Capítulo XVII

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A las diez de la noche alguien tocó la puerta principal de mi casa a lo que mi madre fue a abrir.
Me asomé por la barandal de las escaleras para ver quien era. Sólo pude ver que alguien de mas o menos de mi misma altura estaba encapuchado, traía una gran bata negra y su cara estaba cubierta.

Me preocupé al ver que esa persona le entregaba unos papeles a mi madre, parecía que era el correo, pero era extraño, algo me estaba causando malos presentimientos.

—Para el señor Frank —escuché que dijo aquella persona. Mi madre cerró la puerta y noté que estaba al igual de extrañada que yo.
—¿Quién era? —pregunté.
—No lo sé, pero era escalofriante. Mira —me tendió unos papeles—. Son para tu padre.
—No es mi padre —dije inmediatamente.

Miré los papeles, eran muy parecidos a los que me habían entregado en el doctor, pero no me dí el tiempo de leerlos.

—¿Estará en algo malo? —curioseó mi madre y yo me encogí de hombros—. Cuando esté sobrio se los daré.
—¿De nuevo se ha emborrachado? —mi madre asintió—. ¡Vaya!, cuándo no. No sé porque sigues con él.
—Lo amo Andrea y vas a tener que aceptarlo algún día.
—Ese día nunca llegará —dije un poco molesta y dejé los papeles en la mesa de centro de la sala—Ah, si, mamá, necesito hablar seriamente contigo, puede esperar hasta mañana.

Me decidí a contarle a mi madre que estaba embarazada, no exactamente lo que paso con Leonardo, pero si de que estaba embarazada.





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Por fin era Sábado, era la fiesta de graduación de universidad; yo no quería ir, no tenía las ganas de estar bailando con un montón de gente hipócrita que alguna vez llamé amigos.
En una semana me entregarían los resultados para saber si había tenido una buena calificación para ser aceptada en una buena escuela, para continuar con un posgrado.
—¡ANDREA, ÁBREME AHORA MISMO! —gritó Frank del otro lado de la puerta. ¿Ahora en que se había molestado conmigo?—. ¡ÁBREME IMBÉCIL! —dio varios golpes en la puerta.
—¡Ya voy! —respondí y le abrí la puerta.
Estaba totalmente furioso, se le veía a simple vista. En su mano derecha traía unos papeles, pude ver el logo del hospital al que iba a que me revisaran por el bebé e inmediatamente me lleve la mano a la boca.
—¿Sabes de qué es esto? —preguntó furioso.

No respondí, a cambio de eso, corrí hacia mi mochila, la abrí, saqué los papeles y los vi. 
¡No eran los resultados que me habían dado!, sólo eran hojas con un montón de letras al azar. ¡Pero qué estupida fuí! Alguien cambió los papeles, alguien hizo todo esto, ¿pero quién?

—Te acabo de preguntar, ¡respóndeme!

—Eso no es mío —le mentí con voz temblorosa.

—¿No es tuyo?, ¿¡entonces de quien mierda es!?... No te hagas la tonta, ¡explícame esto!
—Te juro, no sé que es eso.

—Que perra eres, seguramente te cogieron y te dejaron, como la puta que eres —tiró los papeles al suelo y cerró la puerta.

—No me hagas nada —supliqué.
—¡O abortas a esa porquería o yo haré que lo abortes! —gritó, se quitó el cinturón y me golpeó con el en el rostro y luego me volvió a dar otro en la espalda.

—¡Para, por favor! ¡me lastimas!
—¡Ojalá no traigas a ese bebé a este mundo! ¡ojalá y no cometas el mismo error que tú madre hizo contigo!... —gritó y me dio una patada en los brazos, me lo iba a dar en el estómago pero yo me protegí, más bien, protegí al bebé con mis brazos—. ¡Ese bebé será un estorbo! —y me dio muchos cinturonazos en la cabeza, en la espalda, en las piernas, en mis brazos. 

Sólo trataba de que no tocará a mi bebé.

—¡Perra!, ¡Esto te pasa por andar abriendo las piernas! —me pegó con la evilla del cinturón en mi ojo a lo que yo grité de dolor y alguien entró a mi habitación.

—¡Frank! —gritó mi madre.
—¡Lárgate!, le estoy dándo una lección, tú hija se lo merece por andar de arrastrada.
—¡Mamá! ¡ayúdame!—le rogué pero ella solo negó con la cabeza y se fue, cerrando tras de ella la puerta de mi habitación—¿¡Por qué mamá!?, te necesito más que a nadie, ayúdame —susurré y me desmayé del dolor pues Frank había repartido cientos de cinturonazos por todo mi cuerpo.

¿Esto es amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora