XXVII - Acorralados

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Los ojos del señor Steighem pasearon por la sala de mando y se fijaron en Helen, para después fijarse en la señora que la acompañaba. Mientras tanto, conversaba mentalmente con el agente X, para que los humanos no les oyeran. Dargan, al darse cuenta de aquella voz haciéndose oír, miró al director de aquel lugar, sorprendido.

— ¿Quién es esta señora, agente Netil?

— Es la abuela de Helen y esposa de Merko.

— ¡Qué interesante? Dos carnadas para coger un pez grande, el blanco que persigo hace tanto tiempo. Me ha gustado que me las hayáis traído. Ha sido un golpe maestro.

— En verdad, señor Steighem, fue el agente Dargan quien las capturó.

Ronald Steighem se acercó a Dargan y le estrechó la mano.

— ¡Enhorabuena agente! Has hecho un excelente trabajo. Con tu ayuda en breve cogeremos a nuestro objetivo principal, Merko.

— ¿Quién es usted que sabe tanto sobre mí y el capitán Merko? – Dargan miraba al desconocido, con la mosca detrás de la oreja.

— Ten paciencia, espía. En el momento oportuno, todos sabrán quien somos. De momento tenemos que seguir con el plan – respondió el director.

— Conforme te dije, sargento, lo sabrás todo en su momento – el agente X se pronunció en voz alta.

Al oír aquello, Ann entró en el asunto, mostrándose tan confusa como Dargan:

— No estoy entendiendo esta conversación, Collin. ¿Quién es ese agente y por qué le llamas sargento? No usamos cargos militares aquí en la agencia.

— Este es Dargan. Un agente espía infiltrado, especialista en disfraces, que nuestro cuartel general envió antes que a nosotros para esta misión. Cuando acabemos con eso, te presentaré a los otros que actúan como él – respondió el agente, para despistar la curiosidad de Ann.

En ese instante, Helen, que también consiguiera oír la conversación, miró a Dargan con rabia, sintiéndose traicionada. Había perdido la confianza en aquel que jurara protegerla. Antes la niña creía que era bueno y las ayudaba, pero ahora, frente a los nuevos hechos, concluyó que las había llevado directamente a una trampa. Lo que todos querían allí era capturar a Merko, su abuelo.

Dargan sintió el desprecio de Helen en su dirección, pero aquella no era hora de explicarse. Él quería sólo entender lo que estaba pasando.

— ¿Por qué queréis atrapar a mi marido? ¿Qué os ha hecho? – Lorena les interrumpió a todos cuando citaron el nombre de Merko.

— Es una larga historia, señora. Lo sabrá todo mientras reposa en prisión – dijo Steighem.

La abuela de la niña se quedó asustada con la detención:

— Pero yo no he cometido crimen alguno... ¿Por qué quiere encarcelarme? Tengo derecho a un abogado, y necesito cuidar a mi nieta – la señora estaba perpleja frente a los últimos acontecimientos.

— ¿Cree esto realmente necesario, señor? – Preguntó Dargan, encontrando aquello absurdo. – A fin de cuentas, son dos personas que no podrán hacernos ningún mal, una señora y una niña.

— Confía en mí. Necesitamos tiempo para pensar y el enemigo está llegando. Tengo informaciones de que su nave ya se aproxima a la Tierra. Con ellas presas, nos concentraremos en nuestra misión principal: capturar al comandante. Eso sin contar que la niña es peligrosa. Tiene poderes que ni ella imagina. Pon guardias vigilándolas todo el tiempo.

"¿Qué es lo que quieren decir con toda esa charla? ¿Comandante Merko llegando en una nave? ¡¿Helen con poderes peligrosos?!" — Pensó Lorena al oír toda aquella conversación.

Los Hijos del Tiempo 3 - La Batalla de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora