CAPÍTULO TREINTA (Desenlace)

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Eran ya casi las nueve de la mañana cuando Noemi regresó a la mansión con April y sus padres. Por petición de Daniel y Cristián, ellos la habían estado esperando dentro del Mercedes Benz de su amiga, mientras se estaba desarrollando la emboscada.

Por el camino, su gente le contó todo lo que le había pasado a John, lo de su secuestro para ser el conejito de indias de un científico llamado Lucas. También le contaron todo lo que sabían en la involucración de Blanca y Bruno en ese tema, lo de los billetes de avión y todo lo demás.

Noemi estaba muy feliz y contenta de que John no la hubiera dejado por propia voluntad, que todo había sido un mal entendido.

Ella aprovechó para contarle la horrorosa experiencia que había vivido las últimas horas de su vida, les contó toda la malvad que vio en esa guarida. Sus padres se alegraron de que hubieran llegado a tiempo para evitar un mal mayor a su hija, ya habían perdido a su hijo Jaime y no podrían soportar otra pérdida más.

Noemi perdonó lo que Lucas le había hecho a su prometido, pues gracias a él, pudieron encontrarla a ella y a Carla, y liberarlas a ambas junto con más humanos, la mayoría mujeres, que vivían las torturas que les otorgaban esas malditas bestias.

Bruno y Blanca también obtuvieron su perdón, pues ellos la encontraron a tiempo y la sacaron con vida de aquel infierno.

Se despidió de su gente y se fue a descansar un rato, tenia los músculos de los brazos y de las piernas todavía agarrotados de tantas horas en aquella mala posición. Pero antes de dejarse abrazar por sus suaves sábanas, decidió darse una reparadora y muy merecida ducha de agua caliente.

Cuando John estuvo de vuelta, Noemi aún dormía. Se acercó a su cama, con una bandeja repleta de comida, que traía en la mano. Obra de Miriam, que se preocupaba por su hija. La depositó en la mesilla de noche que tenía al lado y se inclinó sobre ella.

—Noemi —la llamó—, despierta mi amor.

Le dio un casto beso en la frente y la joven, perezosamente abrió los ojos lentamente y los enfocó en su bello y masculino rostro.

—John... —susurró y luego abriendo más los ojos y comprendiendo que no era una ilusión, que él realmente estaba allí, alzó los brazos y le rodeó el cuello con ellos—. John... John, ¡oh, John!

Dijo una y otra vez mientras le seguía abrazando estrechamente y comenzaba a llorar de alegría.

—Shhhh —le dijo él mientras le besaba el pelo—. Tranquila mi amor, ya estoy aquí.

Así estuvieron los dos un buen rato, abrazados y sin decir nada más.

Noemi se embriagó del aroma tan masculino que desprendía su hombre, John acababa de salir de la ducha y olía muy bien, a limpio.

Finalmente se separaron un poco y John, con sus manos, le limpió las húmedas lágrimas que discurrían por el bello y joven rostro de su amada.

—¿Hace mucho que regresaste de aquél infierno? —preguntó ella, mientras se sentaba bien en la cama.

—Hace poco más de media hora.

—¿Y por qué no viniste antes a verme? —le acusó ella cariñosamente.

—Tenía que darme una urgente y muy necesitada ducha —respondió él, tomando también asiento a su lado.

Ella asintió comprendiéndolo.

—April y mis padres me contaron lo que te pasó —comenzó a decirle ella—. Lo de Lucas, el secuestro...

—Si ya sabes la historia, entonces —comenzó a hablar él interrumpiéndola, mientras cubría la boca de la joven con una mano para silenciarla—, si no te importa, prefería no hablar de ello.

Ella asintió y él retiró la mano, para ocupar su lugar con sus labios hambrientos, que estaban deseosos por besarla. Los dos se fundieron en un profundo y urgente beso. Sus bocas se unieron lo máximo posible, mientras sus lenguas danzaban y bailaban una con la otra.

Noemi jadeó entre sus labios y lo abrazó para acercárselo más a su desesperado cuerpo.

