XI - Las Guerreras

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El capitán Kirubi, el comandante de las fuerzas de Mirov, estaba observando los combates, pero miraba de soslayo a la esposa del faraón. Kyra era, sin duda, la más bella de las mujeres que conociera hasta entonces. Después de que la viera, no consiguiera quitársela de la cabeza y su forma humana, de un bello y fuerte hombre con rasgos asiáticos, también le llamara la atención a ella. La linda reina no desviaba los ojos de él, mientras el faraón estaba totalmente compenetrado con los juegos.

Dispuesto a conquistarla, Kirubi penetró en sus pensamientos por telepatía.

"¿Cómo puede una mujer ser la más bella de la faz de la Tierra y vivir al lado de un hombre débil como el faraón Kaenematon? Tú deberías vivir como una diosa dominando el mundo y el universo. Déjame llevarte conmigo a las estrellas."

La bella le miró y percibió, sorprendida, que podían conversar sin abrir la boca.

"De alguna forma, este dios consigue entrar en mi mente y yo debo, sin duda alguna, creer en todo lo que él me diga", pensó la reina, seducida por el desconocido.

"Estoy oyendo su voz. ¿Mi marido también está escuchando?", continuó ella.

"¡No! Solamente tú puedes oírme. Ve a tus aposentos en el palacio y espérame mañana bien temprano. Todos estarán envueltos con los juegos y nadie se dará cuenta de nuestra ausencia."

Ella ladinamente se volvió hacia el faraón:

— Querido, no estoy encontrándome bien. Toda esta sangre me ha puesto de mal estar y necesito descansar en los aposentos que nos cedieron. Me recuperaré rápidamente, si descanso. Les pediré a los criados que me preparen un buen baño caliente y una infusión de hierbas curativas.

— Yo te llevaré.

— No es necesario, amor mío. Les pediré a los guardias que me escolten. Será seguro y tú podrás acompañar los juegos que tanto te agradan. No sé si estaré bien mañana, pero intentaré comparecer para estar a tu lado.

— Está bien – Kaenematon les ordenó a dos guardias que llevasen a la reina a sus aposentos.

Mientras tanto, la batalla entre las mujeres estaba por empezar y todos se pusieron ansiosos por aquella que prometía ser la mejor parte de los juegos. No era común en las sociedades sumerias y egipcias que mujeres lucharan, aún más unas diosas extraterrestres. Serían combates interesantes.

La oficial de la nave Star Hunter, Andreva, se presentó. Con la mirada de una guerrera miró a la platea, que sintió miedo del modo en el que ella les encaraba, como si llamara a cada uno para la lucha. Su adversaria sería Jara, una oficial de las fuerzas de Mirov. Ambas recibieron el arco y la flecha. Andreva cogió una flecha de su carcaj y, tranquilamente, la puso en su arco dirigiéndolo hacia abajo. Miró al blanco y de repente giró el arma hacia los espectadores, que se apartaron asustados. Inmediatamente apuntó la flecha mortal a Mirov.

Enseguida, los guardias de Mirov sacaron sus pistolas y fusiles y los apuntaron hacia Andreva. Los soldados de la Star Hunter también se prepararon para actuar. Los militares de ambos lados estaban listos para cualquier problema inesperado que pudiera surgir. Nadie sería cogido desprevenido durante los juegos.

Merko rápidamente habló con ella, telepáticamente:

"No hagas eso teniente. No es la hora ni el lugar. Muchas muertes sin propósito ocurrirían aquí. Cálmate y concéntrate en el juego."

"¿Está difícil, capitán, controlar a tus oficiales? Tal vez debamos empezar la batalla aquí mismo y matar a algunos terráqueos. ¿Qué te parece? ¿O consigues controlar a tus subordinados?" – Mirov invadió la mente de Merko.

Los Hijos del Tiempo 3 - La Batalla de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora