Capítulo XXI

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—Vamos Cameron, despierta, debemos ir con las autoridades —susurré al oído de Cameron mientras lo sacudía suavemente.
—¡Cameron! —gritó Natalie desesperada al ver que no despertaba.
—¿¡Qué pasó!? —exclamó él levantándose en un brinco.
—Cameron, debemos ir cuanto antes a las autoridades, eso no se puede quedar así, vamos —me incorporé.
—¿Qué está pasando?
—Tú padre, eso está pasando —dijo Natalie y tomó su bolso.
—¿Le contaste? —me preguntó Cameron.
—Si; ella nos puede ayudar, ella es de confianza.
—¡Te lo confíe a ti, no a ella! ¡Sólo quería que tú lo supieras!
—Oye, tranquilizate ¿quieres?, no le diré nada a nadie, sólo a la policía; un testigo más les servirá de ayuda —explicó Natalie.
—Cameron, lo hice por tú bien, ¡Por el bien de tu familia!; no peleemos ahora ¿de acuerdo? Lo más importante ahora es ir a denunciar —Natalie y yo nos encaminamos hacia la puerta pero Cameron nos detuvo.
—No debemos hacer eso...
—¿Por qué no? ¡él debe ir a la cárcel!
—Si lo denunciamos él me matará, matará a mi familia y, lo peor, te matará a ti... Es por eso que jamás lo denuncié.
—¿A mi? —pregunté extrañada con un poco de temor en mi voz.
—Sí, él sabe que tú eres lo que más amo, y si lo denunciamos él se vengará y matará a todas las personas que amo...
—Tranquilo, no me pasará nada, te lo prometo —me acerqué a él y lo abracé—. Debemos ir cuanto antes, no queremos que tu hermana y tu madre pasen más días ahí.





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Después de esperar una larga hora nos atendieron.
Presentamos la denuncia y las pruebas con Cameron a un señor de anteojos llamado Steven, que aparentemente era el encargado de las denuncias sobre el maltrato familiar.

Al alcabo de cinco horas nos ordenaron que subieramos al Auto Oficial de Seguridad, mejor conocido como patrulla y esperaramos dentro hasta que la operación estuviese terminada.

Eran un total de tres patrullas que iban rumbo a la casa de Cameron; el último auto era donde íbamos sentados los tres y Steven en la parte de el copiloto ordenando a las demás patrullas lo que tenían que hacer.





Al llegar a la casa de Cameron los tres automóviles se estacionaron y bajaron cuatro polícias de cada patrulla.
—Esperen aquí y no salgan —nos ordenó Steven y bajó del auto.
—Tranquilo, todo saldrá bien —acaricié la mano de Cameron que movía los dedos constantemente por lo nervioso que estaba.

Los ocho policías hicieron una formación: cuatro a la derecha y cuatro a la izquierda apoyados en la pared viendo en dirección a la puerta principal de la casa de Cameron.
Steven tocó la puerta varias veces pero nadie abría.
—Somos de la Procuradoría en Defensa del Menor y la Familia, por favor abra —vociferó Steven.
Después de esperar varios segundos, Steven hizo una seña y uno de los policias forzó la cerradura y abrió la puerta. Inmediatamente todos entraron en orden y con mucha discreción.




Después de diez minutos sacaron a el que aparentemente era el padre de Cameron esposado y escoltado de dos policias. Detrás de ellos salió una señora como de 35 años golpeada, ensangrentada y estaba totalmente demacrada, parecía que sufría anorexia pues se le podían ver literalmente los huesos de los brazos y las manos.
—¡Espera! —grité al ver que Cameron bajó de la patrulla—. ¡Cameron, espera! —volví a gritar pero él me ignoró y corrió hacia su madre. Los dos se fundieron en un emotivo abrazo. 
Natalie y yo nos bajamos y corrimos hacia donde estaban ellos.



Una ambulancia llegó después de cuatro minutos al lugar y atendió a la madre de Cameron, algunos paramédicos bajaron de la ambualncia y se adentraron a la casa.

—¿Estás bien, Cameron? —me acerqué a él y le acaricié la espalda.
—Escuchame bien estúpido, vas a pagar por esto —amenazó el padre de Cameron y acto seguido los oficiales lo jalaron hacia la patrulla llevándoselo de allí.
—¿Y mi hermana? —preguntó inmediatamente Cameron al ver a Steven salir de la casa.
—Lo siento... —dijo Steven cabizbajo.
Cameron se quedó paralizado unos segundos y luego reaccionó al ver salir a su hermana cubierta en una manta blanca sobre una camilla.
Los ojos de Cameron se cristalizaron, gritó de dolor y quizá de enojo, rápidamente corrió hacia ella y rompió en llanto al ver a su difunta hermana.
—El señor Robert Lennon Cox, el padre de el joven Cameron, mató a la señorita Giselle de catorce años a golpes. Lo sentimos mucho —nos informó Steven.



Natalie y yo nos quedamos atónitas, habíamos llegado demasiado tarde...



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