CAPÍTULO DOS

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Noemi salió de la ducha sintiéndose como nueva, le encantaba la hora del baño y a veces pasaba lo que le parecía horas sumergida en el agua de la bañera, hasta que se le ponía la piel arrugada.

Fue directa a su armario y cogió sus pantalones vaqueros preferidos, esos súper ajustados que le hacían un culo divino y precioso. Se calzó con sus botines negros de poco tacón y se puso un top negro ajustado de manga larga.

Se recogió la larga melena castaña con reflejos cobrizos en una enorme y gruesa trenza, para que no le molestaran los pelos mientras leyera o escribiera en clase.

No sabía por qué, pero le apeteció maquillarse un poco, algo sencillo y apenas visible. Quería ir guapa a su primer día de clase, pero no quería ir demasiado pintada para no causar mala impresión.

No había terminado de ponerse los pendientes nuevos en forma de estrellas que su madre le había regalado el otro día, cuando llamaron al timbre de la puerta.

Agarró su querida mochila y su chaqueta vaquera y cómo un misil, bajó las escaleras corriendo y sin detenerse si quiera se despidió de sus padres justo cuando alcanzaba la puerta y salía pitando hacia el coche de su amiga.

April la esperaba ya en el vehículo, con el motor en marcha y la música rap a todo gas. Le dedicó una sonrisa nada más montarse Noemi en el asiento del acompañante y en cuanto ésta cerró su puerta, metió la primera y salió disparada por la carretera, con destino a la academia de contabilidad.

El establecimiento en cuestión, no se encontraba muy lejos de donde Noemi vivía. En coche llegaron en cinco minutos, pero les hubieran costado llegar allí andando casi veinte minutos.

April residía en un edificio dos calles más abajo de la vivienda de Noemi, en la tercera planta. Vivía con su hermana pequeña de doce años y con su madre. Desde que sus padres se divorciaron, ella no había vuelto a ver a su padre. De eso hacía más de diez años...

Ambas estaban nerviosas y muy emocionadas, pero supieron controlarse y entraron sin dudar al local. Un grupo de unos veinte estudiantes de todas las edades, les recibieron con educación.

El profesor, después de hacer las presentaciones pertinentes, empezó con la clase y se hizo el silencio en el aula mientras éste impartía el temario del día.

***

Una vez más, John se ocultó detrás de su árbol preferido y esperó pacientemente a que apareciera alguna víctima apetecible para sus propósitos.

Esta vez, la noche era fresca y también oscura. Un poco de aire frío sopló en su dirección, obligándolo a subirse la cremallera de su chaqueta de cuero hasta el cuello.

La puerta abriéndose lo distrajo de su cometido, alzó la vista para observar el panorama que se abría ante él. Con mucho cuidado y sigilosamente, siguió oculto mientras calculaba cual sería la elegida esa noche.

Un movimiento entre la multitud de estudiantes le llamó la atención. Desde las sombras donde se escondía, vio una trenza balanceándose entre varias cabezas que estaban al rededor de la chica en cuestión, dificultando así su visión e impidiéndole al mismo tiempo verla mejor.

Su mirada seguía clavada en esa misteriosa joven y cuando las personas que bloqueaban a su objetivo se expandieron y se fueron en diferentes direcciones, pudo ver a la chica más hermosa que habían visto sus oscuros ojos a sus ciento noventa años de edad.

Se trataba de una muchacha de unos diecisiete o dieciocho años. Calculó que mediría aproximadamente los ciento setenta centímetros de estatura, bien repartidos sin duda. Tenía un esbelto cuerpo de infarto, realmente bien formado, con unas curvas perfectamente definidas, amplias caderas, trasero respingón y presumiblemente firme y... John tuvo que controlar el impulso que le hacía querer acercarse a ella y hacerla suya. Sentía cómo su cuerpo reaccionaba ante esa idea y se ponía duro, sintiéndose incómodo en exceso en ese momento tan inoportuno.

Agitó ligeramente la cabeza para aclarar y apartar de su mente los perversos y lascivos pensamientos que comenzaban a atormentarlo de una manera alarmante. A él nunca le había atraído tanto una mujer de esa manera y se sentía completamente confuso.

