CAPÍTULO VEINTIUNO

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El camino hacia la mansión de John se hizo interminable, un profundo y nervioso silencio reinaba en el interior del vehículo.

Esta vez iba Noemi sentada atrás con April, mientras John conducía el plateado BMW 530 por las desiertas calles de Molina de Segura. Estaban ya saliendo del pueblo, aproximándose finalmente a las cercanías del mismo, donde se encontraba el destino del viaje.

Justo cuando descendían la cuesta que les llevaba hasta la puerta del garaje, vieron a Carolina salir en un Merceden Benz negro, con un hombre de tez morena. Sus miradas se cruzaron en medio de la rampa en una milésima de segundo, para luego ser ella la que desviara la mirada y se concentrara en sacar el vehículo de la cochera.

Noemi no comprendía por que a Carolina ella le caía mal, si nunca habían tenido ni una sola conversación y tampoco le había hecho nada que pudiera ofender. Toda esa gente era definitivamente muy raros, pensó.

Cuando llegaron al gran salón, se encontraron a Cristián y a Micaela jugando al ajedrez. Ambos alzaron sus miradas para mirarlos y comprobaron que los "chicos" traían visita.

Con un gesto de cabeza, John les indicó que se largaran de allí y los dejaran a los cuatro solos.

Sus primos dejaron la partida sin terminar y sin decir palabra alguna, salieron por la puerta, donde la fría y oscura noche les daba la bienvenida.

—Será mejor que toméis asiento —comenzó a decir Daniel—. Y por favor... —dijo mirándola a las dos fijamente—. Escuchad antes de opinar, ¿de acuerdo?

Las chicas asintieron y obedecieron, sin saber muy bien si hacían lo correcto o no. Tampoco tenían claro de cómo actuar o qué pensar de todo aquello tan misterioso. ¿Qué tenían que revelar esos dos?

—Dentro de menos un mes y medio aproximadamente, todo el mundo recibirá una gran y explosiva noticia —dijo John mientras se sentaba en un sillón, frente a ellas—. Pero en visto de lo sucedido esta noche, nosotros vamos a anticiparnos con vosotras.

—Este asunto se nos escapa de las manos —continuó Daniel, que optó por quedar de pie, al lado de su amigo—. No tenemos otra opción, es algo que los "Jefes", han decidido y queramos o no, tenemos que aceptarlo.

John sacó uno de sus cigarrillos y lo encendió, ofreciéndole uno a los demás, pero solo Daniel lo aceptó. Él no fumaba, pero la tensión del momento le ponía nervioso y decidió hacerlo para intentar calmarse un poco.

—Nosotros existimos desde hace muchos siglos, prácticamente desde el mismo tiempo que los humanos —continuó Daniel con su explicación.

Noemi lo miraba sin entender, y por la expresión de April, no era la única... ¿humanos, es que ellos no se consideraban eso también?

—Y hemos vivido en el anonimato —concluyó John—, escondidos de vosotros durante todo este tiempo, pero como os hemos dicho, eso va a acabar y muy pronto.

—¿Qué sois realmente vosotros entonces? —preguntó finalmente Noemi, harta de tanta intriga.

—Vampiros.

Las dos amigas se miraron nerviosamente, mientras se acercaban más una junto a la otra y se cogían de las manos para afrontar con más valentía todo aquello.

—Vampiros... —susurró April, abriendo desmesuradamente los ojos ante tal comprensión—. Ahora lo entiendo todo... —Daniel simplemente asintió en su dirección, con un semblante serio por la preocupación—. Por eso tanta obsesión por besarme el cuello —Su mirada parecía perdida en el recuerdo—. La anemia... Ahora toda encaja.

Saga La Era De Los Vampiros, Libro II: Cautivada Por Un VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora