••• Maratón 3/3 •••
Sentados en el sillón, Bill, Bren y Beth se encuentran esperándonos. Una llamada de los hermanos nos ha llegado a Blake y a mí, en la que nos decían que teníamos que ir inmediatamente a la mansión Blackbell para tratar una situación "súper importante".
Las expresiones serias que presentan en sus rostros hacen que las alarmas que hay en mi cabeza se enciendan. ¿Beth con cara seria? Esto es, definitivamente, un tema importante. No conozco mucho a la hermana menor, pero en las pocas veces que la vi en mi corta vida, siempre fue bastante hiperactiva y alegre. Supongo que es una chica independiente ya que no anda mucho por aquí. Pero qué más da, no son mis asuntos y tampoco debo meterme en ellos.
La mano de Blake roza la mía con disimulo y me estremezco levemente. Noto la sonrisa plantada en su cara por los efectos que causa en mí.
"No te aproveches de mi", le digo. "No tengo la culpa de que estés tan bueno".
"Claro que no", responde. "Haces bien en aprovechar las vistas".
Sonrío un poco mientras me siento en el sofá hasta que recuerdo la situación en la que me encuentro y mi sonrisa se borra. Al estar todos los lugares para sentarse ocupados, Blake se queda de pie a mi lado. Me corro hacia un costado indicándole indirectamente que se siente al lado mío. Él se encoge de hombros y obedece.
— Bien, ahora que estamos todos, podemos empezar— la concentración que tengo en este momento es casi nula gracias a que la pierna de Blake se encuentra en contacto con mi muslo, al igual que nuestros brazos.
Me alegra y desconcierta a la vez que me integren en la charla. Estoy feliz de que me cuenten como una de ellos, pero me siento incómoda y como un intruso entre los Blackbell.
— Creo que sabemos algunas cosas más que están pasando— comenta Bren—. No soy el único que vio lo que pasó hoy en el almuerzo...
— ¿Tú también estabas ahí?— lo interrumpo.
Él se acomoda en su lugar.
— No, claro que no. No permitiría que eso haya pasado— siento a Blake tensarse un poco—. Lo que quiero decir es que llegué justo en el momento que le arrojaste la bandeja. Y lo que vi no es nada normal.
Suelto un suspiro. No, no lo es.
— Esta tarde, investigué todas las opciones posibles sobre lo que te puede estar pasando— informa.
— Ilumínanos— comenta Blake poniendo un brazo en el respaldo del sofá.
¿"Te puede estar pasando"? Frunzo el ceño. A mí no me pasa nada, nada está raro en mi como en ellos.
La idea de ser diferente a lo normal, de ser rechazada, me produce desasosiego. ¿No puedo estar tranquila y vivir como cualquier otra chica de diecisiete años? ¿No puedo salir con mis amigas -las cuales no son vampiros- al cine o tener una noche de chicas con ellas? ¿No puedo ser yo misma de una vez por todas y dejar de ocultarme? Quiero una vida normal, y me niego a aceptar que no la tengo ni la tendré nunca; porque estas cosas no se olvidan de un día para el otro. Y, tal vez, luego de morir, en mis siguiente vida - si es que hay otra vida después de esta-, siga recordando al chico de ojos oscuros y cabello negro.
— A mí no me pasa nada, estoy bien y sigo siendo normal. Yo no hago volar cosas, ni hablo por la mente, ni sano personas, ni nada. Yo. Soy. Normal.— Digo recalando las últimas tres palabras.
— Entendemos que no...
— No— interrumpo nuevamente. Supongo que mi madre debe darme nuevamente esa lección de modales que me promovió hace unos años—. No entienden nada. No entienden qué es perder a un hermano, ya que por lo visto es imposible para ustedes; no saben lo que es ser rechazado por alguien tan importante como un padre; tampoco confrontaron lo que es vivir soportando cada día las burlas de una arpía. Ustedes tienen la vida servida en bandeja de oro y plata, pueden tomarse el tiempo que necesiten para hacer lo que quieran. Yo, en cambio, tengo que aguantar todo esto, porque la vida es corta y así me gusta que sea. Entonces no, no entienden nada.
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Persiguiendo la Verdad
Hombres LoboÉl es un chico recóndito. Ella, una chica normal. Él sabe que la verdad siempre se descubre. Ella, que el destino es inevitable. Él oculta secretos. Ella, persigue la verdad. Nunca se sabe lo que se trae en manos el destino, a veces te sorprende...