Volvió a concentrarse en su tarea, estudiando los movimientos de cada jovencita que allí se encontraban. Observó cómo casi todo el mundo se montaban en sus vehículos y desaparecían en la fría noche, dejando a un pequeño grupo de chicas hablando en la puerta del local.

La de la trenza, se apartó de la entrada y lentamente se fue andando silenciosamente hacia un viejo coche estacionado cerca de donde él se encontraba. Ella iba distraída, con la cabeza mirando las puntas de sus negras botas y mirando de vez en cuando la hora de su reloj de pulsera y hacia la puerta por donde había salido minutos antes.

—¡Ups, perdón! —exclamó Noemi cuando chocó de lleno contra un torso duro y musculoso.

Perdió el equilibrio y estuvo apunto de darse de bruces contra el suelo, pero los musculosos y hábiles brazos de John la sujetaron antes de que eso pasara.

—¡Vaya, cuánto lo siento! —balbuceó ella mientras alzaba la vista y clavaba sus ojos verdosos en él.

Noemi quería seguir excusándose, pero se quedó sin habla cuando se sintió atrapada en la penetrante e intensa mirada del joven y apuesto muchacho, que aún no le había soltado de su agarre.

No supo cuánto tiempo estuvieron los dos así, uno enfrente del otro, mirándose fijamente a los ojos y con las manos de él sujetándola firmemente de los hombros. Solo hasta que no oyó a su amiga llamándola, él no la soltó. Se giró un momento para ver a April saliendo del edificio acercándose a ellos.

—¡Ey, Noemi!, ya he terminado —comentó la muchacha mientras se aproximaba velozmente en su dirección—. ¿Nos vamos ya?

Antes de contestarle, volvió a girarse para hablar con el desconocido con el que acaba de tropezar, cuando descubrió que había desaparecido, sin hacer ruido alguno, ni decir nada. Asombrada por no haberse percatado del sigiloso movimiento de él, se volvió hacia April, que ya estaba junto a ella.

—Espero no haberte hecho esperar demasiado, pero no veas la cola que había en los servicios de mujeres... —comenzó a excusarse su amiga mientras rebuscaba en su mochila las llaves su Seat Ibiza blanco.

—¿Dónde se habrá metido ese chico? —preguntó finalmente Noemi, más para si misma en un susurro, mientras recorría con la vista los alrededores en su búsqueda.

—¿De qué chico hablas, tía?

—Del que estaba aquí conmigo, enfrente mía... —Con el ceño fruncido por la incomprensión la miró directamente a sus ojos marrones—. No me digas que no lo viste ¡Pero si estaba justo aquí! —exclamó a la vez que señalaba el lugar al que se refería.

—No sé de que hablas Noemi, yo no he visto a nadie... —La miró expectante antes de continuar—: Es que ¿ocurre algo? ¿Te atacaron o algo así? —dijo mientras nerviosamente escudriñaba también entre la oscuridad de la noche en busca de algo fuera de lo normal.

—No, déjalo, no pasa nada —Se acercó a la puerta de su lado y esperó a que estuviera el seguro del coche quitado para abrirla—. ¿Nos largamos?

Sin decir palabra alguna, April asintió con la cabeza y se apresuró a abrir el vehículo y subirse en él sin vacilar. No sabía que era lo que estaba pasando, pero creyó que no era nada importante cuando su amiga Noemi no volvió a sacar el tema en todo el trayecto a sus respectivas casas, por eso, ella tampoco dijo nada más al respecto.

No muy lejos de allí, John observaba desapercibido a las dos chicas que montaban en el Seat Ibiza para instantes después, desaparecer por la carretera a gran velocidad.

"Noemi", repetía en su mente una y otra vez, "Bonito nombre para una bella jovencita", se dijo así mismo, mientras pensaba que, definitivamente, la tenía que volver a ver... Pero ahora tenía que concentrarse en su labor. Todavía se encontraba sediento. Mientras se relamía los labios, observó para su disfrute, que todavía quedaban algunas osadas muchachas disfrutando de la noche, sin saber que eran observadas por un depredador...

Saga La Era De Los Vampiros, Libro II: Cautivada Por Un VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora