Iván no creía lo que sus ojos estaban absorbiendo en ese momento: John estaba en una situación muy cariñosa con una joven muchacha... ¡La misma causante de la enemistad que había surgido entre ellos!
Así que, John estaba interesado en ella... Eso era un dato realmente bueno para él y para sus planes de venganza. Llevaba varios días espiando su negocio para estudiar la forma de más acertada de acercarse a él y tenderle una trampa o lo que fuera que se le presentara con tal de vengarse. De alguna manera tenía que hacerle pagar por haberle interrumpido la otra noche cuando estaba de caza con Nicolás, dejándolo en ridículo ante los allí presentes.
Y por cosas del destino, ahora conocía su debilidad y él hallaría la manera de utilizarlo en su contra. Lástima que no pudiera llevarlo acabo en breve, pues al día siguiente tenía que hacer un viaje de negocios con su colega Nicolás e iba a estar ausente un par de meses... Tiempo más que suficiente para planear su venganza y cobrársela a su regreso.
Con eso en mente, el morenazo de cabellos largos, salió del local con una malvada sonrisa de lado a lado.
***
John y Noemi, pasaron el resto de la tarde juntos. Aprovecharon que estaban en el local para cenar algo, aunque realmente solamente lo hizo Noemi, ya que John se quejó de un malestar en el estómago que le obligaba a guardar una estricta dieta; por eso no "podía" comer.
Lo cierto era que empezaba a tener hambre y eso lo inquietaba. No quería perder el control y lanzarse sobre el elegante y tentador cuello de la joven. Quizás si la llegaba a probar, se embriagaría tanto con su sabor, que luego lo mismo no sería capaz de parar a tiempo, vaciándola sin querer; No iba a arriesgarse. ¡Jamás se lo perdonaría si le pasaba a ella algo por su culpa!
Una única vez le había pasado eso de dejar sin una gota de sangre en el cuerpo de un humano. Eso fue hace ya muchos años, cuando tenía un siglo de edad, que para la vista humana aparentaba unos diez años, ya que los de su raza envejecían un año por cada diez años; dentro de una década él aparentaría los veinte.
Él entonces era un inexperto. Parte de culpa la tenían sus padres, ya que éstos lo criaron a base de vasos de sangre y no lo dejaron beber directamente de la fuente. Dijeron que hasta que no fuera más mayor y aprendiera a controlarse, no lo haría. Pero cuando éstos murieron en aquél accidente aéreo, junto con los padres de sus primos Cristián y Micaela, unos noventa años atrás, él quedó solo en el mundo y sin haber aprendido las bases de cualquier vampiro: saber detenerse a tiempo.
Por eso, los primeros días tras su doble pérdida, para John fueron una tortura ya que el hambre le roía las entrañas. Un vagabundo tuvo la desgracia de cruzarse en su camino cuando más desesperado estaba y él no pudo evitarlo: acabó con la vida del pobre desdichado. Todavía hoy en día, él se siente culpable por ello.
Menos mal que al poco tiempo su tío lo adoptó, al igual que había hecho ésto con sus primos Cristián y Micaela, unos días antes. Álvaro lo enseñó y nunca más volvió a perder los estribos ni el control, cuando se alimentaba.
Luego, unos años después, cuando cumplió la mayoría de edad vampírica, extrajo de su cuenta corriente la fortuna que heredó de sus padres y se independizó junto con sus primos. Poco después, fue cuando decidió montar su negocio con la ayuda y el apoyo de su buen amigo Daniel. A cambio, John le ofreció un hogar para él y su hermana.
Los padres de Daniel y Carolina, todavía estaban vivos, pero ellos querían independencia. Y como a él le gustaba vivir rodeado de gente, accedió a compartir su casa.
Cuando oyó a Noemi suspirar satisfecha con la cena que acababa de devorar, John salió de su estupor y se centró de nuevo en ella y dejó los recuerdos de su pasado a un lado.
Una vez más estaba realmente preciosa, vestida con sus ajustadísimos vaqueros y su blusa blanca abotonada por delante. ¡Cuánto deseó John poder desabrochárselo uno a uno con los dientes y exponer una vez más ante él sus deliciosos senos!
Otra vez una maldita erección lo estaba incomodando. ¿Qué tenía esa chica que le provocaba tal excitación, sin realmente hacer nada a posta?
—Bueno... —dijo en un susurro la joven—. Creo que deberíamos marcharnos ya o se nos hará tarde.
John miró su reloj y comprobó que ella tenía toda la razón.
—Pero antes tengo que pasarme un momento por la oficina —le sonrió maliciosamente—. Tenía esta tarde un asuntillo pendiente que resolver, pero como ves, me distraje y no puede hacerlo.
Le guiñó un ojo y ella casi se atraganta con el vaso de agua con aquél gesto tan provocativo.
—Lo siento... —empezó a disculparse ella—. Yo tengo la culpa, tienes un negocio al que atender y yo te he tenido retenido demasiado tiempo aquí y...
—No digas tonterías. Estoy aquí por propia voluntad y lo que tengo que hacer no es de vital importancia. Además, solamente me llevará unos minutos resolverlo —Se levantó de la silla y le tendió la mano para ayudarla—. ¿Vamos?
Ambos salieron de allí juntos. Él le había pasado un brazo por su cintura y fueron hasta la tienda así, como si de una pareja de novios se tratase.
Ella estaba hecha un lío. Él la trataba como si fueran pareja, pero realmente no lo eran, ¿no?. Incluso había insistido en pagar la cuenta. ¡Y eso que él no había tomado nada! Entonces... ¿Qué estaba pasando entre ellos? ¡Esperaba averiguarlo lo antes posible!
En cuanto alcanzaron la tienda, John la dejó esperando en la recepción mientras entraba a su despacho y cerraba la puerta tras de sí. Se fue directo al mini frigorífico que tenía oculto tras una de las puertas del armario y extrajo una bolsa de plasma. Se acercó al mueble bar y cogió un vaso de tubo y lo llenó con su contenido. Al lado tenía el microondas, metió el vaso dentro y calentó la sangre. Con un par de largos tragos se lo bebió todo y después de enjaguarse la boca en el pequeño aseo que había dentro de su oficina, salió para reunirse con ella.
—¿Nos vamos?
***
A Noemi le gustaba sentir la velocidad impactar contra su cara, le hacía sentir libre como el viento. Cuando un bache le hizo levantar brevemente su trasero del asiento, decidió acercarse más a la espalda de John y sujetarse mejor a su cintura.
La sensación de las manos de ella sobre su cuerpo, le hizo enloquecer a John, que solo pensaba en parar la moto junto a la cuneta y tomarla allí mismo. Pero sabía que eso no era posible, así que apartó de su calenturienta cabeza esa idea y se concentró en la conducción; era la primera vez que montaba a una mujer en su "nena" de dos ruedas, ni siquiera con Carolina había tenido ocasión.
Finalmente llegaron a su destino. Estacionó la moto y luego la ayudó a bajarse también, posando sus grandes manos en su pequeña y estrecha cintura. Se quedaron un momento los dos mirándose fijamente, hasta que él no pudo más, la atrajo hacia su cuerpo y la besó intensamente.
Cuando logró encontrar el valor suficiente para separarse de ella, lo hizo lentamente, y sin dejar de mirase fijamente, ambos entraron en el establecimiento cogidos de la mano, como unos novios enamorados...