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Primer día

Las armas fueron sorteadas para cada uno de los jugadores envueltos, a través de un computador que proyectaba el resultado en un gigantesco holograma. Un panel con los nombres de los jugadores y los armamentos correspondientes llamaba la atención de los competidores. El primero del equipo del comandante Merko en luchar sería Tíbor, y el arma escogida fue la lanza. Él se quedó por algunos segundos sopesando el arma con la mano, antes de encarar a su oponente.

Del otro lado estaba el teniente Korin, que había salido con el hacha de guerra. Los dos se observaban, estudiando las reacciones del oponente. La punta de la lanza tenía una hoja cortante de la largura de un antebrazo y el hacha, gigante, estaba muy afilada. El acero de las armas brillaba con la luz del sol. Ellos las movían, cortando el aire en varias direcciones, sintiendo la empuñadura.

"Me ha gustado el hacha porque es fuerte y puedo ganar la lucha con un único golpe", analizaba Korin.

"Con la lanza seré más ágil, devolveré los golpes con velocidad y esquivaré los ataques torpes que él aplique con el peso de su hacha", Tíbor sonreía frente a esa estrategia.

En el ring, la lucha empezó. Los lados opuestos se aproximaron, llenos de provocaciones uno con el otro.

— No eres pareo para mí, Tíbor.

— Vamos a decidir eso luchando – al decir eso, Tíbor cortó el aire con la lanza frente a él.

En seguida, se situó con el brazo derecho biónico doblado por detrás de la espalda. Cogió la lanza y testó a su oponente, que respondió con el hacha. Se oyó el rechinar de las hojas al tocarse. El filo del hacha pesó sobre la hoja de la lanza y la empujó al suelo. Chispas salían al toque de las armas y ellos luchaban con gran habilidad. Súbitamente, el filo del arma de Korin le hizo un corte en el brazo izquierdo a Tíbor cerca del hombro. Este gruñía de dolor.

— El desgraciado me acertó, pero no hay problema... Aún tengo mucha sangre para luchar.

— Voy a acabar con lo que te restó – Korin esbozó una sonrisa.

Aunque sintiera dolor, Tíbor no se importaba con las heridas. Era valiente y no temía a sus enemigos. Aprendiera con la vida que las cicatrices forman parte del cuerpo de un hombre valeroso.

El pueblo vociferó al unísono debido a la fuerza de los combatientes. Tíbor se miró el brazo que sangraba y se puso la mano biónica encima. Cauterizó la herida con un láser que salió de su dedo índice. Después, empezó a manejar la lanza, preparándose para un ataque más. El teniente Korin abrió los ojos de par en par al ver al oponente actuar con tanta frialdad frente a su herida. Antes creía que el combate estaba casi vencido y se sentía confiado, pero estaba rotundamente engañado. Cuando Korin volvió con el asta del hacha en un golpe frontal, Tíbor giró sobre sus talones con agilidad y se posicionó con la lanza alcanzando el abdomen del teniente, que cayó al suelo al ser golpeado también con una patada por detrás. El teniente sintió que el corte era profundo.

Korin meneó la cabeza, desistiendo de la lucha. La sangre rojo carmín chorreó de una arteria y empezó a perder la consciencia, rápidamente. La platea ovacionó, pidiéndole a Tíbor que le quitase la vida, pero él les ignoró y llamó al socorro para salvar al rival. Tíbor valorizaba la vida y el altruismo era compañero de su corazón.

Puso la mano sobre la herida de su rival a fin de obstruir la salida de sangre. El teniente le miró a los ojos y le agradeció con la cabeza por el gesto. Los médicos entraron en la arena y prestaron los primeros socorros, rasgando las vestimentas azules del teniente Korin para cuidar de sus heridas. Inmediatamente le llevaron a la enfermería de la Génesis para recibir los cuidados necesarios.

Los Hijos del Tiempo 3 - La Batalla de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora