XIV - Laberinto

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En la Science, Zara conversaba, aflicta con Drako:

— Ojalá que Merko no nos decepcione. Esta vez, no puede fallar y necesitará mostrar a que ha venido. Espero que todas las leyendas que oímos sobre él en el planeta Vida sean verdaderas.

— Merko es sólo un hombre de carne y hueso, pero también es uno de los más famosos nombres de nuestro planeta. La fama se construyó a través de sus actos. Yo confío plenamente en mi capitán y sé que él salvará a la humanidad de las garras de este tirano maldito.

Zara meneó la cabeza mientras apretaba los labios, preocupada. Anhelaba que todo saliera bien.

En uno de los aposentos de la Star Hunter, alguien que nunca se preocupaba antes de sus combates, ahora se mostraba tenso. Merko, aunque ya hubiera participado en varias misiones, sabía que tenía que ganar aquella batalla sin usar sus poderes, para que aquella fuera una lucha justa.

"Este es, sin duda, el más importante combate de mi vida. Sé que no puedo fallar. De eso depende el futuro no sólo de las personas que amo, sino de toda la humanidad."

En aquel momento, se acordó de Lorena y Helen, que le aguardaban. Sus ojos se humedecieron al pensar en la posibilidad de perder la batalla para su mayor enemigo. Bajó la cabeza, sintiéndose triste. Abruptamente la levantó, mirando al horizonte azul desde la escotilla de su dormitorio.

"Tengo que vencer a cualquier precio. Atravesaré montañas y cruzaré mares. Iré a cualquier galaxia por mi familia. ¡Si hay alguien que puede resolver este problema, soy yo!"

Con eso se calmó y procuró relajarse un poco. Después de algún tiempo, el intrépido comandante se puso en pie. Era hora de luchar. Escogió la armadura completa de combate, en color azul metálico, y empezó a prepararse para el momento decisivo de los Juegos de los Dioses.

En la nave enemiga, el capitán Kirubi permanecía acostado en su cama. Con los ojos cerrados, pensaba en Kyra. Los momentos que pasara al lado de la humana tocaron hondamente su alma. Aquella bella mujer quedó marcada en su mente.

Recordaba la voz sensual, parecida al canto de una sirena, y de cuando ella le tocara con manos de seda. Nunca viviera una pasión ten fuerte y arrebatadora... Ni sintiera tanto deseo de estar cerca de alguien.

"Cuando venzamos la Batalla de los Dioses y yo comande las fuerzas de Mirov, la tomaré para mí y lo enfrentaré todo para poseerla por completo. Esta mujer tiene que ser mía y, de hecho, lo será."

Su mente volvió al combate que se acercaba. Tenía que concentrarse en la disputa final contra el valiente capitán Merko.

"No será fácil vencer al bravo comandante del crucero de batalla Star Hunter", pensó. Abrió los ojos al oír la trompeta de los humanos que anunciaba la cercanía de la lucha, convocando a todos para situarse, inclusive los espectadores.

El capitán se puso el traje rojo metálico. Colocó las manos sobre el casco y comprobó si este estaba perfectamente adaptado a su cráneo. Verificó si la visera transmitiría los dados virtuales con perfección. Estaba listo.

"Ya cumplí muchas misiones. Mi oponente es fuerte y eso me estimula a vencer un desafío más. ¡Esta vez, tendré una recompensa mucho mejor, Kyra, mi diosa!", pensó.

La ropa con la cual combatirían en el laberinto virtual era hecha de un tejido inteligente, mezclado con iridio. El casco se adecuaba a las formas del cráneo como si fuera hecho a medida. En los hombros había un revestimiento para protección, así como en los codos y rodillas. En el cinturón, una cartuchera portaba una pistola láser en el lado derecho. Ambos guerreros usaban una visera que permitiría avistar los blancos y ambientes virtuales creados digitalmente, una vez que entraran en el laberinto.

Era hora de escoger las armas del combate, además de las ya acopladas al traje completo de batalla. Según las reglas, en el caso de ellos las armas eran de libre elección. Merko escogió la espada afilada de doble filo. La cogió con las dos manos y colocó su pierna izquierda delante de la derecha, en la anchura del hombro, y la puso de lado como midiendo su peso. Enseguida, cortó el aire con ella, sintiendo su zumbido. Alrededor de ellos, las personas continuaban asistiendo ansiosas, aquel que prometía ser el gran final.

El capitán Kirubi escogió como arma una lanza en forma cilíndrica del tamaño de su mano, que al ser sujeta por la extremidad, se desplegaba en otros cilindros menores hasta alcanzar un metro de largura. La extremidad de este armamento tenía un borde cortante y lanzaba poderosos rayos láser.

De repente, los hologramas mostraron los portales abriéndose y los campeones lo atravesaron, llenos de confianza. El pueblo en pie ovacionó la llegada. Kaenematon, Assuridor y sus comitivas también se levantaron para aplaudir con entusiasmo a los astros del show de aquel que prometía ser el mejor de los juegos. Mirov abrió mucho los ojos prestando la máxima atención y las tripulaciones pararon con todo lo que hacían en sus naves para acercarse a las imágenes que transmitían la competición.

Merko entró por uno de los extremos del laberinto y Kirubi penetró por el otro lado, con la mano izquierda sujetando la lanza y la derecha apoyada sobre la funda de su pistola.

Finalmente, la última lucha tuvo inicio. A partir de allí tendrían que enfrentar muchos desafíos virtuales creados por los computadores. Tras penetrar en el laberinto, las puertas por detrás de ellos fueron automáticamente lacradas.

 Tras penetrar en el laberinto, las puertas por detrás de ellos fueron automáticamente lacradas

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Los Hijos del Tiempo 3 - La Batalla de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora