemos que un par de gritos, insultos y amenazas hagan que Mason deje de meterse en mi vida y yo pueda estar en paz.
Sí, lo sé. Es un plan muy malo pero ¿qué puedo hacer yo? No puedo llegar y simplemente volarle la cabeza de un tiro o clavarle el cuchillo en el pecho. No se me ocurre algo mejor que mostrarme confiada y dejarle claro que, si no me dejaba tranquila, iba a acabar con él. Claramente, las ganas no me faltan, pero lo que sí me falta es el valor para hacerlo. El lado bueno de esto es que me siento muy bien conmigo misma ante este pensamiento propio porque me demuestro que sigo siendo yo, que Mason no logró cambiarme y continúo siendo una persona con moral y sentimientos.
Soy yo de verdad.
Suspiro y cierro mis ojos. Enderezo mi espalda mientras muevo mis hombros y cuello para aligerar la tensión en ellos.
Joder, estoy nerviosa, muy nerviosa. Pero, ¿cómo no estarlo?
Allá vamos...
Apenas abro la puerta de la habitación del hotel me doy cuenta de algo muy importante. No entiendo cómo esto se me pudo haber pasado por alto.
No se dónde demonios está la puta cabaña.
Me pego con la palma abierta en la frente, indignada conmigo misma. Parece que todo está en mi contra...
.°.°.°.°.°.
«Cabaña, bosque, frío, nieve, Estados Unidos».
Nada. Absolutamente nada que me sirva.
No espero encontrar la cabaña por Google con esas características insignificantes. De seguro hay millones de cabañas en el medio del bosque en Estados Unidos. Me sería de gran ayuda al menos saber la ciudad en la que está la estúpida casa, pero no tengo idea. Mi único dato es que está lejos.
No se me ocurre qué más poner.
— Ya terminó la hora— me informa la chica desde detrás de su escritorio y sin apartar la mirada de su ordenador. Suspiro frustrada, tomo mis cosas y me acerco a ella—. Son diez dólares.
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Persiguiendo la Verdad
LobisomemÉl es un chico recóndito. Ella, una chica normal. Él sabe que la verdad siempre se descubre. Ella, que el destino es inevitable. Él oculta secretos. Ella, persigue la verdad. Nunca se sabe lo que se trae en manos el destino, a veces te sorprende...