Todavía faltaba media hora para que anocheciera, cuando John decidió sacar la Harley Davidson de la cochera para largarse de su casa. El Sol a esas horas era lo suficiente débil como para no dañar su piel de vampiro; podría soportarlo perfectamente.
Se abrigó bien, se puso sus gafas de sol, el casco y montó en ella.
No podía seguir ni un segundo más allí en su casa, pues Carolina le estaba volviendo loco con su silencio e indiferencia. Incluso su amigo Daniel empezaba a estar preocupado por ella y le había pedido que hablara con su hermana. John le había prometido que lo haría mañana sin falta. Pero ahora mismo necesitaba salir y despejarse.
Había decido ir a su tienda para echarle un vistazo al negocio y de paso dejarse ver por allí.
Mientras dejaba que la moto se deslizara por el asfalto de la carretera, su mente viajó a la noche anterior, cuando había ido a la casa de Noemi para verla.
Lo cierto era que no esperaba encontrarse con lo que allí vio... Aunque, definitivamente, fue algo muy, pero que muy grato. Después de llamar golpeando varias veces el cristal de la ventana de su habitación y viendo que no recibía respuesta alguna de parte del otro lado, optó por forzarla con maña y abrirla para entrar.
En cuanto lo hizo, su imagen se le había llenado con la visión del cuerpo de Noemi semidesnudo encima de la cama, con las mantas hechas un ovillo a sus pies. Estaba completamente destapada y, por lo que parecía ser, muy excitada. Su chaqueta de cuero yacía sobre la almohada, al lado de la preciosa cabecita de la muchacha. Ésta, con ágiles manos se acariciaba el sexo por encima de la tela de sus braguitas y con la otra mano, se tocaba uno de sus pechos que escapaba del escote de su camisón.
Aquello hizo que John perdiera por un momento la respiración y sintiera un tirón en la ingle. Inmediatamente, los pantalones le oprimieron en la entrepierna que estaba ya endurecida con la erótica imagen de ella dándose placer.
¿Con quién estaría soñando?, se había preguntado él.
Ella gemía de placer, mientras se retorcía entre las sabanas y se humedecía los labios con la lengua.
Sin hacer ruido alguno, John decidió acercarse al lecho para recorrer mejor con su mirada todo el cuerpo de la mujer, devorándola con sus penetrantes y oscuros ojos.
Mientras seguía conduciendo su nena de dos ruedas, recordó cómo ella se pellizcaba el pezón, endureciéndolo a más no poder con su sutil caricia. Ése gesto le produjo a John unas intentas ganas de inclinarse sobre ella para meterse el prieto botón, que tan erguido estaba, en su boca para saborearlo.
Con una sonrisa en los labios, John revivió en su memoria el momento en el que casi pierde el control. Estuvo a punto de lanzarse encima de ella, tumbarse sobre su esbelto cuerpo para abrirle las piernas con sus propias rodillas y clavarse hasta el fondo en su cálido y profundo núcleo...
Gotas de sudor empapaban su frente, de lo acalorado que estaba, nada más recordar lo sucedido la noche anterior.
Memoró como logró finalmente reprimir el impulso. Se había conformado con satisfacerse el mismo con la mano, al igual que hacía ella.
Mientras Noemi se masturbaba en silencio adormecida, él hizo lo mismo no muy lejos de ella y sin apartar, en ningún momento, la vista que mantenía clavada en la joven; sus ojos se le llenaban con la satisfactoria visión de Noemi dándose auto-satisfacción.
Cuando salió el nombre de él de entre sus labios una vez que la joven había alcanzado el orgasmo, John no pudo aguantarlo más y la acompañó en su ascenso al cielo: explotó con una violenta sacudida placentera.