Quedaron un buen rato los dos así, abrazados y desnudos sobre la desordenada cama, disfrutando de la compañía el uno del otro. Hasta que el sonido de la puerta principal abriéndose les hizo volver al presente.
Con manos temblorosas por los nervios, Noemi tomó sus ropas y comenzó a ponérselas, mientras John hacía lo mismo.
—¿Quién crees que es? —preguntó ella mientras se peleaba con el cierre de su sujetador.
—Creo que son los chicos —dijo de forma distraída a la vez que se abrochaba las cordoneras de sus botas de motero.
—¿Los chicos?
—Mis compañeros de piso, ya sabes, Daniel, su hermana y mis primos.
Noemi se había olvidad por completo de que John no vivía solo y compartía su casa con otras cuatros personas más.
—No me digas que tú organizaste todo esto para que ellos se fueran un par de horas y así dejarnos solos, ¿verdad? —inquirió ella alzando una de sus claras cejas.
—Me pillaste, princesa —le pellizcó la nariz suavemente—. No se te escapa ninguna ¿eh?
Ella desvió la mirada que estaba atrapada en los profundos pozos negros de su amado y dejó que sus mejillas se tiñeran de un color carmesí.
—Espérame aquí, voy a asegurarme.
Salió por la puerta, cerrándola tras de sí, mientras la dejaba allí, sentada en el borde de la cama y con la mirada clavada por donde él había salido.
Aprovechó que no tenía nada que hacer para echarle un vistazo al dormitorio que la rodeaba, ya que antes estaba muy ocupada para hacerlo. Sin duda, se notaba que se trataba de una habitación masculina.
En la pared donde estaba la puerta de acceso al dormitorio, había varias lejas de cristal adornadas con varios trofeos de diferentes deportes, desde natación a baloncesto, pasando por football. John no le mentía cuando le dijo la primera vez que se coló por la ventana de su cuarto que era un gran deportista.
Debajo de las lejas había un pequeño mueble en el que descansaba encima un aparato de música de los caros y a los costados, había un par de hileras de cd's.
Un enorme escritorio con un ordenador de última generación y una impresora multifunción ocupaban la otra pared y al lado estaba un enorme armario empotrado con cuatro puertas.
Y en la última pared, la que quedaba enfrente de la cama, se encontraba una amplia chimenea de piedra con un sillón de piel al lado y otra puerta más. Se levantó y fue a inspeccionar a ver de qué se trataba.
Dedujo que sería un cuarto de baño y no se equivocaba, ante ella se alzaba uno de grandes dimensiones, con una enorme bañera en forma de rinconera en una esquina, el water y el bidé al otro lado y enfrente de la puerta el mueble caoba de lavamanos.
Los azulejos eran de un color celeste en la parte inferior y blanco en la parte de arriba y olía muy bien, a colonia de hombre.
La puerta abriéndose la hizo girar sobre sus talones para encontrarse con un sonriente John.
—Veo que ya has tenido tiempo de echarle un vistazo a mi dormitorio —le dijo con un deje de broma en su tono—. Espero que también sea de tu agrado.
—De verdad John, tienes una casa preciosa. Recuérdame cuando compre una vivienda, que te contrate para decorar la casa —bromeó ella.
Él la abrazó y la estrechó entre sus brazos, acercándola lo máximo posible a su pecho, ella aprovechó para apoyar su cabeza en sus pectorales y poder así escuchar los latidos de su corazón.