Esa noche se sentía excesivamente excitado, la visión de esa preciosa chica le había abierto de nuevo otro apetito igual de necesario en su vida: el carnal.
Decidido a pasar una noche intensa, se acercó a la chica del grupo que pintaba ser la más atrevida, una chica rubia y alta, que por su vestimenta y la forma de actuar y gesticular, él dedujo que a esa muchacha le iba la marcha. Pues John, con una simple mirada calaba perfectamente a las personas y sin duda alguna, con ésta no había fallado.
Intencionadamente, fingió no tener fuego para encenderse un cigarrillo y como esperaba, la joven se ofreció a ayudarlo sin dudarlo. Por la mirada que ella le dedicó cuando lo vio venir por la calle, estaba claro que le gustaba lo que sus ojos veían.
Con educación, les ofreció un cigarro a cada una de las allí presentes, pero todas desestimaron su ofrecimiento y después de darle las gracias igualmente, se despidieron de ellos y se largaron cada una por su camino.
Con coquetería, la chica entreabrió una conversación trivial para retenerlo un poquito más al lado suyo, no sabía que él no tenía intención alguna de dejarla ir, así sin más; acababa de empezar con ella.
La muchacha no estaba nada mal, tenía las piernas largas y delgadas, su corta falda vaquera mostraba gran parte de ellas y las botas altas de piel se le adherían como una segunda piel. El gran escote que lucía, dejaba poco a la imaginación sobre cómo de hermosos eran sus turgentes pechos, ni siquiera la chaqueta desabrochada ocultaba las curvas de sus senos.
Tenía el pelo rubio y algo corto para su gusto, apenas le llegaban a la altura de sus hombros. Pero en cambio, le encantaban sus labios llenos y gruesos; el lápiz labial rojo fomentaba todavía más su anchura.
Después de una conversación desinteresada y de desplegar un poco de su encanto vampírico, logró convencerla para que lo acompañara a un hotel, a pasar la noche con él.
***
Cuando Noemi llegó a su casa, estaba realmente agotada. Apenas tenía ganas de probar bocado, pero aún así fue a la cocina y se calentó en el microondas el plato con la cena que había preparado su madre un tiempo antes de su llegada.
Comió distraídamente, mientras su mente recordaba el pequeño incidente con aquél chico tan misterioso. Intentó recordar si él le dijo algo, cualquier cosa, pero finalmente aceptó que ni siquiera había tenido la oportunidad de oírlo hablar.
Estaba tan sumamente sumergida en sus pensamientos, que no se dio ni cuenta de que había acabado con toda la tortilla de patatas que tenía en el plato. Apartó la silla para atrás y se levantó con él en la mano y lo dejó en el fregador. Pensó que ya lo fregaría y recogería la cocina a la mañana siguiente, estaba demasiada cansada para hacerlo ahora y solo le apetecía dormir. Además, hoy era viernes y tenía que recuperar fuerzas para el día siguiente, que tocaba quedada con las amigas en la discoteca.
Después de darles las buenas noches a sus padres, subió a su dormitorio y se quitó la ropa con movimientos torpes. En cuanto se enfundó en su camisón de franela, se metió en la cama y a los pocos minutos, se quedó dormida profundamente. Esa noche soñó con un apuesto hombre moreno, con el pelo largo y ojos color azabache, que se acercaba a ella lentamente y la devoraba con su hambrienta boca...
***
Mientras John esperaba a que Ángela, su nuevo ligue de la academia, se aseara en el baño de la habitación alquilada, tomó el teléfono móvil que había dejado sobre la mesita de noche y realizó una breve llamada.
Cuando colgó, volvió a dejar el aparato en el mismo sitio en el que estaba y antes de sentarse de nuevo sobre la colcha de la espaciosa cama, se quitó la chaqueta de cuero y la camiseta negra de algodón y las lanzó hacia la silla más cercana.
Nada más abrir la puerta del aseo, Ángela se encontró con aquél apuesto desconocido, semitumbado en el colchón, con la espalda apoyada en el cabezal de la cama. Solamente llevaba puesto los pantalones de cuero y sobre el suelo, junto a la mesita de noche, descansaban sus botas negras de motero.
Estaba realmente muy sexy y agradablemente apetecible. Se creyó afortunada por haber ligado con un chico, mejor dicho, con un hombre así de apuesto, que desprendía un delicioso olor a macho por los cuatros costados.
John le indicó con la mano que se acercara a él y en cuanto ella lo obedeció y se posicionó junto al borde de la cama, tiró de ella hacia él y la sentó en su regazo.
Sus bocas se unieron en un urgente beso profundo, sus lenguas danzaron en un baile erótico mientras ambos recorrían el cuerpo del otro con impacientes manos. No dejaron parte alguna de sus cuerpos sin explorar, aún llevando todavía algunas prendas de ropa encima.
Mientras Ángela se apartaba un poco de su abrazo para poder quitarse mejor su ajustada camiseta, él aprovechó el momento para introducir su hambrienta mano por debajo de la falda de ella y ascender por sus muslos internos hasta dar con la calidez de su entrepierna.
Un gemido escapó de los carnosos labios de ella justo cuando sintió que le quemaba la íntima caricia que él le hacía en esa parte tan sensible y caliente, la cuál ya estaba húmeda esperando ser penetrada.
Pero alguien llamó a la puerta, interrumpiéndoles el juego. Ángela se quedó primeramente sorprendida por la inesperada llamada y luego esa reacción fue sustituida por frustración y rabia por haberles cortado el rollo.
Fue John el que después de apartar suavemente a la muchacha, se levantó y se acercó a la puerta con una sonrisa en los labios. La abrió y se hizo a un lado para dejar entrar a una hermosa mujer morena, con el pelo largo y rizado.
Su piel era también blanca como la de John y lucía un provocativo vestido negro extremadamente ajustado, que luego a luego, era más corto que la falda que Ángela llevaba todavía puesto.