INTRODUCCIÓN

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 La noche era demasiado calurosa a pesar de encontrarse a finales del mes de octubre. Su camiseta negra ajustada de algodón, se adhería de manera pegajosa a sus antebrazos, dificultando un poco sus sigilosos movimientos.

La próxima vez me pondré una de tirantes, dijo John a sí mismo.

Finalmente, tuvo que remangarse las húmedas mangas bañadas en sudor, para refrescarse un poco, dejando al descubierto sus musculosos brazos.

Hoy realmente no le hacía falta ocultarse entre las sombras de los árboles para acechar a su próxima presa, pues la noche ya era lo suficientemente oscura. La luna apenas podía iluminar débilmente las calles de Molina de Segura, unas espesas nubes ocultaban gran parte de ella.

Las farolas eran escasas en esta parte del pueblo y la más cercana estaba a varios metros de distancia. Pero aún así, esperó detrás de una enorme Morera a que le llegara la gran oportunidad para saciar el dolor de estómago que comenzaba a sentir.

Pronto darán las diez, solo tengo que esperar unos minutos más... pensó distraídamente mientras miraba su reloj de muñeca.

Su sed de sangre se hacía más intensa y más urgente, según iban pasando los segundos. Hacía dos días que se había alimentado por última vez y por eso estaba muy sediento.

A escasos metros de su posición, se encontraba la pequeña puerta de acero y cristal que daban el acceso a la academia nocturna de contabilidad.

Diez segundos, nueve, ocho, siete..., siguió contando, impaciente por lo que de manera inminente iba a pasar en pocos minutos, cuando estuviera a solas con su víctima; solamente tenía que armarse de paciencia y esperar un poquito más.

La puerta se abrió de golpe y un puñado de jóvenes salieron del establecimiento, ajenos al peligro que acechaba desde tan solo a unos pocos metros. La mayoría de ellos tenían sus motocicletas aparcadas al lado de la entrada del local y en cuestión de segundos, el ruido de los motores y tubos de escape rugieron en la silenciosa noche.

Enseguida la calle fue despejada, quedando solamente un grupo de tres jovencitas, que tenían aparcados sus vehículos al otro lado del sombrío parque.

John observó a las chicas dividirse cuando la primera alcanzó su coche y se subió en él. Las otras dos continuaron con su caminata, riéndose con fuertes carcajadas por algún comentario chistoso, mientras sujetaban sus carpetas y llevaban sus mochilas colgadas de un hombro.

Sigilosamente, John se aproximó a ellas, atravesando el solitario parque y esquivando las papeleras que encontraba en su camino.

Finalmente, las chicas se separaron y la rubia se montó en un Fiat Punto azul y se despidió de la otra muchacha de cabellos rojos con un movimiento de cabeza.

La pelirroja avanzó unos metros más y cuando iba a meter la llave en el Ford Focus rojo que estaba bien estacionado, un cuerpo duro y musculoso chocó con ella, haciéndole perder por un momento el equilibrio. Todos sus papeles y la carpeta cayeron inevitablemente al suelo.

—¡Oh!, vaya... ¡Cuánto lo siento! —dijo una voz masculina cerca de ella—. Permite que le ayude.

John se agachó y comenzó a recoger los folios y demás papeles que cubrían la sucia acera de la calle.

—¡Madre mía! ¡Qué desastre! —exclamó la muchacha mientras se arrodillaba al lado de él y recogía un folio que había caído dentro de un charco, arruinándolo.

—En serio, lo lamento... —comenzó a decir él, con un tono de voz aterciopelado y penetrante— Iba distraído hablando con el móvil y no te he visto...

Saga La Era De Los Vampiros, Libro II: Cautivada Por Un VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora