XXX - Muerte es su Nombre

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Mientras seguían en helicóptero hacia su destino, Merko analizaba todas las etapas de la operación. Sabía que no podía haber fallos. Y aunque algo saliera mal, el equipo de sus amigos podría intervenir. La prioridad era su esposa y su nieta.

La aeronave, después de un tiempo, posó en Florida. Ya en el helipuerto, un vehículo anfibio les esperaba, igual a aquel que Dargan usara para salir de la base. Así que recogió a los "visitantes", llevó a Nícolas, Merko y Zara al Triángulo de las Bermudas y allá, en uno de los puntos más famosos y misteriosos del mundo, el transporte cambió a su versión acuática, sumergiéndose. Cuando se acercaron a la estación, miraron admirados sus instalaciones, que eran demasiado evolucionadas para el nivel de desarrollo del planeta.

"Una vez más Mirov está influenciando el desarrollo de la humanidad. ¿Qué podría pasar con el futuro tras esas intervenciones? Porque si no fuera por este desgraciado, no habría esa tecnología nociva para los tiempos actuales."

Mientras Merko pensaba al respecto de ese crimen contra la humanidad, los otros se miraban, preocupados por lo que estaba por venir. Al atracar dentro de la base, algunos hombres les esperaban para llevarles al despacho del director Steighem. Entraron escoltados por los soldados y agentes, la tensión era palpable en el aire.

Él estaba cercado por varios agentes, hombres y mujeres. A su lado, una mujer vestida enteramente de negro les encaraba de modo hostil.

— Agente Soliver, por favor, aguarda allí afuera con los otros agentes y soldados. Quiero solamente la presencia de los agentes Netil y Stuart – ordenó el director.

Ella pensó en decir algo, pero cambió de idea. Daba para ver cuánto le había disgustado aquella decisión de su jefe.

— ¿Señor, no le parece peligroso quedarse con estos prisioneros sin la presencia de más soldados? Siempre dijo que ese Merko es un extraterrestre poderoso...

— No te preocupes, agente Soliver. Él no hará nada mientras su mujer y nieta estén bajo la mira de nuestras armas. Cualquier movimiento en falso y ellas morirán con un simple toque de un botón. Además, este mismo que está en mi mano en este momento. Podéis retiraros.

Mientras ellos salían, una pared de acero se levantó y otra de vidrio apareció, mostrando a las prisioneras, inmovilizadas por los collares de control. Mirov necesitaba resguardarse de los poderes de Merko y las dos eran su mayor defensa.

— ¡Helen! – Zara estaba desesperada, pensando en lo que podría pasar con la niña.

— ¡Pensé que nunca más te vería, Mirov! – Comentó Merko, observándolo todo a su alrededor.

— Tampoco me gusta verte capitán, pero ahora es por una buena causa... ¡Mi venganza!

Una holografía apareció frente al director. Era la imagen de Dargan, que llegaba a la base.

— Déjalo entrar para juntarse a la reunión.

Pasados algunos minutos, mientras todos miraban, Dargan entró en el despacho del director.

— Ahora sí, estamos todos reunidos para el gran final. Pero antes de eso, tengo algunas cosas que decirte, Merko – Steighem puso calmamente el dispositivo que tenía en las manos sobre la mesa y enseñó entonces su verdadera cara.

— Cuando mueras y desaparezcas de este planeta, nadie te recordará, Merko – discursaba al acercarse. – Mataré a tu hijo y a tu nuera con mis propias manos, frente a ti. En cuanto a tu esposa, ella tiene cáncer y morirá en poco tiempo. Tal vez la deje vivir para que sienta dolor y se acuerde de mí, pues me empeñaré en mostrarle que yo exterminé a toda la familia y que tú no pudiste hacer nada. En cuanto a la niña, será mi cobaya de experimentos para mejorar la raza humana, que gobernaré como yo quiera – el monstruo dio una carcajada macabra que resonó por el lugar.

Los Hijos del Tiempo 3 - La Batalla de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora