IV - Peligro en la Tierra

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El espía Dargan continuaba su rutina de trabajo en el Instituto, reservando un tiempo para salir con Rachel por la noche y los fines de semana. La chica le cautivaba cada vez más y él no conseguía parar de pensar en ella. Tal vez aquel fuera el amor que los humanos antiguos tanto idolatraban. Sophia, por otro lado, al percibir el completo desinterés de él, no le buscó más, con el corazón partido.

Después de un tiempo sin noticias, Dargan decidió tomar una actitud. Alquiló un coche para no levantar sospechas y empezó a observar la rutina de la familia de su enemigo en horarios diversos. Necesitaba encontrar la manera de descubrir si la esposa y la hija habían obtenido alguna pista de Merko en ese periodo. Podía incluso intentar aproximarse a Sophia. ¿Pero cómo sin que ella le presionara en dirección a un romance?

Estaba parado allí, en medio de las sombras, pensando en eso, parado a cierta distancia de la casa de ella, cuando alguien se acercó, llamando su atención.

— ¡Hola!

Hans se llevó un susto y se recriminó mentalmente cuando vio que Sophia estaba frente a él.

— ¿Qué estás haciendo parado aquí en mi calle? He ido a la panadería a buscar pan recién hecho y te he visto... — Pregunto ella, desconfiada.

Sophia hasta pensó en evitarle, pero él estaba observando su casa. A la chica le pareció muy extraño aquello.

— Yo... Yo estaba...

— Ya sé. Anduviste desaparecido y sentiste recelo en buscarme... Me has evitado todo este tiempo y no sé por qué.

— Eso mismo – él aprovechó la brecha. – Decidí dar una pasada por aquí para verte. Como tardé en buscarte, me daba vergüenza. Necesitaba pedirte disculpas para intentar ser tu amigo.

— Ya te había avisado de que llegué hace algunos días y tú ni te preocupaste en verme, después de todo este tiempo. Creo que es mejor que dejemos las cosas correr y que cada uno siga su camino. Podemos ser amigos sí, incluso porque siempre nos veremos en la facultad y, la verdad, no tengo nada contra ti. Tengo otros problemas para resolver que ocupan mucho más mi mente.

Él sonrió, avergonzado, al oírla expresar la irrelevancia de su persona, pero en el fondo era eso lo que quería.

— ¿Toda tu familia ha vuelto?

— No, sólo mi madre, mi sobrina y yo. ¿Pero por qué quieres saberlo?

— ¿Y dónde están los otros? – Hans continuó indagando.

— Esa es una pregunta cuya respuesta nosotras también queremos saber. Mi hermano, mi cuñada y mi padrastro desaparecieron como en un pase de magia, y hasta ahora no han mandado noticias. Hablaron de una historia medio loca de una invasión que ocurriría aquí en el país – Sophia le miró, sin conformarse – ¿Hans, estoy terminando contigo y me preguntas sobre mi familia? ¡Parece que vives en la Luna!

Él, viendo que había metido la pata, decidió volver atrás y prepararse mejor para conversar con Sophia. Ella parecía ser una chica inteligente y no podría vacilar o estropearía su disfraz.

— Discúlpame Sophia, tengo que irme ahora. Sólo quería verte para resolver esto que me molestaba. Te echaba de menos y me hace feliz que hayamos solucionado lo nuestro. Esta semana nos veremos en la facultad.

— No sé cómo me echaste de menos que te quedaste tanto tiempo sin verme. Creo que tienes sentimientos tan volubles como tu personalidad.

Hans bajó la cabeza después de oírla y se fue, sin demostrar ninguna tristeza.

"Qué extraño. Para él, era como si yo fuera una desconocida. Aquel hombre frío como la nieve, no era el mismo que conocí", ponderó Sophia, sintiendo el corazón libre de un peso inmenso.

"Tengo que hacer mis investigaciones con más discreción. ¿Y si fuera Merko quien me viera allí? Él es un hombre peligroso y si desconfía que esté vigilando su casa vendrá atrás de mí. Todos en el planeta Vida saben que él nunca falló en sus misiones".

El lunes por la mañana, el espía se teletransportó al colegio de Helen. Intentaría aproximarse a la niña que podría revelar más informaciones sobre el paradero de Merko. Su intento con Sophia había sido un desastre. ¿Quién sabe en la escuela de la niña conseguiría alguna información?

"Los niños lo cuentan todo", pensó.

Había entrado en el sistema de información interno de la escuela y supo que fue pedida una manutención eléctrica de los edificios. Por eso, se presentó en la secretaría con un uniforme de la compañía de electricidad de la ciudad, con identificaciones falsas.

Esperó hasta la hora del recreo para observar a los niños jugando. Mientras fingía que miraba la caja central de energía, localizó a Helen, jugando con otros niños. Empezó a manosear los paneles de disyuntores eléctricos, esperando una oportunidad de abordar a la niña. Sin embargo, no imaginaba que lo peor estaba por ocurrir, ya que Ann llegó al patio en aquel mismo instante, como siempre hacía diariamente. En el rostro, las gafas oscuras de reconocimiento estaban a la búsqueda de señales extraterrestres.

"Estoy casi desistiendo de esta investigación. Por semanas me quedo observando a todas las personas de esta escuela y nada ocurre", pensaba desanimada.

De repente, su tan esperado momento ocurrió, cuando ella se deparó con Dargan, que reveló, gracias a las gafas, su identidad alienígena. Ann paró por un momento, y pensó cómo la suerte finalmente le mostraba el camino. No sabía si debería enfrentarle allí mismo, porque había demasiados niños alrededor. Aunque estuviera entrenada para combate, lo más sensato sería pedir ayuda a los agentes de la organización.

Por eso, cogió el móvil e, inmediatamente, llamó:

— Collin, no te vas a creer lo que estoy viendo.

— ¿Qué ha pasado Ann? Habla rápido, estoy en una misión.

— Nuestro blanco ha aparecido. Está aquí frente a mí. ¿Qué debo hacer?

— ¡Espérame ahí! Estoy yendo lo más rápido posible.

El agente Netil llamó a su jefe; empezó a preparar el abordaje y prisión del objetivo extraterrestre. Un comando especial del ejército fue destacado para la misión y un jet llevaba a más agentes a Los Ángeles.

Poco tiempo después, el director de la escuela recibió una llamada de teléfono del alcalde de la ciudad, que ordenó para terminar las clases inmediatamente y mandar a los niños a casa. Después prometió que explicaría las razones de aquello. La señal resonó por las paredes de la escuela.

Ann se quedara allí todo el tiempo, sin quitarle los ojos al sospechoso. Aquella misión le valdría el mejor ascenso en su carrera. En contacto con el agente Collin Netil, sabía que en cuestión de minutos todo estaría cercado. Solo que Ann no se imaginaba que estaba lidiando con un soldado entrenado por el propio Merko, listo para cualquier tipo de combate.

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Los Hijos del Tiempo 3 - La Batalla de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora