Esa noche faltaron varios estudiantes a clase y por ello apenas habían alumnos. La mayoría habían optado por irse de puente, aprovechando que ese lunes era veintitrés de diciembre y por lo tanto, le precedía varios días festivos consecutivos.
Noemi y April se acomodaron juntas en la primera fila de mesas, para oír mejor al profesor y no perderse detalle alguno de la lección. Después de tomar asiento, Noemi sacó de su querida mochila un cuaderno y un bolígrafo para tomar nota.
Justo en el momento en el que el maestro comenzaba con la parte correspondiente del temario del día, la puerta se abrió de golpe, consiguiendo así la atención de todos los allí presentes.
Noemi levantó la vista hacia esa dirección y se quedó perpleja con lo que sus verdosos ojos vieron: ¡John esta allí, de pie junto a la puerta!
El profesor le dio la bienvenida y después de presentarlo, invitó a John a tomar asiento. Él con paso decidido, se dirigió a la última fila de mesas del aula y se sentó allí. Fue entonces, cuando ya estaba acomodado y con su libreta de apuntes preparada, cuando alzó la vista y la clavó en Noemi.
Ella, avergonzada por que él le había pillado mirándolo atentamente, giró la cabeza rápidamente y bajó la vista a lo que tenía sobre su mesa. Notó perfectamente cómo sus mejillas se encendían de manera descontrolada.
La clase transcurrió de una forma muy pesada y lenta para Noemi, apenas podía prestar atención a lo que decía el maestro. Estaba deseando que terminara la sesión para poder hablar un momento con John. Aparte, se sentía incómoda sabiendo que él la miraba atentamente, lo sabía no solo porque podía sentir su intensa mirada, April se encargó de recordárselo un par de veces.
—Vaya, vaya —susurró muy flojito al oído—. Creo que le gustas al nuevo. ¿Has visto cómo te mira? Parece que te estuviera comiendo con los ojos...
Por el rabillo del ojo ella comprobó lo que ya sabía: John la taladraba con su oscura y penetrante mirada.
Lógicamente, para John le fue inevitable mirarla, no podía quitarle el ojo de encima, por mucho que lo intentará, instintivamente volvía a fijarse en ella. Estaba, cómo siempre, realmente divina con la ropa sencilla que llevaba puesta. Sin duda, todo lo que se pusiera esa mujer le quedaba bien. A diferencia del viernes pasado, esta vez no vestía con pantalones vaqueros. Llevaba puesto lo que parecía ser un peto de pantalones cortos del mismo género, con unos leotardos negros al igual que su camiseta. Los zapatos si eran los mismos: unos botines negros que al parecer les gustaba llevar. Aunque no se había hecho una trenza, sí llevaba el pelo recogido en una coleta de caballo, dejando despejada su hermosa cara.
Finalmente la clase terminó y todos los allí presentes, se levantaron muy emocionados por que no tenían que regresar hasta el jueves veintiséis que era cuando reanudaban las clases de nuevo.
Todos salieron en una estampida, dejando al profesor, a Noemi, a April y a John solos en el aula. El profesor estaba entretenido recogiendo todas sus pertenencias del escritorio, que eran muchas.
En el instante en el que John pasó junto a ellas, casi rozándolas, Noemi estiró la mano y le agarró del brazo, deteniéndole.
—¡Espera, John!
Ahora que él se encontraba junto a ella y la miraba directamente a los ojos, Noemi sintió un nudo en la garganta y se quedó sin habla. Ese hombre la dejaba hecha un flan.
Con mucho disimulo, April le dio con el codo en las costillas, para que despertara y saliera de su estupor y continuara hablando.
—Yo... bueno... —apartó su mirada de la de él para armarse de valor—. Quería agradecerte lo de la otra noche. Te fuiste tan repentinamente, que apenas pude hablar contigo...