Con impaciencia, ambos se desnudaron uno al otro. Sentir las manos de John sobre su hipersensible cuerpo, volvió loca a Noemi, que sin remediarlo, se humedeció por y para él.

Los dos yacían sobre la colcha desarmada de la gran cama, John encima de Noemi, mientras sus labios seguían unidos y sus manos se acariciaban.

Ella rodeó con sus pequeñas manos las duras y prietas nalgas de John, el cual gimió en respuesta.

La ágil mano del vampiro encontró el ya más que preparado sexo de la joven y jugó con su hinchado capullo. Sus dedos pulgar e índice, lo pellizcaban tiernamente para estimularlo y hacerla gozar. Sus colmillos, ya extendidos por la excitación, rozaron la lengua de la joven, luego mordisquearon sus labios y a continuación, se clavaron donde el cuello y el hombro de Noemi se unían.

Su boca se llenó con la dulce esencia de la vida de su amada, calentándole la garganta y saciando su hambre vampírica. Con esa acción, su otra "hambre", la masculina, le reclamaba ser también satisfecha.

Separó las piernas de Noemi con sus rodillas y la dejó abierta para él. Su palpitante erección rozó el rizado bello de la entre pierna de la joven. Su glande acarició sus labios cremosos y con una profunda estocada, la penetró hasta el fondo.

Ambos jadearon ante tal sensación, después de tanto tiempo, volvían a estar uno dentro del otro, unidos para siempre.

Ella apretó más su trasero, para que sus embestidas fueran más profundas. Quería sentirlo en su interior, que sus cuerpos se fundieran en uno solo. Quería que su pene la llenara, quería sentirse completa y solo él, lo podría conseguir.

John dejó de beber de Noemi, su lengua lamió la herida que le había producido con sus afilados colmillos y la selló. Se separó un poco de ella, lo justo para que ambos se pudieran ver los ojos perfectamente.

Él quería ver la cara que pondría ella cuando llegara el orgasmo, no quería perderse detalle alguno. Cada gesto, cada arruga de expresión, cada cambio que se produjera en su rostro, el quería verlo todo y memorizarlo para el resto de su vida.

Siguió empujando hacia dentro, luego hacia fuera, sintiendo en cada momento la presión de los músculos internos de la mujer sobre su endurecido miembro.

Finalmente ambos alcanzaron a la vez el deseado y anhelado clímax. Una lluvia de explosiones sensoriales los invadieron, haciéndoles gozar como nunca.

Noemi creyó alcanzar el cielo cuando llegó a la cumbre del placer carnal, la cabeza le daba vueltas y su corazón latía desbocado.

John le sonrió, mientras se retiraba y salía de su cálido interior.

—¿Te he dicho alguna vez que te quiero? —le preguntó él, mientras la miraba fijamente. Ella negó con la cabeza—. Te quiero con todo mi ser.

—Yo también te amo, mi vida —le respondió ella mientras acercaba la boca del vampiro a la suya y lo besaba tiernamente.

Lentamente, él rompió el beso para coger una toallita húmeda del cajón de su mesilla de noche.

Ayudó a Noemi a limpiarse con ella el muslo interno, que había quedado manchado con su semilla.

—Ahora será mejor que comas algo si no quieres enfermar —le regañó él, que ya estaba levantándose y tomando de nuevo la bandeja para acercársela—. Tienes que recuperar peso si quieres que te venga bien el vestido de novia —le avisó él sonriendo, mientras le metía en la boca un trozo de pan.

Ella lo masticó y le devolvió la sonrisa, feliz por que todo volvía a estar en su sitio.

—¿Sabes lo que te digo? —dijo ella en respuesta, clavando sus ojos verdes en los de él— . Creo que tendrá que venir la modista para remendarlo mañana por la mañana —le informó—. Porque pienso casarme contigo en cuanto anochezca de nuevo...

FIN

Saga La Era De Los Vampiros, Libro II: Cautivada Por Un VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora