Sus bocas se unieron con urgencia en un beso apasionante y cargado de deseo. Sus lenguas bailaron una vez más la danza del amor, entrelazándose la una con otra, uniéndose de tal manera que se fundían cómo si fueran una sola.
Él la alzó en brazos y se la llevó al pie de las escaleras que subían a las habitaciones. Con paso lento, pero firme, cargó con ella hacia su dormitorio, subiéndolas de dos en dos.
Miles de mariposas bailoteaban y volaban dentro del estómago de la joven. Estaba nerviosa porque sabía que finalmente iba a llegar el gran momento. Sus bocas seguían unidas y no se separaron hasta que notó en su espalda la suavidad de unas sábanas de seda; John la había depositado sobre su enorme cama. Ahora que no se estaban besando, él la miraba con una mirada inquisitiva y suplicante.
Ella sabía lo que él quería preguntarle: quería pedirle permiso y sin duda, se lo iba a conceder. Por eso, no le dejó plantearla si quiera, si no que su boca volvió a reclamar la suya; con ese gesto silenció sus dudas.
Con manos temblorosas, comenzó a sacarle la camiseta por los musculosos brazos y él en respuesta, jadeó entre sus labios. También acarició cada piel expuesta de su espalda y sintió como los músculos de allí se tensaban y contraían con su caricia. Siguió con su exploración, pasando las palmas de sus manos sobre el torso desnudo de su acompañante.
Ahora le tocaba a él el turno y con decisión, ayudó a Noemi a quitarse su jersey verde, a juego con sus hermosos y cristalinos ojos. Apartó su boca de la de ella y descendió cubriendo de pequeños besos allí por donde se deslizaba, pasando por su barbilla, por su elegante cuello y llegando hasta la curva de sus redondos senos. Con una mano cubrió uno de ellos y sintió como se endurecía el pezón por debajo de la tela del sujetador.
Un débil gemido escapó de entre los labios ya hinchados y sonrosados de Noemi, que a la vez, se retorcía debajo de él.
Desabrochó el negro sostén de encaje y liberó los tiernos pechos de la joven, que se movían de arriba abajo con la fuerte y agitada respiración de la chica. Ahora más que nunca, el medallón de plata destacaba sobre la blanquecina piel de su pecho. John saboreó ambos senos con su boca, jugando con los erguidos botones, los cuales mordisqueaba y lamía con su demandante y exigente lengua.
Una de las manos de Noemi se posó en la cabeza del vampiro, entrelazando sus finos dedos entre los mechones de color negro de su larga melena, a la vez que hacía presión en ella, para acercarla más a su pecho.
Él sentía como los colmillos querían salir de las encías, pero se concentró lo suficiente para mantenerlos a raya. Dejó los excitados globos para seguir saboreando con su lengua el abdomen de su amada, descendiendo hasta la cinturilla de sus vaqueros. Los desabrochó y lentamente, se los fue bajando hasta sacárselos por los pies, dejándola solo con unas braguitas negras y diminutas.
Ella al verse observada, sintió un poco de pudor e intentó cubrirse con las manos, mientras el rubor cubría sus mejillas.
—Princesa, no te ocultes en mi presencia. No me niegues ése placer... —le dijo con la voz ronca por la excitación—. Eres hermosa y deberías sentirte orgullosas de tu bello cuerpo.
Volvió a tumbarse sobre ella y cubrió de nuevo su boca con sus hambrientos labios, que querían saborear otra vez el dulce sabor de la muchacha. Sin separar la unión de sus bocas, John bajó lentamente la mano por el costado de ella, haciéndole cosquillas en su recorrido y haciéndole erizar su piel con ese gesto. Finalmente llegó al punto donde quería llegar y por encima de la ropa interior, acarició esa zona tan codiciada con dos dedos.
La fricción de esa íntima caricia, hizo que Noemi quedara cegada y borracha por la lujuria que crecía en su interior, que solo le pedía liberación. Su sexo se humedeció, preparándose para recibirlo.
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Saga La Era De Los Vampiros, Libro II: Cautivada Por Un Vampiro
Storie d'amoreSegundo libro