Dos meses después...
—¡Venga, Noemi, enséñame las notas! —exigió April, intentando alcanzar el boletín informativo que sostenía de manera tan protegida su amiga—. ¡No será para tanto!
Noemi giró sobre si misma, para evitar que su entrometida colega lograra arrebatárselo de sus manos.
—¡No! —exclamó disgustada—. No me siento orgullosa de ellas.
April no pudo contenerse y empezó a reírse con fuertes carcajadas, doblándose por la mitad al mismo tiempo.
—En serio chica, debes de estar de broma —logró gesticular, mientras aún se recuperaba de su ataque de risa—. Si tú eres la más empollona de la clase. En los años que te conozco, ¡jamás suspendiste una asignatura!
Su compañera se giró lo suficiente para quedar completamente delante de ella y le dedicó una mirada muy seria.
—Pues mira por donde, te equivocaste esta vez —rugió Noemi enfadada.
No solo lo estaba con su amiga April, que se entrometía en su vida, sino que también lo estaba consigo misma. Había descuidado sus estudios en el primer trimestre del curso de Ciclo formativo de grado medio. Se había dejado llevar por sus alocadas amigas, que la engatusaron para tomar como costumbre salir de fiesta todos los fines de semana. Y ahora su imprudencia y su descontrolado ritmo de vida, le habían hecho suspender la asignatura más difícil del curso de Auxiliar Administrativo.
—Toma, compruébalo tú misma.
Le lanzó el boletín informativo, volando afortunadamente sobre las manos de April, que con agilidad logró atrapar antes de que cayera al suelo. Lo abrió impacientemente y en cuanto vio los resultados, la miró anonadada.
—¿Tanto alboroto por haber suspendido solamente contabilidad? —dijo April sarcásticamente—. Y por lo que veo, el resto de las clasificaciones están bastante bien, ¡casi todas notables!
Noemi era consciente de que sus notas no eran malas, pero ella no estaba acostumbrada a ese tipo de calificación. Normalmente sus notas estaban repletas de sobresalientes, y en esta en particular, no tenía ni uno.
Sin decir palabra, le quitó el boletín de sus manos y lo guardó en su desgastada mochila. Estaba ya estropeada de tanto uso, pero se negaba a cambiarla rotundamente. No era por que le faltara dinero para hacerlo y para comprarse una nueva. ¡No, gracias a Dios! La conservaba porque le tenía un cariño muy especial. Fue el último regalo que había recibido de su difunto hermano Jaime, su querido hermano...
Hacía ya más de cuatro años que el consumo excesivo de drogas se lo había llevado lejos de ella y de sus humildes padres.
Con un suspiro y una sacudida de su embotada cabeza, se quitó los amargos recuerdos de Jaime y continuó andando hacia su motocicleta. April la alcanzó enseguida, acompañándola a los aparcamientos del instituto Virgen de la Eras de Fortuna.
Era el último día de clase de ese trimestre, pues ya comenzaban las vacaciones de Navidad y a partir de ese día, dispondría aproximadamente de dos semanas de libertad.
—¿A dónde vas con tanta prisa? —preguntó April, mientras se detenía y cogía aire para respirar.
—Directa a mi casa. Voy a mirar por internet a ver si encuentro alguna academia de contabilidad que abra en estas fechas festivas.
Le respondió a su curiosa amiga mientras se agachaba y le quitaba la pitón a la moto y cogía su casco integral que había dejado también encadenado. Se lo puso y de un ágil salto, se subió en ella.