Prólogo

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La noche era fría, seca y desierta. En una de las calles céntricas de la ciudad, un hombre acababa de estacionarse con su auto al lado de la acera. Aguardó por unos instantes dentro, miraba una pequeña tarjeta que tenía en una de sus manos. Dejó de prestarle atención para recorrer con sus ojos los alrededores a través del parabrisas, no percibía más que una tranquilidad nocturna casi sepulcral. Miró su reloj indicándole que era la hora de salir del vehículo. Por el silencio que irrumpía el lugar, sus pasos lo delataban fácilmente. De todas maneras optaba por la cautela y divisaba el entorno con cierto escepticismo manteniendo una postura media encorvada, para que nadie lo reconociera ni supiera que andaba allí. Subió las escaleras del frontis de un edificio, a esa hora nadie lo custodiaba.

Tomó el ascensor y subió unos cuantos pisos, buscó el número doscientos diez en cada puerta por la que pasaba junto. Finalmente la visualizó al fondo del corredor.

Las recomendaciones que le había dado su amigo y las opiniones al respecto, las encontraba algo exageradas, no veía nada que le pudiera sorprender hasta el momento, de hecho ya estaba pensando que todo era un fraude. Al quedar en frente de la puerta, dudó en tocar, hasta que decidió por no hacerlo. Sacudió su cabeza y balbuceó lo tonto que se sentía. Se dio la vuelta y comenzó a retirarse, hasta que sintió el clic de una cerradura abrirse, se detuvo y giró su cabeza. La puerta se encontraba entreabierta. Miró de soslayo los ciento ochenta grados que le permitían ver sus ojos.

Se acercó a la entrada y abrió la puerta lentamente. Entró, todo parecía normal. Un departamento con estilo contemporáneo, en donde los muebles eran de metal y vidrio. Un hombre que vestía traje formal apareció detrás de él cerrando la puerta.

-¿No lo vio nadie? -El tipo miró medio perplejo al sujeto que había aparecido

-No, procuré que nadie me viera -habló con aires de desorientación.

-Bien, entonces hablemos de trabajo -sus palabras tenían una marcada solvencia y serenidad. Se dirigieron a los sillones

-¿No tiene una oficina en donde atender a sus clientes?

-¿Piensa que no tener oficina le quita seriedad al asunto? -Le miró enarcando una ceja. El hombre quien había especulado la falta de formalidad, había abierto la boca para responder, pero fue interrumpido -No nos podemos dar el lujo de tener un centro de contactos a la vista de todos, por algo somos una organización secreta. No he venido a esta ciudad para que reclame como hacemos nuestro trabajo, señor -esperó una contraparte, pero no la hubo -Tome asiento - el hombre se sentó pareciendo aún desconfiado. El dueño del departamento deslizó su índice en la mesa que había al centro, como si quisiera verificar si había polvo, de ésta se proyectó la imagen de un holograma en tres dimensiones el cual era sensible al tacto -Hemos brindado nuestros servicios a mucha gente a lo largo de todas las décadas que llevamos funcionando, entre algunos... figuras públicas -le platicaba en tanto que mostraba las fotos de algunos reconocidos políticos y empresarios.

-Eso me han contado... pero debía confirmarlo - La seriedad se había apoderado de su rostro, tratando de no demostrar la sorpresa que le causaba la avanzada tecnología que tenía el sujeto en su poder.

-Sé que todas las maravillas que le han dicho sus íntimos sobre nosotros puede parecer muy bueno para ser verdad, pero eso depende sólo de usted si le gusta el modo de operar que tenemos.

-¿Y cuál es el modo que tienen? -inquirió.

-Apenas nos contactó averigüé sobre usted -mostró en el holograma un sinfín de datos sobre él; lugar de estudios, la lista de trabajos de toda su vida, su estado civil los últimos diez años entre otras cosas.

-¿Cómo consiguió todo eso? -preguntó molesto y alarmado.

-Soy un experto en estas materias, no creo que necesite otra explicación -le observó fijamente.

El hombre no encontraba qué demandar al respecto, por lo que denotaba, detrás de ese sujeto a quien había contactado, había una gran colusión de información. Le resultaba difícil en esos momentos tomar una decisión, pues había dos opciones: retroceder y buscar otras alternativas, o avanzar y conseguir lo que quería, pero estando expuesto con algunos datos sobre él que le complicaban un poco.

-No hay lugar a dudas que parecen ser una gran apuesta, pero me gustaría que algunos aspectos de mi vida quedaran fuera de esto -dijo con quietud, aun rozando sus palabras con un dejo de molestia.

-Si es lo que le preocupa, le puedo asegurar que esta información ha sido recabada sólo por mí y que no habrá filtración de información sin su consentimiento.

-¿Puedo echar un vistazo a los archivos con mayor detalle? -se levantó del sillón.

-Claro, si es que ya tomó una decisión -contestó con serenidad, presionándolo con sutileza para que cerraran el trato. Su oyente aún estaba indeciso, permaneció en un breve silencio, mirando el holograma, negociando en su cabeza si le era tan conveniente como le había dicho uno de sus amigos.

-Aceptaré el trato -emitió inexpresivo.

-Buena elección, ahora, coloque su dedo índice en la mesa -le pidió. Lo hizo con algo de irresolución pero al final de cuentas presionó la superficie del vidrio -Ahora que su huella digital está registrada, tiene acceso a los archivos y puede apartar o eliminar lo que estime apropiado.

-Me imagino que por todo lo que averiguó de mí, sabe para qué los necesito precisamente.

-Su pasado dice muchas cosas, tendrá que orientarme un poco.

-Sólo quiero que paguen por lo que han hecho -su mirada se volvió dura y fría como la noche.

-Ya me lo imaginaba.

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