Carolina no daba crédito a lo que estaba ocurriendo a su alrededor, no solo John no había vuelto a buscarla para que le calentara la cama, si no que él también pensaba en emparejarse con una humana. Con la insignificante y poca cosa Noemi... ¿Qué tenía esa chica que ella no tuviera?
Lo había intentado todo, ponerse todos los días las mejores ropas que le hacían bella, sensual y provocativa, pero nada, ni la miraba. Incluso estuvo llevando a hombres a la mansión para ver si le entraban celos o envidia, pero tampoco había surgido efecto. Estaba ya desesperada y sin saber que hacer.
Dejó la copa de sangre sobre la primera mesa que encontró cerca de ella, habían muchas esparcidas por el amplio y verdoso césped del jardín de la mansión de John. Allí era donde estaban celebrando la ceremonia de emparejamiento de su hermano y de April.
La mayoría de los invitados eran vampiros y todos conocidos por ella, los únicos humanos que allí se reunían eran los familiares de su cuñada y de Noemi.
Noemi...
¿Otra vez pensando en esa mal nacida? se regañó la vampira. Con rabia y cegada por los celos, se alejó del barullo de invitados y se dirigió para adentrarse en la oscuridad del inmenso bosque que había al fondo del jardín. Lo cruzó esquivando las mesas que se interponían en su camino y sin mirar atrás, salió del área compuesta por el césped y llegó hasta donde los grandes y altos árboles se alzaba ante ella.
Comenzó a andar sin rumbo alguno, pensando en la manera de evitar el inminente enlace de John con aquella humana. Estaba tan sumida en sus pensamientos que no detectó el olor a otro vampiro, uno masculino, que la estaba observando en silencio.
El vampiro emprendió la marcha en persecución de Carolina, que seguía con su paseo inconsciente de que la acechaban y perseguían. Se interpuso en su camino tan de repente que Carolina no pudo evitar chocar contra el duro pecho del mismo. Su primera reacción fue exponer sus colmillos a modo de desafío, con una mirada que haría arder hasta el Polo Norte.
—¡Ey vampirilla! —dijo una desconocida voz ronca—. Conmigo no te van hacer falta.
Carolina sabía que se estaba refiriendo a sus colmillos y después de comprobar que no había nadie más por esos parajes y que el vampiro no representaba peligro alguno para ella, decidió ocultarlos de nuevo.
—¿Quién eres? —preguntó con desconfianza, intentando ubicar ese rostro que le era algo familiar.
¿Dónde se habían encontrado antes? Pero no le dio tiempo a seguir pensándoselo, enseguida el vampiro se lo aclaró:
—Soy Iván —le dijo con una media sonrisa en los labios—. Y tenemos que hablar.
***
La modista le tomó la última de las múltiples medidas que necesitaba para confeccionarle un vestido de novia precioso, uno que cautivara a todo aquel que lo mirase.
Noemi estaba ya agotada de tanto ponerse y quitarse la inacabada prenda, le dolían los pies y estaba impaciente por ver a John de nuevo. Cada día estaba más enamorada de él y no podía estar ni un segundo separada de su persona. Era adicta a sus atenciones, a sus caricias, le encantaba su voz, esa media sonrisa tan sensual...
Pero la tradición dictaba que el novio no podía ver el traje de novia, así que no le quedaba otro remedio que aguantar un par de horas sin su compañía.
Y por las noches tampoco podían pasar juntos todo el tiempo que deseaban, pues por respecto a sus padres, no compartían el mismo dormitorio. Pero ya faltaba menos para ser oficialmente su esposa, para ser libre de nuevo y poder así salir del confinamiento que eran esas cuatro paredes.