Jamás pensó que la sensación de unos colmillos clavándose en su piel pudiera ser de ese modo tan impresionante, creyó que sentiría dolor pero se equivocaba, la lluvia de increíbles sensaciones que la inundaban en ese momento dictaba todo lo contrario.
Mientras John llenaba su boca con su propia sangre y tragaba ruidosamente con ansias, Noemi se desintegraba entre sus brazos con esa caricia tan íntima que solo un vampiro podía otorgarle.
Si no paraba pronto, Noemi acabaría por alcanzar un sorprendente éxtasis de placer, solo igualado al orgasmo que precedía a un maravilloso polvo. Sentía su entrepierna humedecerse por la excitación y su respiración comenzó a tornarse más agitada, finalmente no pudo reprimir un gemido de placer.
Escuchar y oler la excitación de Noemi, provocó en John unas ganas inmensas de hundirse hasta el fondo en el cálido núcleo de ella. Su erección pedía a gritos ser liberado del confinamiento que eran sus pantalones negros de cuero en ese momento.
Noemi sintió en su vientre el palpitar duro y grueso del miembro de John y sin pensárselo dos veces, se acomodó mejor encima de él, quedando a horcajadas sobre sus dobladas piernas y de cara al vampiro.
Lo que comenzó como una desesperada fricción de ambos sexos por encima de las rompas de los jóvenes, acabó convirtiéndose en un acto sexual sin precedentes.
John había liberado su endurecido sexo, que estaba ya dolorosamente recto por tanta cercanía y roce, y con agilidad, había levantado un poco más el vestido negro de Noemi y después de apartar sus diminutas braguitas a juego con el sujetador de encaje, la penetró hasta la empuñadura. Acto seguido, Noemi comenzó a cabalgar encima de él, ayudando con sus duras embestidas, llevándolos a los dos al limbo del placer carnal.
En el gran salón, solo se oía los gemidos y jadeos de los amantes, que gozaban sin preocuparse de dónde estaban y si alguien podían verlos, en esos momentos, ninguno de los dos pensaron en eso, ni se preocuparon por ello.
El delicioso orgasmo que alcanzó Noemi la dejó totalmente agotada, o quizás, el cansancio no solo era debido a eso y se debía también a la falta de sangre que acababa de experimentar a manos de su amante vampiro.
John separó su boca del elegante y largo cuello de Noemi y después de sellar su herida con la saliva cicatrizante de vampiro, acomodó la cabeza de ella en su pecho. Noemi estaba relajada entre sus brazos, demasiado débil para cambiar de postura, sin pensárselo demasiado, hincó sus colmillos en su propia muñeca izquierda, para hacerla sangrar. Le puso la herida abierta sobre la boca de la joven y la incitó a que bebiera de él.
—No... —susurró ella con un hilo de voz.
—Bebe, mi sangre hará que te recuperes antes y te fortalezas de nuevo —le informó él, mientras volvía a acercarle la muñeca sangrante a la boca.
No se resistió más y empezó a beber de la pequeña herida que no paraba de gotear sobre ellos, dejándolo todo manchado.
El sabor que llenó su sentido del gusto la sorprendió en exceso, no esperaba para nada un sabor igual. John sabía a una mezcla rara de especias, con un toque metálico al final. Al principio pensó en tomar solo un poco para complacerlo, pero Noemi se vio sorprendida otra vez con la nueva necesidad de tomar más de él. No podía separarse de su vena, cómo un drogadicto ansía la droga.
John tuvo que apartarla y romper la conexión, ya que ella estaba perdida en la espiral de sensaciones que producía su sangre vampírica.
—¿Te encuentras mejor, princesa?
Ella lo miró con ojos vidriosos.
—Me siento diferente —comenzó a decirle mientras se levantaba y estiraba sus miembros que anteriormente estaban entumecidos—. Me siento llena de energía y poderosa, como si pudiera correr cientos de kilómetros sin cansarme.