Capítulo XXXII [3]

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Mi madre se fue sin decirme nada acerca de Cameron... no me dejaba volver y cuando llamaba a la madre de Cameron, Herlinda, no contestaba.

Eso me estaba matando, tenía cientos de preguntas y no tenía respuesta de ningunas.

Quería despejarme y tranquilizarme, así que una mañana dejé a Nathan con mis tíos para que lo cuidaran un rato.

Salí de su casa, me senté en una de las bancas que estaban dentro de un parque y abrí el libro que tomé antes de salir y que Cameron me había comprado hace tiempo.

—Hola —escuché a alguien murmurar... su voz, su fragancia, eran tan parecidos a los de Cameron que en ese momento mi corazón se aceleró.
—¿Cameron? —levanté la vista inmediatamente con la esperanza de verlo a él, sonriente como siempre.
Pero no.
Todas esas ilusiones se desaparecieron cuando vi a un chico alto, de ojos grisáceos y cabello negro, era guapo, pero definitivamente no era Cameron.

—¿Cameron? —preguntó él.
—Oh, no, olvídalo —dije desilusionada.
—Está bien... ¿qué haces? —preguntó y luego se llevó la mano a su nuca—. Creo que es obvio —se respondió a él mismo y rió—. ¿Te gusta leer? —interrogó sentándose a mi lado. Su aroma llegaba hasta a mi y me cubrió totalmente, olía bastante bien, me recordaba un poco a Cameron.

Yo no hablaba, hace mucho tiempo que no mantenía alguna conversación con algún chico.

—Oh vaya, lo siento por no presentarme, quizá creas que soy algún secuestrador pero no, tranquila, no soy nada de eso —sonrió—. Me llamo Erik. 

Lo miré a los ojos y él también, no sentí nada, ni un cosquilleo.
En mis casi 20 años de vida ningún hombre podía hacerme sentir lo que Cameron con una simple mirada.

—Andrea —sonreí fingidamente.

—¿Quieres ir a dar una vuelta?

—No puedo.
—Hmm... ¿quieres ir a dar una vuelta esta tarde?

—Tampoco puedo.
—¿Esta noche?
—Tengo cosas que hacer —y sí tenía cosas que hacer, debía ir a la casa de una de las vecinas para hacerle el que hacer puesto que ella necesitaba ayuda para mantener limpia la casa, a cambio, me daría una paga.

—Ya veo —dijo entristecido—. Si quieres puedo ayudarte a hacer esas "cosas" —sonrió.

—Son muchas cosas, además, tu eres un completo extraño.

—Sabes mi nombre, ahora soy un conocido —dijo triunfante—. Y... no importa, yo puedo ayudarte a hacer esas "muchas cosas".
—¿Seguro?— lo miré y alcé una ceja—. Debo limpiar vidrios, regar flores, barrer habitaciones, sacudir camas y más cosas.
No dijo nada.
—¿Ahora estás seguro?

—Bueno, no es como que tenga realmente ganas de hacer todas esas cosas, pero, quiero pasar tiempo contigo para conocerte más.

Me reí, o suspiré, o lancé una especie de bufido parecido a la tos.



Y fue así como conocí a Erik, a la persona que se convirtió en un gran amigo, aún así, la mayoría de el tiempo que pasaba junto a él, me mandaba indirectas diciéndo que le gustaba, pero finjía no captarlas.
Cameron aún seguía en mi corazón y no lo cambiaría por nadie más.




Un año.

Y así paso un año después de no saber absolutamente nada de Cameron.

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