CAPÍTULO SIETE

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El terror y el pánico se apoderaron violentamente de Noemi, mientras era arrinconada contra la dura y fría pared del viejo edificio. Su captor la sostenía con fuerza y en contra de su voluntad, sujetándole con una sola y enorme mano las suyas mucho más pequeñas y delicadas. Con la otra le estaba acariciando el muslo, con intenciones de ir más allá. Su asquerosa boca cubría la suya para silenciarla y hacerla callar y para que no volviera a gritar.

Escuchó a su amiga llorar de manera desolada y descontrolada mientras corría la misma suerte, a solo dos metros de donde ella y el otro delincuente se encontraban.

No podía creer la mala fortuna que habían tenido, debían habérselo supuesto... ¡Pero que tontas habían sido!. Pero por otro lado, ¿quién se lo iba a imaginar? Si estaban más que acostumbradas a hacer ese mismo recorrido todos los Sábados por las noches y nunca antes les habían pasado nada parecido.

Su cuerpo se puso más tenso aún, cuando la mano de ese desagradable desconocido le tocó el muslo interno, muy cerca de donde se encontraba su tesoro. Intentó luchar una vez más para liberarse de su agarre, pero el hombre, aún siendo de constitución delgada, era extremadamente fuerte.

¡Qué ironía de la vida! Ella estaba minutos antes deseando ser besada por el chico misterioso de ojos negros y cabellera morena y ahora estaba con un bastardo con los mismos rasgos.

El agresor dejó sus labios libres para poder besarla por la barbilla hasta alcanzar su esbelto cuello, mientras su mano alcanzaba ahí abajo ese punto tan codiciado y empezaba a tocarla por encima de la tela de las braguitas.

Ahora era ella la que lloraba; lágrimas húmedas descendían por sus acaloradas mejillas.

Y no supo qué había pasado exactamente, pero el frío de la noche se impactó contra ella cuando el cuerpo de su agresor se alejó repentinamente. Sus temblorosas rodillas le fallaron y se les doblaron, perdiendo el equilibrio. Se dejó caer al suelo y se sentó doblándolas y abrazándolas con sus brazos para sentirse así más segura.

Todo pasó muy deprisa, apenas le daba tiempo de ver en la oscuridad lo que estaba pasando.

—¡No te vuelvas a acercar a ella, Iván! —dijo una voz amenazadora.

—John, lárgate y déjanos en paz —exigió el que sin duda se llamaba así.

El otro hombre, que era más ancho de espaldas y con la cabeza rapada, liberó también a April y se acercó a Iván. Ambos delincuentes enfrentando al recién llegado.

—¿Qué pasa, John?, ¿es que tú solito no puedes conseguirte un bocado y tienes que arrebatárselo a otros? —preguntó irónicamente el grandullón.

—Será mejor que os larguéis de aquí y no volváis —contestó el desconocido llamado John.

Noemi intentó enfocar más su vidriosa mirada para ver a su salvador y se quedó de piedra cuando comprobó que era el chico de sus sueños, el que la había cautivado en dos ocasiones.

Los dos agresores se acercaron a él de una manera amenazadora, con intenciones de luchar contra él.

April se había arrastrado torpemente junto a Noemi y la abrazaba mientras ambas observaban cómo se desarrollaba la escena.

Antes de que comenzara siquiera el enfrentamiento, un grupo de dos parejas se acercaron a ellos y se pusieron detrás de John, apoyándole.

—¡Vaya, vaya! —dijo Cristián—. Pero si son los perros Iván y Nicolás. ¿Que se os ha perdido por aquí, chicos?

Los dos aludidos, después de comprobar que eran demasiados para ellos, se miraron fijamente y sin decir palabra alguna, comenzaron a andar hacia atrás, con pasos lentos mientras aún los miraban atentamente. Con precaución y desconfianza, se giraron y se fueron, alejándose de ellos.

Saga La Era De Los Vampiros, Libro II: Cautivada Por Un VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora