Capítulo XXVIII.

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—Vamos a hacerlo de nuevo, pequeña perra —se burló Leonardo y me aventó hacia mi cama.
—¡Por favor! No lo hagas ¡no! ¡suéltame! —él se encimó en mi y comenzó a bajarse el cierre de los pantalones. Él me dio un golpe en el rostro, luego uno en mi vientre y sentí un dolor inmenso.
Sólo quería que el bebé no muriera. 
—¡Cállate! —gritó y me dio otro golpe ocasionando que escupiera sangre y que la respiración empezara a faltarme.
Comencé a llorar del dolor y por volver a recordar lo que sucedió aquella noche en la fiesta de Mérida, de nuevo iba a pasar por este sufrimiento, de nuevo iba a pasar meses llorando por este maldito momento.
Comenzó a toquetearme todas mis partes íntimas. Yo me movía, pateaba y gritaba pero era en vano.
Nadie venía a salvarme, Yenia no tenía compasión de mi y dejó que Leonardo estuviera haciendo eso, ya no podía hacer nada, de nuevo...
Sentía las lágrimas caer por mi mejilla rodando lentamente hasta caer en la cama mientras mi corazón, mi alma y mi ser se rompía en pedazos , él estuvo apunto de hacerlo pero...
 —¡Déjala imbécil! —alguien rompió la ventana de mi habitación y se aventó contra Leonardo.
—Cameron... —suspiré, en parte de alivio y a la vez de temor.
—¡Corre y pide ayuda! —gritó él mientras dejaba caer su puño con tanta rabia sobre Leonardo—. ¡Qué corras! repitió él y corrí hacia la puerta pero en eso apareció Yenia.
—¿A dónde ibas? —preguntó ésta y se aventó contra mi.
Sacó de nuevo su cuchillo y lo enterró en mi brazo izquierdo.
—¡Ahhh! —grité de dolor.
—¡Andrea! —exclamó Cameron y en un abrir y cerrar de ojos él estaba sobre Yenia. 

Los dos forcejearon pero Yenia logró enterrar el cuchillo en un costado de Cameron y acto seguido él se lo quitó. 

En eso, Leonardo se levantó del suelo con la cara desfigurada lleno de sangre por todas partes y pateó a Cameron haciendo que él quedara en el piso.
—¡Ca-c-me-ron! —grité. Con las fuerzas que tenía en el brazo derecho tomé el cuchillo que Cameron se había sacado del costado y lo enterré en la espalda de Leonardo. Él gritó y se desplomó en el suelo.

En seguida Cameron se levantó con una mano en el costado cubriendo su herida y con la otra me tomó del hombro y me sacó de la habitación.

—Pide ayuda —murmuró y cerró la puerta con seguro.
¿¡Qué mierda haces Cameron!? pensé pues no me salía la voz para gritar por la falta de aire que Leonardo me había causado.

Golpeé la puerta.
—¡Sal de ahí! —logré gritar aun que no muy fuerte, la voz ya no me salía y la respiración me faltaba cada vez más.
—¡Que corras!—gritó él del otro lado de la puerta y pude escuchar golpes, gritos e insultos.

Después de unos segundos reaccioné, bajé las escaleras y me dirigí hacia donde estaba el teléfono, lo descolgué pero no sonaba nada, habían cortado el cable del teléfono.

Corrí hacia la puerta principal y traté de abrirla pero no podía, la habían atorado con algo.

Tomé una silla con las pocas fuerzas que tenía del comedor y la aventé contra la puerta.
—¡A-ayu-da! —exclamé y en eso escuché sonidos de las sirenas de patrulla y de ambulancias.

—¡Apártese! —gritó alguien del otro lado de la puerta, hice lo que pidió y la derrumbó.

Seis policias escoltados y varios paramédicos entraron rápidamente.

Los paramédicos me acostaron en una camilla y comenzaron a curar algunas heridas.
Un oficial dio una señal y los otros cinco subieron rápidamente donde Cameron se encontraba.
—¡Andrea! —Natalie se acercó rápidamente hacia a mi.
—Debemos ir rápido al hospital —dijo un paramédico y me subieron a la ambulancia
—¡Ca-a-me-ron!—exclamé con un hilo de voz pues mi voz ya no daba para más.   
—Estará bien, no te preocupes —Natalie se subió conmigo a la ambulancia.
—¿Cómo supiste de esto? —pude decir aunque apenas se escuchaba mi voz.
—Cameron me lo dijo, me dijo que sospechaba que algo malo pasaba, sabía que Yenia tramaba algo así que decidió vigilarte, suena algo acosador pero lo hacía por tu bien. A las cuatro de la madrugada me llamó y me dijo que llamara a la policía y los enviara a la dirección de tu casa. Confié por primera vez en él he hice lo que me pidió.
—¡Ahhh! —grité al sentir un gran dolor dentro de mi vientre.

—Tranquila, ya llegaremos.




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Al llegar al hospital varios doctores se acercaron a mi rápidamente y comenzaron a revisarme.
El dolor de mi vientre se hacía cada vez más intenso.
Los doctores comenzaron a tocarlo.
—¡Está embarazada debemos hacer algo rápidamente! —exlamó uno de ellos, con rapidez me llevaron a una habitación que tenía muchos aparatos y me conectaron a uno de ellos. 
Me desprendieron de mis prendas y me colocaron varios parches por mi cuerpo.
—¿Tenemos la autorización de los padres? —dijo un señor con bata blanca.
—Es mayor de edad, no hay problema con ello.
—No podemos hacerlo—los doctores comenzaban a hablar entre ellos.
—¿Cuántos meses tienes? —me preguntó uno de ellos.
—Ci-ci-nco —dije con la voz entrecortada por el dolor.

—No podemos hacerlo, solo tiene cinco meses.

—Puede perder al bebé—dijo uno de ellos.

—¡Hagamos algo rápido!
—Enfermera, anestésiela —ordenó uno de los doctores y la enfermera me insertó una aguja.

¿Iba a perder al bebé?



—¡Llévenlo rápido al quirófano! —escuché que alguien gritó desde el pasillo del hospital.

Mis ojos comenzaron a cerrarse.

—¡Necesita ser operado! —gritaron nuevamente desde el pasillo.
Giré mi cabeza en dirección a la puerta, desde donde estaba se podía ver el pasillo.

Comenzaba a sentir mucho sueño.

Y antes de cerrar los ojos pude ver que llevaban a alguien en una camilla totalmente sangrado con una máscara de oxígeno. 
Una enfermera cerró la puerta y ya no vi nada más

—¿Cameron... ?—susurré y la anestesia hizo por fin efecto en mi.






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