Capítulo 4O| El león y el conejo

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— Deberíamos soltarla— habla alguien.

— Si la soltamos, corremos el riesgo de que nos vuele la cabeza en menos de un segundo— responde una nueva voz.

Escucho continuas pisadas de alguien, como si caminara de un lado a otro dentro de la habitación.

— Las sogas están muy apretadas— dice el primero.

— Eso no va a matarla.

Sólo después de ese momento me doy cuenta de la leve molestia en mis hombros y muñecas al estar en una posición nada favorecedora.

— La silla es incómoda, voy a traerle un almohadón para la espalda— vuelve a insistir.

— Tranquilízate ya, Blake. No le pasará nada.

  Se escucha un suspiro y los pasos dejan de escucharse. Me remuevo sobre la silla y abro los ojos. Al sentir la potente luz, los cierro por acto de reflejo. Luego los abro de forma lenta para que la luz no afecte mis ojos. Pasan unos segundos en silencio mientras los recuerdos vuelven a mi mente. 

No puedo reconocer si soy yo otra vez o si Mason sigue dentro de mí.  La situación es algo desesperante: siento que soy yo pero a la vez también tengo clavado en mi mente el pensamiento de que todo esto puede ser obra suya. ¿Y si yo ya no existo? ¿Y si Mason no sólo se apoderó de mi cuerpo, sino que también de mi alma? 

Tardo poco tiempo en sentirlo: él sigue ahí, en algún lugar dentro mío, con su presencia casi imperceptible pero amenazante, haciéndome recordar que todo el tiempo me está observando. Esté donde esté. Su fantasmal existencia me aterra. 

Es como un león observando a su presa. El pobre conejo ingenuo e inseguro revolotea entre las hierbas bajo la atenta mirada del depredador al acecho. 

— ¿Cómo te sientes?— pregunta Blake apareciendo frente a mí en un santiamén—. ¿Te duele algo? ¿Tienes un hueso roto?— exagera, me toca un costado de la frente y siento dolor allí.

Siento dolor... ¡Me duele! Puedo sentir.

Por poco no me saltan lágrimas de felicidad. ¿Eso quiere decir que vuelvo a ser yo? ¿Podré controlar mis acciones? 

Cuando comienzo a sentir las fuertes punzadas presionando mi cabeza, ya no estoy tan feliz como antes. Quiero llorar, pero no de alegría.

— Me... me duele un poco— mi voz se escucha ronca, pero nunca estuve tan feliz por ello. Yo decidí decir eso, no él. Muevo mi pie de un lado a otro, confirmando que retomé el control de mi cuerpo.

Tengo muchas emociones contradictorias y no sé a cuál estado inclinarme. Debería de estar feliz porque él se fue. 

Pero no lo estoy.

Aún siento cómo se mueve dentro de mí, indicándome que aún sigue allí, que no se ha ido. Advirtiéndome que me comporte. Sus palabras mudas me amenazan diciéndome que si hago al menos un solo movimiento en falso, él volverá. Y esta vez será peor, nada podrá detenerlo.

Blake no responde y lo entiendo. Es mejor así. No sabe si confiar o ser precavido. Yo en su lugar me inclinaría a la segunda opción. Me mira directamente a los ojos, buscando una respuesta a la pregunta que no formuló. ¿Puedo confiar en ti?

Me gustaría poder mirarlo directamente a los ojos y decirle palabras que lo relajen, no me gusta verlo así de confuso. Desearía aliviar todas sus dudas y, con tan sólo una mirada, decirle todo lo que siento. "Todo estará bien", quisiera susurrarle al oído,"Soy yo, tu Katy. Gatita".

Pero ni siquiera yo sé con certeza que tengo el control de mi cuerpo. No puedo responderle a alguien algo que no puedo respondermelo ni a mí misma.

Persiguiendo la VerdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora